
The Guardian/Claude-Henri Bernardot/Musée des Beaux-Arts de Dole©
El próximo 2 de mayo de hace cincuenta años –cuando aún sonaban las voces de centenares de miles de personas que se habían manifestado el día antes, Primero de Mayo, en las principales ciudades francesas– los estudiantes ocuparon las aulas de la Universidad de Nanterre, a las afueras de París, un campus creado ex profeso para dar cabida al cada vez mayor número de jóvenes que, al amparo del boom económico, accedían a la Universidad. El número de estudiantes universitarios franceses al término de la Segunda Guerra Mundial era de menos de 100.000 y en 1960 ya estaba por encima de los 200.000.
Fue el origen inmediato de los hechos de Mayo del 68, como nos referimos a los sucesos revolucionarios que tuvieron lugar en Francia los meses de mayo y junio del 1968. Sobre ellos publiqué en 2015 una serie de seis entradas, a las que seguían otras tres sobre lo que se ha venido en denominar “el espíritu de Mayo del 68” (que hacían referencia a lo que entonces llamé “los otros mayos del 68”), en las que trataba de analizar lo sucedido en la antigua Checoslovaquia, Estados Unidos y México, contestaciones que, en definitiva, partían del mismo contexto y respondían a una misma motivación: “La explosión de descontento estudiantil se produjo en el momento culminante de la gran expansión mundial, porque estaba dirigido, aunque fuese vaga y ciegamente, contra lo que los estudiantes veían como característico de esa sociedad, no contra el hecho que la sociedad anterior no hubiera mejorado lo bastante las cosas. Paradójicamente, el hecho de que el impulso del nuevo radicalismo procediese de grupos no afectados por el descontento económico estimuló incluso a los grupos acostumbrados a movilizarse por motivos económicos a descubrir que, al fin y al cabo, podían pedir a la sociedad mucho más de lo que habían imaginado”. (Hobsbawm: Historia del siglo XX, 1994).
Cincuenta años después, mi valoración acerca de su significado y repercusión es la misma que la que tenía en 2015. Tras los hechos de Mayo del 68 se produjo un desmenuzamiento en migajas de un movimiento hasta entonces homogéneo –el movimiento obrero (el movimiento estudiantil lo que pretendía era emular sus grandes gestas)–, que se consolidó nada más acabar estos. Empezó entonces la época de los nuevos movimientos sociales –ecologismo, feminismo, pacifismo, antirracismo…– y del acuerdo tácito entre gobiernos, sindicatos, empresarios y financieros de que el sistema capitalista es la única alternativa viable: o eso, o el ‘comunismo’ practicado por la Unión Soviética. Hay que reformar este, sí, pero sin cuestionarlo, pues el sistema –ha demostrado que podía hacerlo– era capaz de satisfacer ampliamente las demandas de esos nuevos colectivos. Lo único que había que hacer es aceptar la realidad (el sistema).
Poco más puedo añadir a lo que ya escribí en la serie de nueve entradas a que antes hacía mención. Les dejo, pues, con un breve extracto de cada una de ellas y el enlace a las mismas por si les apetece leerlas.
Mayo del 68 (1): La década dorada
Tanto la década de 1960 como la precedente de 1950 se caracterizaron por un acelerado crecimiento económico (el mayor del siglo) de los países norteamericanos y europeos, una expansión industrial capitaneada por los Estados Unidos –país que durante la Segunda Guerra Mundial no había sufrido daños en su infraestructura industrial, urbana, de transportes y comunicaciones– y basada en el enorme potencial de la tecnología americana (made in America) y la pujanza militar de la ya primera nación del mundo. Este boom económico y la aplicación de la revolución tecnológica iniciada durante la guerra a las necesidades de las personas transformaron por completo la vida cotidiana en los países ricos (y en menor medida también en los pobres).
Las muestras de disconformidad y descontento hacia la nueva sociedad vinieron de la mano de los jóvenes. La juventud irrumpía por primera vez como sujeto histórico, accediendo a ese Estado de bienestar como consumidor y, por tanto, como protagonista.
Mayo del 68 (2): Los tiempos están cambiando
Como respuesta a esta nueva forma de vida surgida tras la Segunda Guerra Mundial y a una cultura cada vez más “oficial” (bendecida desde todas las instancias) nacen dos grandes movimientos contraculturales. Uno se articulará alrededor de la música sobre todo: el pop-rock, la psicodelia. El movimiento hippie buscará reemplazar la organización familiar tradicional, de rígidas normas de conducta, por una vida comunitaria, optando por una vestimenta informal y descuidada e incorporando el uso de las drogas como medio para liberarse de la realidad opresora. Su símbolo sería el festival de Woodstock (1969), en Vermont (EE UU). El otro gran movimiento buscará referentes políticos y tratará de adecuar las tradicionales posiciones de la izquierda revolucionaria a los nuevos tiempos, estando fuertemente marcado por ellas y por el antiimperialismo, el anticolonialismo y la lucha por acabar con las desigualdades. Estos jóvenes leían a Marx, a Marcuse, a Sartre… Su símbolo sería el Mayo del 68 francés.
