En este país y en este Estado

El siguiente texto es un breve fragmento de Corrección, novela de Thomas Bernhard, uno de mis autores preferidos. Obviamente, Bernhard cuando haba de este país y este Estado se refiere a Austria. Esto lo he omitido al transcribir el texto, ya que, como acertadamente resume la contraportada del libro, “la novela es una reflexión sobre los problemas del hombre contemporáneo, enfrentado a la deshumanización, el desamor y la soledad”. Así pues, este país y este Estado puede perfectamente ser el suyo.

[…] el hombre […], ya en el momento de su nacimiento, es un hombre fracasado y debe comprender claramente, decía, que tendrá que renunciar a sí mismo si se queda en este país y en este Estado, cualesquiera que sean los auspicios, debe decidir si quiere, quedándose ahí, perecer, envejeciendo fatigosamente y sin llegar a nada, perecer en su propio Estado y en su propio país, presenciar con los ojos abiertos, en su propia mente y en su propio cuerpo, ese terrible proceso de extinción, si quiere aceptar un desarrollo descendente durante toda su vida, quedándose en este Estado y en este país, o si quiere irse y marcharse  tan pronto como pueda y, mediante ese pronto irse y marcharse en lo posible, salvarse, salvar su inteligencia, salvar su personalidad, […] y si no es un hombre vil, y si no es de naturaleza abyecta ni infame, se convertirá en este país y en este Estado en un ser de naturaleza vil y abyecta, y por eso hace falta, desde el principio mismo, desde los primeros momentos del pensamiento, salvarse de este país y este Estado y, cuanto antes vuelva la espalda a este país y a este Estado un hombre con facultades intelectuales, tanto mejor, un hombre así tiene que decirse que hay que huir, dejar atrás todo lo que es este Estado, lo que constituye este país, irse a cualquier parte, aunque sea al fin del mundo, no quedarse en ningún caso donde nada puede esperar y, si puede, solo lo más miserable y lo que destruye la inteligencia y lo que vacía la cabeza y lo que le obligará continuamente a la mezquindad y la vileza, y que […] estará expuesto siempre a una vil incomprensión […] y, por tanto, a la muerte, y, por tanto, a la aniquilación de su existencia.

Thomas Bernhard: Corrección (primera edición, en alemán, 1975; en castellano 1983, traducción de Miguel Sáenz).

En obras

shut-up

Este blog está siendo remodelado. De ahí que pueda presentar diversos aspectos según el momento en que haya accedido.

Ruego a todos que me disculpen si durante este tiempo –que parece que va a ser de días– no respondo a la mayoría de los comentarios ni apenas visito sus blogs. Créanme que materialmente no puedo, o esto no terminará nunca, y no saben las ganas que tengo de ponerle fin.

Gracias.

La muñeca (pues eso era)

09

Michel Piccoli en “Tamaño natural” (1973).

Llevo un par de semanas sin publicar nada en el blog. Dejé de hacerlo el día de Reyes de manera súbita e imprevista, de la misma que decidí, esa misma noche, marcharme unos días. La hija de un viejo amigo, que vive en Londres y a la que conozco desde que era una adolescente, acababa de ser madre y, en consecuencia, mi amigo, abuelo. No conocía aún a la criatura y estaba loco por hacerlo. Vente conmigo, anda, me dijo. Pues no estaría nada mal, me dije y le dije yo. Londres, unos días, con bebé de por medio y la subsiguiente y enorme satisfacción de mi amigo, satisfacción de la que iba a ser partícipe, era para mí una proposición irrechazable. Así, que allá que nos fuimos. Los dos. Solos. Sin mi regalo de Reyes.

