El lunes 13 París se llenaba de manifestantes. Entre la plaza de la República y la plaza Denfert-Rochereau –casi cinco kilómetros las separan, con el Sena de por medio– no cabía un alma. Sobre un millón de personas secundaron la llamada, al tiempo que nueve millones de trabajadores franceses se declaraban en huelga general. Ya no eran únicamente estudiantes quienes se manifestaban por las calles de París. Buen aniversario, mi general, gritaban, pues se cumplían diez años con De Gaulle al frente de la presidencia de la República francesa. Diez años es suficiente. Otros eran menos irónicos: De Gaulle asesino, De Gaulle al paredón. Gobierno popular reclamaban obreros y estudiantes. Mayores emocionados con el puño en alto cantaban La Internacional mezclados con los jóvenes, que coreaban Esto solo es el principio, continuemos la lucha; El poder está en la calle; Políticos, vuestros discursos nos importan un carajo. Resultaba incontable el número de banderas rojas y negras que ondeaban, así como el de pancartas con todo tipo de eslóganes, algunos tan ingeniosos como las pintadas que llenaban muchas fachadas y elementos del mobiliario urbano de clara inspiración situacionista: Seamos realistas, pidamos lo imposible; Prohibido prohibir; La imaginación al poder; Bajo los adoquines está la playa; No le pongas parches, la estructura está podrida; El patrón te necesita, tú no necesitas al patrón; El amor es un acto político: La verdad es revolucionaria. La presencia policial era esta vez prácticamente nula, si bien helicópteros del ejército sobrevolaban la ciudad. Los manifestantes iban prácticamente pegados unos a otros.
La gran manifestación del lunes 13 marcó un punto de inflexión en el desarrollo de los acontecimientos. El martes 14 los más de quince mil trabajadores de la constructora aeronáutica Sud Aviation, cerca de Nantes, ocuparon la factoría encerrando a los directores en sus despachos. Las plantas de Renault en Cleon, Flins, Le Mans y Boulogne Billancourt se declararon en huelga. El 15 los estudiantes se adueñaban otra vez de la Sorbona, reabierta desde el día 13, y tomaban el Teatro del Odéon. Ese día actuaba un ballet estadounidense. Más de cuatro mil jóvenes rodearon el teatro y, apenas terminada la representación, unos pocos abrieron las puertas de par en par. Rápidamente fue ocupado y pasó a convertirse en un lugar de mitin permanente, de encuentro de estudiantes, trabajadores y actores y de agitación política ininterrumpida. Dos grandes banderas, una roja y otra negra, ondeaban en la fachada del teatro. Dentro, en la entrada, se veía una gran pancarta en la que ponía: En las actuales circunstancias, el Odéon está cerrado para los espectadores burgueses. El paro en París, Lyon y la Normandía industrial era absoluto el jueves 16. El 17 se unían a la huelga los controladores aéreos del aeropuerto de Orly y los trabajadores de la ORTF, la televisión francesa, y el 18 los del sector del carbón, el transporte público de París, los Ferrocarriles Nacionales, los astilleros, y el gas y la electricidad.
La irrupción de la clase obrera en escena cambió las cosas. Aunque en 1968 los salarios de los trabajadores franceses seguían estando a la alza, muchos de ellos tenían sueldos realmente bajos. El 25% de todos los trabajadores recibían menos de 500 francos al mes. Algunos de los no cualificados únicamente cobraban 400 francos mensuales. El desempleo era de medio millón de personas, en un periodo que era considerado como el boom de la posguerra.
El Partido Comunista lanzó un manifiesto en el que señalaba que los acontecimientos maduraban rápidamente para terminar con el poder gaullista. El Comité director de la CGT declaró la huelga general indefinida, mientras que la Federación de la Izquierda Democrática y Socialista hacía también público un comunicado denunciando que el poder era incapaz de responder a los problemas del momento, por lo que exigía la inmediata dimisión del gobierno y la convocatoria de elecciones generales. Francia entera era un hervidero social. El lunes 21 se calculaba que había más de diez millones de huelguistas. El viernes 24 eran los agricultores de Nantes quienes mostraban su descontento bloqueando las carreteras de acceso a la ciudad. Se creó un Comité Central de Huelga que organizó la distribución de comida y gasolina, el control del tráfico y otras actividades de la vida diaria, apoderándose del ayuntamiento durante seis días y llegando a imprimir su propia moneda. Nantes comenzó a ser llamada “la ciudad de los trabajadores”. Nada funcionaba en las mayores ciudades, ni correos, ni teléfonos, ni metro, ni ferrocarriles, llegándose incluso en París a racionar la gasolina. La práctica totalidad de las universidades francesas estaban en poder de los estudiantes y los obreros ocupaban las fábricas.
