―Imagino, Diane ─terció Greg─, que todos llevamos un fascista dentro. Y también un comunista, ¿no, Sam?
―Creo que fue Heráclito quien dijo que bien y mal son la misma cosa. Los dos están en nosotros, pero el bien requiere un mayor esfuerzo de comprensión. Por eso el fascismo es más fácil de seguir. El fascismo, al contrario que el marxismo, se fundamenta en los sentimientos más primarios del ser humano, la pertenencia a un grupo diferenciado es lo que hace que nos sintamos integrados en sociedad. ¡Qué mejor que sentir esa pertenencia en contraposición a otros que son distintos! Nosotros somos los “normales”. El pensamiento fascista es simple, esquemático, banal, parte de una verdad absoluta que no busca respuestas sino culpables, no examina el pasado, no le preocupa el análisis, se limita a juzgar y condenar. Cuando las cosas van mal, lo que equivale a decir cuando la economía va mal, la incertidumbre acerca del futuro se apodera de nosotros y tendemos a conservar lo que tenemos, por poco que sea. El miedo nos paraliza y nos volvemos egoístas, y egocéntricos. Cualquier otro intento de construir una sociedad justa y ecuánime requiere de la solidaridad, de la unión, del sacrificio. Y eso, en momentos de crisis, es difícil.
―Lúcido análisis el tuyo. Mientras el individuo se mueva solamente por la inmediatez de lo material y le preocupe poco menos que un bledo los intereses de la generalidad nada hay que hacer. Si no existiera ese miedo al futuro, a llegar a una situación aún peor, en momentos de crisis económica las masas empobrecidas abrazarían la revolución social, y ya hemos visto que no es así.
―Cuando se afirma que esta es una sociedad democrática, en realidad se está diciendo que las instituciones, los partidos, las leyes del capitalismo, la forma de vida que este ofrece, eso que ahora está tan de moda denominar Estado de bienestar, es la única alternativa posible. O eso, o el totalitarismo. Quieren identificar democracia con capitalismo, y no es así: la democracia, tal como yo la entiendo, y presumo que tú también, se acerca más a una sociedad comunista que a una capitalista. De ahí el interés de identificar comunismo con estalinismo. Claro que, todo sea dicho, Stalin está poniendo las cosas muy fáciles para que así sea. No duda en utilizar métodos fascistas para acabar con cualquier oposición. Una burocracia se ha instalado en la Unión Soviética, ha usurpado el poder a los obreros y olvidado que la revolución socialista ha de tener necesariamente un carácter internacional. Ahora bien, si las personas no cambiamos, abrazamos unos valores y defendemos unos derechos que estimamos irrenunciables porque sin ellos no podemos, no sabemos vivir, poca cosa haremos.
―Es necesaria, pues, una vanguardia que aglutine los sectores más conscientes y activos del proletariado, capaz de orientar el movimiento espontáneo de las masas hacia al triunfo revolucionario.
―Ahí discrepamos. Una vanguardia, dices. Una minoría política que canalice la insatisfacción de la mayoría. ¿Y después? Esa vanguardia llega al poder, con loables intenciones, las más nobles, las que van a instaurar una sociedad justa, igualitaria, socialista, comunista, verdaderamente democrática, llámala como quieras. Llega al poder y ¿qué pasa? Que se burocratiza, como ha sucedido en la Unión Soviética, y aparece de nuevo la desigualdad, la insatisfacción, regresan los privilegios, las clases.
Manuel Cerdà: Adiós, mirlo, adiós (Bye Bye Blackbird) (2016).
Publicada originalmente en: https://musicadecomedia.wordpress.com/2016/09/23/democracia-capitalismo-y-comunismo/