Hot Lips

Hot Lips (When He Plays Jazz He’s Got – Hot Lips) o He’s Got Hot Lips When He Plays Jazz es una canción popular escrita por el trompetista de jazz Henry Busse, el pianista y compositor Henry Lange y el también compositor Lou Davis. La canción fue un éxito número uno para Paul Whiteman and His Orchestra.

La versión que escuchamos en el vídeo es la que grabaron Alex Mendham & His Orchestra en 2017, una orquesta internacional con el gran estilo y glamur de los años 20 y 30.

En él se hace un recorrido por las actrices más destacadas del cine internacional de dichas décadas, si bien con alguna excepción. Cuarenta y ocho en total. Pueden probar, o jugar, a ver cuantas de ellas adivinan. En la descripción del vídeo en YouTube figura la relación.

Miguel de Molina: “Marica no, maricón”

Miguel de Molina. Buenos Aires, 1943. Fotografía de Anne Marie Henrich.

Corría el año 1939. Hacía unos meses que aquellos militares que en 1936 se habían levantado contra la República habían conseguido el poder tras una cruenta guerra civil. Habían vencido –que no ganado– pero conservaban íntegras sus ansias de venganza, su odio y su fanatismo. La represión, plagada de arbitrarias y largas condenas y de asesinatos, no había hecho más que empezar.

El 10 de noviembre de dicho año, el cantante Miguel de Molina, tras finalizar su función de tarde, se disponía a abandonar el Teatro Pavón de Madrid cuando tres hombres le esperaban. No se identificaron. Sin contemplaciones, lo metieron en un automóvil y se dirigieron a los altos de la Castellana. Una vez allí, lo sacaron del coche y le dieron una brutal paliza, le golpearon con la culata de una pistola –uno de los golpes le rompió dos dientes–, le raparon la cabeza a tirones y le metieron en la boca un frasco con aceite de ricino mezclado con vaselina, que hubo de apurar. Eso le pasaba, le gritaron, “por maricón y por rojo”. Luego se marcharon, dejándolo allí tirado, posiblemente creyendo que estaba muerto. Como pudo, consiguió llegar hasta la carretera y parar un taxi, que le devolvió al teatro. El empresario, un tal Prieto, falangista camisa vieja, pretendía que hiciese la función de noche: con un pañuelo en la cabeza, decía, no se notaría el estropicio…. En la Guerra Civil, finalizada siete meses atrás, Molina y Amalia Isaura, su pareja artística, habían actuado para las tropas de la República en el frente de Teruel, en la retaguardia y en los hospitales. Ahora empezaban a pagarlo.

Varios días después tuvo que actuar en el Teatro Cómico, donde el Frente de Juventudes (falangistas) le abucheaba. “Marica, marica”, le gritaban. Miguel de Molina hizo callar a la orquesta, se acercó a las candilejas y respondió: “Marica no, maricón”.

Miguel de Molina terminó marchándose de España en 1942 con la compañía de Lola Membrives. En Buenos Aires montó un negocio de antigüedades y se dedicó de nuevo al espectáculo, aunque al principio no lo tuvo nada fácil. Hizo varias películas con Carmen Amaya y en 1952 protagonizó la película de carácter autobiográfico Esta es mi vida, gracias a la cual podemos verlo interpretando algunos de sus más famosas canciones.

Cuando Miguel se fue de España ya era una estrella de la canción española. Sus creaciones de La bien pagá y Ojos verdes, entre otras, le había encumbrado a lo más alto de la copla.

Miguel de Molina había nacido en Málaga en 1908 en el seno de una familia humilde. Empezó abajo del todo. Su madre, que se ganaba la vida fregando, hubo de educarle en una casa de misericordia y ni siquiera terminó los estudios primarios, pues se escapó del colegio para lanzarse a la aventura del espectáculo. A los 14 años, cambió Málaga por Algeciras, donde se hospedó y trabajó en el burdel de Pepa La Limpia. Al tiempo, cantaba y bailaba en tablaos y compañías de poca monta. Al principio alternaba, como otras grandes estrellas de la época, su arte de cantante con el de bailaor. En abril de 1934 encarnó al Espectro en una memorable versión de El amor brujo, de Falla, en el teatro Español de Madrid, con la Argentina, la Imperio y Vicente Escudero. El éxito ya no el abandonó.

Molina fue el primer hombre en cantar el repertorio de las cupletistas sin imitarlas, es decir, sin vestirse como ellas ni afeminar la voz ni el gesto. Se bastaba y se sobraba, no necesitaba imitar a nadie ni nada. Y se fue ganando el respeto hasta de los hombres más machos (no de todos, claro). Era único, una de las grandes figuras del espectáculo que no admitía comparaciones.

Tras la victoria facciosa, era consciente de que su carrera entraba en declive. Regresó a Barcelona, donde le montaron un espectáculo con música del maestro Padilla. Parecía que volvía a encontrar su sitio, pero tuvo que volver a Madrid. Los empresarios ya le habían advertido de que corría un grave riesgo si trataba de proseguir su carrera por su cuenta. Y así fue. Al poco, llegó el incidente que relatábamos al principio de la entrada.

Así pues, en 1942 dejó España. Se dirigió a Lisboa y embarcó hacia Buenos Aires. Allí triunfó, pero al poco llegó de nuevo la persecución a través de la embajada española y tuvo que salir de Argentina, no sin antes empeñar todo cuanto poseía. En 1943 se trasladó a México y se repitió la historia, creándose un frente encabezado por Cantinflas y Jorge Negrete para desprestigiarle. Volvió a Argentina tras una llamada de Eva Perón. Desde entonces, le llovieron los contratos y pasó a ser primera figura en toda Latinoamérica.

Pudo regresar en un par de ocasiones a España, aún bajo la dictadura franquista, seguramente protegido por Juan Domingo y Eva Perón. Una de ellas para ver a su madre, y otra en 1958, para trabajar en El Duende, el tablao de Pastora Imperio. En 1960, a los 52 años, decidió retirarse.

En 1989 se rodó una película titulada Las cosas del querer –que dirigió Jaime Chávarri y protagonizaron Ángela Molina y Manuel Bandera– que recuerda mucho su vida. En sus memorias, Botín de guerra, Miguel de Molina comentó al respecto: «Una de las últimas barrabasadas que debí sufrir fue que se hiciera en España una película titulada Las cosas del querer y que para publicitarla se lanzara indirectamente la idea de que era mi vida, sin pagarme un céntimo. Cuando intenté algún reclamo y el productor Luis Sanz aseguró que ‘se trataba de una obra de ficción y que cualquier parecido era pura casualidad’; no supe si reír o llorar de rabia”.

Miguel de Molina murió a los 86 años en Buenos Aires, donde está enterrado en el porteño cementerio de la Chacarita.

Que pasen un buen domingo.