Mayo del 68 (3): Prohibido prohibir
El origen inmediato de los hechos de Mayo del 68 fue un conflicto estudiantil: el día 2 de mayo –cuando aún sonaban las voces de centenares de miles de personas que se habían manifestado el día antes, Primero de Mayo, en las principales ciudades francesas– los estudiantes ocuparon las aulas de la Universidad de Nanterre, a las afueras de París, un campus creado ex profeso para dar cabida al cada vez mayor número de jóvenes que, al amparo del boom económico, accedían a la Universidad. El número de estudiantes universitarios franceses al término de la Segunda Guerra Mundial era de menos de 100.000 y en 1960 ya estaba por encima de los 200.000 (en el curso de los diez años siguientes se triplicaría hasta llegar hasta los 651.000).
Mayo del 68 (4): El poder está en la calle
El lunes 13 París se llenaba de manifestantes. Entre la plaza de la República y la plaza Denfert-Rochereau –casi cinco kilómetros las separan, con el Sena de por medio– no cabía un alma. Sobre un millón de personas secundaron la llamada, al tiempo que nueve millones de trabajadores franceses se declaraban en huelga general. Ya no eran únicamente estudiantes quienes se manifestaban por las calles de París. Buen aniversario, mi general, gritaban, pues se cumplían diez años con De Gaulle al frente de la presidencia de la República francesa. Diez años es suficiente. Otros eran menos irónicos: De Gaulle asesino, De Gaulle al paredón. Gobierno popular reclamaban obreros y estudiantes. Mayores emocionados con el puño en alto cantaban La Internacional mezclados con los jóvenes, que coreaban Esto solo es el principio, continuemos la lucha; El poder está en la calle; Políticos, vuestros discursos nos importan un carajo. Resultaba incontable el número de banderas rojas y negras que ondeaban, así como el de pancartas con todo tipo de eslóganes, algunos tan ingeniosos como las pintadas que llenaban muchas fachadas y elementos del mobiliario urbano de clara inspiración situacionista: Seamos realistas, pidamos lo imposible; Prohibido prohibir; La imaginación al poder; Bajo los adoquines está la playa; No le pongas parches, la estructura está podrida…
Mayo del 68 (y 5): Bajo los adoquines no estaba la playa
La historia, como la vida, nunca sucede ni como los que han vivido un momento dado hubieran deseado ni como los demás después desearíamos que hubiera sucedido. Decía uno de los eslóganes de Mayo del 68 que “bajo los adoquines, la playa” (Sous les pavès, la plage). Pero no, no estaba la playa, y si estaba –o está– no se levantaron los suficientes adoquines como para llegar hasta ella.
La música de Mayo del 68
No es de la música que escuchaban aquellos jóvenes que protagonizaron la revolución cultural de 1968 –tanta y tan diversa que sobrepasaría con creces los límites de cualquiera de nuestras publicaciones– de la que nos ocupamos en esta entrada que completa la serie que dedicamos a Mayo del 68, sino de canciones compuestas dicho año a raíz de los hechos que tuvieron lugar en Francia, en París especialmente, hechos que, por otra parte, son los que hemos tratado en esta serie.
Los otros Mayos del 68: Estados Unidos
Decía Anthony Gyddens (“Aquel Mayo del 68 en California”, El País, 6 de mayo de 2008) que “desde una perspectiva europea podría parecer que París fue el foco principal de 1968, pero créanme que no fue así. En Europa los radicales eran bastante tradicionales”. Los verdaderos radicales estaban en California, donde ser revolucionario implicaba la politización, pero también, y, sobre todo, una forma de vida.
Esos movimientos se manifestaron radicalmente en contra de la guerra de Vietnam, del racismo y la obligatoria conformidad con las reglas establecidas y se solaparon con el movimiento hippie o con los Panteras Negras. La conjunción de ideas e intereses dio como resultado una oleada de protestas sin parangón hasta entonces. En los años 60 se formaron en Estados Unidos las comunas más extensas en las que se intentaba llevar a cabo un estilo de vida completamente alternativo. Las universidades, cada vez más masificadas, se mostraban especialmente activas. Los estudiantes se preguntaban no qué podían hacer ellos por su país, como habían hecho sus padres y abuelos, sino qué podía hacer su país por ellos.