Regresé el 14, pero seguí sin publicar por otro tipo de razones menos placenteras, mucho menos, razones víricas. Allí estaba mi regalo, tal cual lo dejé, en la misma posición, no se había movido. Y con él la duda que nadie me ha despejado. “¿Qué harían ustedes en mi caso? ¿Lo venderían? ¿Se lo quedarían?”, preguntaba en mi última entrada, si se encontraran, hipotéticamente, en la misma situación. Es decir, si alguien les hubiera regalado algo así. Alguien, una persona. ¿O acaso siguen creyendo que existen los Reyes Magos? Yo, la verdad, no conozco a nadie que sea tan generoso ni que pueda permitirse hacerme un regalo como este. Se trata de una escultura de John de Andrea, uno de los artistas (escultor) más reputados, y, en consecuencia, más cotizados del hiperrealismo. Una escultura (¿muñeca?) como la que figura en la imagen de aquella entrada –no sé si alguien ha llegado a confundirla con una mujer de carne y hueso– perfectamente podría alcanzar en el mercado una cifra cercana a los 200.000 euros.

¿Qué haría yo? Pues venderla. Incluso por mucho menos. Si la tuviera, claro. Mi misantropía no llega a tanto. Es una misantropía compartida, con muy pocos, pero compartida. Nada tengo que ver con los personajes de dos películas –casualmente ambas del mismo año, 1973– cuyo argumento gira en torno a la relación de un hombre con una muñeca: Tamaño natural (Grandeur nature), de Luis García Berlanga, y No es bueno que el hombre esté solo, de Pedro Olea.

Tampoco podría llegar a “enamorarme” de la Olympia de la ópera de Jacques Offenbach Los cuentos de Hoffmann (1881). Sí de la ópera, basada en una obra que Jules Barbier y Michel Carré habían escrito sobre cuentos de E.T A. Hoffmann. Me encanta. Y puede que, también, de la excelente soprano Patricia Petibon, que encarna a Olympia en la versión que de la obra de Offenbach llevó a cabo el Grand Théâtre de Genève en 2008. También me encanta. Pero entonces ya no sería una muñeca, sino una persona que encarna a una muñeca.

Bueno, ¿qué? ¿Venderían el “regalo” o no? En el supuesto de que se hallaran en una situación similar, que es mucho suponer. Aunque ya puestos a fantasear, puede que haya alguien que no
lo haría por la simple y llana de razón de haber encontrado lo que buscaba. O haber descubierto que era esto lo que buscaba. Aun así, hay muñecas (no consideradas esculturas) mucho más económicas que, además, se pueden customizar. Veamos un ejemplo de entre los muchísimos que se encuentran en internet. De este modo se presenta Alina Li, muñeca que cuesta 2.590 euros y que pueden ver en las imágenes que figuran bajo estas líneas: “Hola! Mi nombre es Alina y actualmente vivo (aunque no estoy muy segura de estar viva) en Guangzhou (China) pero estoy dispuesta a viajar a cualquier país del mundo donde se me ame. Como podéis ver por mis fotos soy una chica delgada con un rostro que me dicen que es una monada. Soy tímida y callada en la vida diaria, pero me han fabricado para ser puro fuego en el terreno sexual y creo que me encanta hacer disfrutar a mi pareja… Besos”. Y así la describe el fabricante: “Muñeca sexual hiperrealista fabricada en TPE (Elastómero termoplástico), material que imita a la perfección la piel y la carne humana, su esqueleto interno de metal articulado hace que pueda disfrutar con ella en cualquier posición imaginable. Con un peso medio de 35/50 kg nuestras muñecas sexuales se sienten firmes y solidas como el cuerpo de una mujer real. Su muñeca incluye: peluca, sencillo vestido al azar, e irrigador vaginal (facilita la limpieza de la muñeca). No incluido: la ropa, joyas y accesorios que aparecen en las imágenes tienen fines estéticos para la sesión de fotos y no están incluidos. Desarrollada para tener sexo vaginal, sexo anal, sexo oral y masturbación con los pechos”.

No tengo prejuicio alguno respecto al fetichismo ni a cualquier otra parafilia. Como dijo Oscar Wilde, si “somos tan dados a juzgar a los demás, es debido a que temblamos por nosotros mismos”. Allá cada uno con sus manías y extravagancias. Si alguien es feliz con una muñeca como estas (o muñeco, que también los hay), pues que disfrute mientras pueda.