Ante el cariz de la situación, el entonces presidente de la República, el general De Gaulle, intervino en la televisión el 24 para tratar de apaciguar los ánimos. Pero sus palabras se ahogan entre el griterío de 30.000 personas que marchaban hacia la Bastilla. La sede de la Bolsa –símbolo por excelencia del capitalismo– era atacada e incendiada, un acto que para el artista Jean Jacques Lebel significó el plus ultra de la realización social del happening.
En el Barrio Latino, en el que los trotskistas controlan la situación, la agitación iba in crescendo. Otros intentaron tomar los ministerios de Finanzas y de Justicia, acciones que impidieron grupos menos radicales. Cohn-Bendit se vio obligado a exiliarse esa misma noche. Según este, “si el 25 de mayo Paris se hubiera despertado para ver sus Ministerios más importantes ocupados, el gaullismo hubiera acabado de una vez”. Pero no fue así. Comenzaron entonces las divergencias en el seno del movimiento y las negociaciones con los sindicatos. Pompidou ofreció un aumento del 35% del salario mínimo y el 10% del conjunto de los salarios. El día 26 el Secretario General de la CGT (Confédération Générale du Travail) ratificó el acuerdo. El conflicto se convirtió de nuevo un tema estudiantil. El 28 dimitió el ministro de Educación y el día 30 De Gaulle disolvió la Asamblea. “Todo el pueblo francés debe implicarse para evitar que la existencia normal sea rota por aquellos elementos que intentar evitar que los estudiantes estudien y que los trabajadores trabajen”, declaró.
El 5 de junio únicamente una minoría de trabajadores seguía en huelga. El jueves 6 el transporte público de París, el ferrocarril y la función pública reemprendían la actividad y la Federación de la Educación Nacional llamaba a sus afiliados a poner fin a la huelga, si bien el Sindicato Nacional de Enseñanza Secundaria decidía proseguirla. Veinticuatro horas después, el 7, los empleados de correos, telégrafos y teléfonos (PTT) regresaban a sus puestos de trabajo. Ese mismo día la factoría de la Renault en Flins era desalojada por la fuerza, aunque los enfrentamientos entre trabajadores y fuerzas de seguridad prosiguieron, no obstante, los días siguientes. Un estudiante de secundaria, Gilles Tautin, de diecisiete años, que formaba parte de una delegación de las juventudes comunistas marxistas-leninistas que había acudido a solidarizarse con los obreros, caía al Sena huyendo de la policía y moría ahogado. También en la factoría de la Peugeot en Sochaux, sus veinticinco mil empleados mantenían el paro y eran reprimidos por la CRS, falleciendo el día 11 dos trabajadores, Pierre Beylot y Henri Blanchet, el primero de bala, el segundo al caerse de un muro. Había, además, ciento cincuenta heridos. La CGT llamó a la huelga general para el día siguiente. Curiosamente, ese mismo día se retomaba el curso en los institutos de secundaria.
La campaña electoral había empezado, estaba prohibida cualquier manifestación en la calle mientras durase y se había ilegalizado varias organizaciones de izquierda: Juventud Comunista Revolucionaria, Voix ouvrière, la Federación de Estudiantes Revolucionarios, la Unión de Juventudes Comunistas Marxistas-leninistas, el Movimiento 22 de Marzo… Huelgas y acciones de protesta continuaron, cada vez menos numerosas, más aisladas. El 14 de junio la policía desalojaba el Odéon y dos días después la Sorbona. Todo se resquebrajaba. Cada día más trabajadores reprendían el trabajo, con mejores condiciones económicas, eso sí.
El 23 tenía lugar la primera vuelta de las elecciones. La participación alcanzó el ochenta por cien y la gaullista Unión de Demócratas por la República obtuvo el 43,65 por cien, la Federación de la Izquierda Democrática y Socialista de Mitterrand el 16,53 y el Partido Comunista el 20,02. El 24 finalizaban la huelga los operarios de la Citroën. Tres días después la Escuela de Bellas Artes, que seguía ocupada por los estudiantes, era desalojada violentamente por la policía. El 30 se celebró la segunda vuelta de las elecciones. De Gaulle ganó con el 60% de los votos.