Los otros Mayos del 68: Checoslovaquia
Al igual que ocurrió con Estados Unidos, la Unión Soviética –la segunda gran potencia mundial, con aspiraciones de convertirse en la primera– no podía consentir fisuras ni en su seno ni en el de sus países satélite. Solamente se es fuerte desde la homogeneidad. En el mes de julio los dirigentes soviéticos –al frente de los cuales estaba Leonidas Brežnev– manifestaron tener en su poder pruebas de que la República Federal Alemana pretendía anexionarse la zona norte de Checoslovaquia, por lo “ofrecía” al Ejército Rojo para que defendiera el país de la supuesta futura agresión. Lógicamente –digo lógicamente porque lo contrario hubiera significado algo totalmente opuesto al espíritu que animaba todas estas reformas– se rechazó la propuesta, una propuesta que no dejaba de ser un aviso recordatorio de que la URSS era la única que podía ejercer el control (en todos los sentidos) de los países autodenominados socialistas.
Los otros Mayos del 68: México
El Comité Olímpico Internacional (COI) había designado en 1963 a México como sede de los Juegos Olímpicos de 1968, convirtiéndose así en el primer país del llamado Tercer mundo que acogía tan importante cita. El COI lo presidía un estadounidense, Avery Brundage, y la elección de México tenía una clara intencionalidad política: gracias a la ayuda de los Estados Unidos, el país azteca alcanzaba la estabilidad económica y social y se mostraba dinámico y emprendedor. Los demás países pobres debían tomar nota. A mediados de la década de 1940 habían empezado a llegar a México los capitales norteamericanos, iniciándose así la colonización económica del país. Eran los años de gobierno ininterrumpido del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que con una política interior autoritaria y corrupta, y al servicio de los Estados Unidos, dejaba de lado los grandes problemas estatales: migración, desigualdades, fracaso de la reforma agraria, paro, delincuencia…, problemas que generaban gran descontento y habían ocasionado diversas protestas estudiantiles y la creación de guerrillas urbanas.
Gracias por este relato. Tenia seis años cuando surgio la Revolución de 1968 y cometi un acto revolucionario siendo niño en un estado rural de EEUU. Aferre a mis raices latinas a pesar de la represion y prohibicion en manifestarlo en tal estado.
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Yo tenía 14 años. No fui tan precoz como tú, pero los ecos de Mayo del 68 sí se podría decir que tuvieron su influencia sobre mí, y mis actos, poco después, cuando empecé a estudiar en la Universidad. Algún que otro cóctel mólotov sí llegué a tirar.
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Era pequeño para cócteles. Mi desafío fue mantener mis raices hispanas en un ambiente de anglo sajones. No era el unico pues hubo afro estadounidenses que reafirmaron su herencia aun a los 6 años con la Bandera Tricolor de Rojo, Negro y Verde con el lema Black Is Beautiful (Soy orgulloso de mi raza negra). Osea fue una revolución mundial.
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Gracias por su respuesta.
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¡Qué tiempos! Me recuerdan las huelgas en mi primer año de Universidad en 1970, perseguidos por los grises. Nos encerramos 700 alumnos en un teatro durante varios días en semi huelga de hambre. Estábamos todo el tiempo cantando canciones protesta, charlas políticas, panfletos, etc., hasta que entraron con caballos y balas de fogueo y tuvimos que salir como pudimos de allí.
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Yo nací en 1954. Tenía, pues, 14 años cuando los hechos de Mayo del 68. Empecé a estudiar en la Universidad a los 18, más o menos como tú. Como aquí todo llegaba con retraso, alguna ventaja debíamos tener: vivimos nuestro particular Mayo del 68.
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Parece mentira que hayan pasado 50 años: medio siglo!! Y uno se pregunta si caminamos hacia delante…
Saludos
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Yo, la verdad, no me lo pregunto. Estoy convencido de que en absoluto. En todo si es hacia delante será hacia el precipicio.
Saludos, amigo.
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Saludos
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Muy interesante tu artículo, con mis cinco años de entonces andaría siendo un feliz y despreocupado niño de luchas sociales. Estando actualmente las cosas como están, se echa de menos una actitud mas reivindicativa por parte de todos.
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Yo tenía 14, pero mis preocupaciones también eran otras, las chicas sobre todo. Ahora actitud reivindicativa creo que sí que hay, pero es una reivindicación de querer formar parte del sistema más que de transformarlo.
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