Archivo del Autor: Manuel Cerdà
Aún resultará que tenemos la culpa nosotros. ¡No te jode!

La madre de Johnny hacía todo lo posible para que [cuando llegase] su marido no le encontrase en casa. Le avisaba repetidas veces antes de salir. Me voy a hacer la compra, no te duermas. Te he puesto el despertador a las nueve, levántate, que no te pille tu padre en la cama, ya sabes cómo se pone. Frenético se ponía Pedro cada vez que encontraba a su hijo durmiendo a mitad mañana. Vago, holgazán, inútil, gorrón… Hacía tiempo, no obstante, que habían dejado de discutir. Pedro se cabreaba y lanzaba su habitual retahíla de reproches. Mientras, Johnny se vestía ─pantalones vaqueros o de chándal, camiseta y zapatillas deportivas─ y abandonaba la vivienda, en silencio. Pedro se acostaba. Ya prácticamente era un ritual.
─ ¿Así cómo cojones vas a encontrar trabajo? Vago, maleante… Mi padre también me suelta la misma cantilena, y mi madre. Y eso que ellos están pelaos y a mi padre está punto de acabársele el paro. Si no fuera por la pensión de mi abuela… ─se quejaba Tomate
[…]
─ Estoy hasta los putos huevos. Aún resultará que tenemos la culpa nosotros, que no pegamos ni chapa. Eso será, seguro. ¡No te jode!
─ Ni así, ni asá, le digo yo. ¿Todavía no has dado cuenta de que no hay nada? A ver qué mierda de trabajo encuentras tú. Y me dice que él ya es mayor, que yo soy joven, que las cosas son distintas. Mueve el culo, agacha el lomo.
─ Ayer me salió un currelo, por eso no vine. Repartir propaganda. Cinco euros la hora, cinco putos euros, y tenía que pagarme yo el autobús. Acojonante. ¡Que se los metan por el ojete!
─ No hombre, no, que eso igual les gusta.
─ ¡Ah!, y cinco días, cinco putos días, no te lo pierdas. Eso sí, muy considerados: me hacían contrato. Pero me descontaban no sé qué hostias de retenciones para no sé qué. ¡Menuda panda de chorizos! Ellos seguro que no ganan cinco euros a la hora. ¡Qué hijos de la gran puta!
─ Hiciste bien, tío, yo también los hubiera mandado a la mierda.
─ No dije nada en casa. Si mi padre se entera que pasé hasta el culo de un currelo, por mierdoso que sea, me da de hostias.
─ Yo hubiera hecho lo mismo. Son un peñazo, siempre dando la brasa, siempre con la misma monserga. Si vivimos entre la mierda, en un mundo de mierda ¿qué quieren que seamos?, ¿qué quieren que hagamos? ¿Qué hacen ellos? Renegar. Mi padre se pone negro cuando ve las noticias en la tele y se caga en todo. Que si los banqueros y los políticos se reparten el pastel y nos dejan en la miseria, que si son unos ladrones, unos hijos de puta, que si cabrones, que si la madre que los parió, y luego le da la venada y me echa a mí la bronca y dice que soy un vago. No sé si es un falseras o simplemente gilipollas, o las dos cosas.
Manuel Cerdà: Prudencio Calamidad (2017).