Le Corbusier-Sing-Sing

En esta época, cada vez más reprimida en todos los ámbitos, hay un hombre particularmente repugnante, claramente más policial que la media. Construye habitáculos celulares individuales, una capital para los nepalíes, guetos verticales, tanatorios para una época que sabrá qué hacer con ellos, construye iglesias.

El modulador protestante, el Corbusier-Sing-Sing, el pintamonas de mamarrachos neo-cubistas hace funcionar la ‘máquina de habitar’ para mayor gloria de Dios, que hizo a su imagen las carroñas y los corbusiers.

No olvidemos que, si bien el urbanismo moderno nunca ha sido arte –y menos aún un marco para la vida–, siempre ha estado en cambio inspirado por las directivas de la policía, y que después de todo Haussmann hizo los bulevares solo para conducir cómodamente el cañón.

Pero hoy, la prisión se convierte en habitación-modelo y la moral cristiana triunfa sin réplica cuando se nos dice que Le Corbusier ambiciona suprimir la calle. He aquí su programa: la vida, definitivamente dividida en islotes cerrados, en sociedades vigiladas; es el fin de las posibilidades de insurrección y de encuentro, la resignación automática. (…)

Con Le Corbusier, los juegos y experiencias que tenemos derecho a esperar de una arquitectura verdaderamente perturbadora –el extrañamiento cotidiano– se sacrifican a la casita-vertedero en la periferia (…)

Hay que ser majadero para considerar moderna esta arquitectura. No es más que otra vuelta de tuerca del viejo mundo cristiano mal enterrado. (…)

Internacional letrista: “Los rascacielos por la raíz”, Potlatch, núm.5 (20 de junio de 1954).

Nunca se dirá bastante


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Sin título. Sarolta Bán (2011).

Nunca se dirá bastante que las actuales reivindicaciones del sindicalismo están condenadas al fracaso, y no tanto por la división y la dependencia de sus organismos reconocidos como por la indigencia de sus programas.

Nunca se dirá bastante a los trabajadores explotados que se trata de sus insustituibles vidas con las que podrían lo que quisiesen, de sus mejores años que transcurren sin ningún placer significativo, sin tomar las armas siquiera.

No hay que pedir que se afiance o que se eleve el ‘mínimo vital’, sino que se deje de mantener al mínimo la vida de las masas. No hay que pedir solo pan, sino también juegos. (…)

La cuestión a plantear no es la subida de los salarios, sino las condiciones que se imponen en Occidente a las personas.

Hay que negarse a luchar dentro del sistema para obtener concesiones de detalle que inmediatamente son cuestionadas o recuperadas en otra parte por el capitalismo. Debe plantearse radicalmente el problema de la supervivencia o destrucción del sistema.

No hay que hablar de acuerdos posibles, sino de realidades inaceptables. (…) La lucha social no deber ser burocrática, sino apasionada. (…) Nunca se dirá bastante.

Por la Internacional letrista: Michèle I. Bernstein, André-Frank Conord, Mohamed Dahou, G.-E. Debord, Jacques Fillon, Gil J. Wolman.

“El mínimo de la vida”. Potlach, 4 (13 de julio de 1954).

La música de Mayo del 68

cap3

No es de la música que escuchaban aquellos jóvenes que protagonizaron la revolución cultural de 1968 –tanta y tan diversa que sobrepasaría con creces los límites de cualquiera de nuestra publicaciones– de la que nos ocupamos en esta entrada que completa la serie que dedicamos a Mayo del 68, sino de  canciones compuestas dicho año a raíz de los hechos que tuvieron lugar en Francia, en París especialmente, hechos que, por otra parte, son los que hemos tratado en esta serie. Por supuesto, 1968 fue mucho más y podríamos decir que hubo otros “mayos del 68”, pero de ellos –como anunciamos en la primera entrada– hablaremos en sucesivas entregas.

No obstante, empezamos con un tema de 1967, una canción de Georges Moustaki: Ma liberté. Mayo del 68 –lo comentábamos, aunque con otras palabras, a modo de conclusión en la última entrada: “Mayo del 68 (y 5): Bajo los adoquines no estaba la playa”– acabó siendo sobre todo el triunfo del “yo” y el fin del “nosotros”. Que no era eso lo que el movimiento pretendía, es obvio. Que fue su legado, malgré tout, también. “Mi libertad, has sido tú quien me ha ayudado a soltar amarras, para ir a no importa dónde, para llegar la final de los caminos del azar, para arrancar, soñando, una rosa de los vientos de algún rayo de luna.” ¿Mi? ¿La? No me refiero, naturalmente, a las notas musicales.

Una de las canciones que durante los días de la revuelta fue adoptada por la juventud como una especie de himno –no fue la única– es Il est 5 heures, Paris s’éveille (Son las cinco de la mañana, París despierta), de Jacques Dutronc, cantante de éxito que ya había conseguido un par de números uno en el ranking de canciones más escuchadas en Francia. Con letra de Jacques Lanzmann     –inspirada en una canción de 1802, Tableau de Paris à cinq heures du matin, de Marc-Antoine-Madeleine Désaugiers–, miles de gargantas corearon “París despierta, París despierta” durante las manifestaciones.

evariste-face-pochetteUno de aquellos jóvenes –dieciséis años cumplía el 11 de mayo– era el cantante y actor francés Renaud Séchan, quien escribió Crève Salope (Revienta cabrona, refiriéndose a la boca de su padre, es decir, a las palabras que salen de ella. “J’lui réponds: Ta gueule sale con, ça t’regarde pas! / Et j’ui ai dit: Crève salope!”), exposición de las ideas que movían la lucha generacional inspiradora del Mayo francés. “Venía de manifestarme en el Barrio. / Llego a casa cansado, agotado. / Mi padre me dice: buenas noches, chiquillo, ¿cómo te va? / Yo le respondí: ¡cierra la boca!, asqueroso gilipollas, no es asunto  tuyo. / Y le dije: ¡revienta cabrona! / Y le dije: ¡jódete carroña! / Y le dije: ¡jódete basura!”. Con parecidos términos se dirige a a su profesora de inglés o al director del instituto. Condenado a la guillotina “dije: ¡Revienta cabrona! / dije: ¡jódete carroña! / dije: ¡jódete cabrón!”. La cantó a capella cuando se ocupó la Sorbona y nunca ha sido registrada en disco.

Semejante es el mensaje de La révolution, un tema de Evariste, cantante, físico e investigador francés que grabó varios discos entre 1967 y 1975. “¿Qué haces en la calle criatura?”, pregunta el padre. “La Revolución”, “contra la sociedad de consumo”, “la Revolución”. Escuchamos Evariste con un coro formado por miembros del Comité Revolucionario de Agitación Cultural (Sorbona libre).

El 10 mayo –cuya noche pasaría a ser conocida como la de las barricadas– Léo Ferré cantaba en Mutualité pour la Fédération anarchiste por primera vez Les Anarchistes: “No hay más que uno entre cien y, sin embargo, existen; / la mayoría españoles, vaya a saber por qué. / Uno diría que en España no los comprenden / los anarquistas recibieron de todo: bofetadas y adoquines/ (…) / Tienen una bandera negra que se burla de la esperanza, / y la melancolía para avanzar en la vida, /cuchillos para cortar el pan de la amistad / y oxidadas armas para no olvidar / que solo hay uno entre cien y, sin embargo, existen, /y que se mantienen firmes, codo a codo, / dichosos y por ello siempre en pie: los anarquistas.”

La brutalidad con que las fuerzas de seguridad reprimieron a los manifestantes llevó a Claude Nougaro a componer Paris Mai. “La Consagración de la Primavera suena como una masacre, / pero cada día que pasa embellece mi voz. / Es posible que abrigue un Stravinski”.

Nougaro, ex legionario, no era precisamente un izquierdista ni un cantante comprometido, pero tampoco un insensible carente de empatía. La emisión de Paris Mai por radio y televisión fue prohibida.

Dominique Grange

Dominique Grange

 

El Comité Revolucionario de Agitación Cultural (CRAC) a que antes nos referíamos antes estaba integrado por artistas de todo tipo que apoyaban el movimiento. Una de las figuras más emblemáticas del mismo era Dominique Grange (Lyon, 1940), cuya voz fue una de las pocas que nadie consiguió acallar tras el fin de la rebelión. Pagó por ello, por supuesto; estuvo vetada en la radio y televisión francesas durante años y grabar sus temas se convirtió en una odisea. Esta sí fue, y sigue siéndolo, una cantante comprometida. Suya es la canción A bas l’état policier, cuyo disco se vendía en las manifestaciones a tres francos. Fue compuesta en las horas bajas del movimiento “pero –decía– estamos en París / Praga y México / y de Berlín a Tokio / millones gritando que / ¡Abajo el Estado policial”

Hubo más canciones, pero creemos que esta sucinta selección se ajusta bastante a lo que fue la “música de Mayo del 68”. Espero que ustedes opinen lo mismo. Que pasen un buen día.