Catalunya: Esto ya no va de independencia

Veo retransmitidos en directo los sucesos de estos días en Catalunya; en Barcelona, sobre todo. Los contemplo con expectación, pero sin preocupación. Los contemplo incluso con la tranquilidad propia de quien asiste a un espectáculo, pues así me los presentan: como un espectáculo, con sus anuncios autopromocionales, sus patrocinadores, sus interrupciones para la publicidad, con las correspondientes sobreimpresiones que anuncian lo que veremos “a continuación”, o “en unos instantes”, una y otra vez.

La tranquilidad dura poco. Tertulianos, analistas, politólogos, economistas, asesores asesorados, columnistas y, por supuesto, políticos parecen competir a ver quién suelta la gilipollez más grande o a ver quién la tiene más larga. En los demás medios ‘de comunicación’ españoles sucede tres cuartos de lo mismo.

“Es una vergüenza la naturalización de la represión por parte de televisiones, periódicos, intelectuales, tertulianos y tuiteros españoles. Están convencidos de que viven en una democracia cuasi perfecta y cualquier crítica a la falta de libertad es interpretada como un ataque de los secesionistas catalanes y una conspiración antiespañola”. Son palabras del artículo de Hibai Arbide Aza –abogado en Barcelona hasta que se fue a vivir a Atenas, donde trabaja como periodista freelance para diversos medios– publicado en El Salto, que lleva el acertado título “Vivir en otro mundo”, uno de los pocos, poquísimos, artículos escritos, entiendo, desde el sentido común y no desde la prepotencia.

Sigue diciendo Arbide Aza: “Una parte significativa de España –la parte sobrerrepresentada en los medios, la cultura y la política– ha decidido vivir en un mundo de fantasía. Su mundo, en el que la Constitución que nos dimos entre todos garantiza nuestros derechos y libertades gracias una transición modélica que cerró las heridas abiertas por una guerra civil en la que hubo excesos en ambos bandos. Una fantasía obscena que solo se sostiene gracias a la repetición machacona del mantra. Un mundo ficticio pero mucho más cómodo de habitar que la jodida realidad. Una ensoñación donde la policía protege los derechos fundamentales, los jueces interpretan la norma conforme a las garantías de un Estado social y de derecho, los representantes políticos velan por el bien común y los medios de comunicación ejercen su función de control del poder”. En este mundo tan falso como interesado, tan irreal como espectacular, se puede ser lo que se quiera. Independentista también, por supuesto. Ahora bien, atente a las consecuencias si no te ciñes a mis reglas de juego. Como nos recuerda en el mencionado artículo Arbide Aza, estamos ante la misma clase de cinismo que la famosa frase atribuida al dictador ugandés Idi Amin: ‘Hay libertad de expresión. Lo que no garantizo es que haya libertad después de expresarte’.

Prepotencia y mediocridad son una mala combinación. Quienes al mismo tiempo mandan y sirven al verdadero poder, el económico, acaban por considerarse a sí mismos, como escribió Tolstoi (El reino de Dios está en vosotros, 1894), seres superiores que “caen en un estado de embriaguez de poder y servilismo al mismo tiempo, con lo que también pierden la conciencia de su responsabilidad”.

“Los responsables policiales admiten su ‘perplejidad’ ante el fenómeno que de la noche a la mañana ha emergido en las calles”, leo en La Vanguardia (19 de octubre). Pues menuda panda de lelos que están al frente de la policía. También los políticos dicen mostrarse sorprendidos. Otros que tal. Vaya ojos de lince.

A ver. Irrumpieron cual elefante en cacharrería cuando el referéndum del 1 de octubre de 2017 con una desmedida, violenta e innecesaria actuación policial. Encarcelaron a los ‘líderes del procés’ y se ensañaron para que todo el mundo tuviera claro que con el Estado no se juega. Que sepa a quien se le ocurra cuestionar su mantra que sobre él caerá todo el peso de la ley. ¿Qué digo peso?, una descomunal maza. De acuerdo con su aviesa lógica, les juzgaron y les impusieron unas penas que el rotativo The Guardian tildó de “draconianas” y calificó de “vergüenza para España” (14 de octubre). Y para rematar la faena cometieron (¿intencionadamente?) la torpeza (o la destreza, vete a saber) de hacer pública la condena un 14 de octubre (el 14 de octubre de 1940 el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, fue condenado a muerte por un consejo de guerra de los militares franquistas, siendo fusilado al alba del día siguiente). ¡Claro que sí! Pa’ chulo, chulo mi pirulo.

Y es que como tengan que salirse lo más mínimo del guión sus esquemas mentales se hacen añicos. Este es el único mundo posible, la única forma de organización social factible. Nada puede existir fuera de ellos. Su cerebro no da para más, demasiados años de adocenamiento continuado (voluntario).

Así las cosas, es natural que estén desconcertados. No esperaban una respuesta de tal calibre. ¿Cómo?, ¿cómo puede ser?, ¿qué pasa? Es el suyo un mundo tan irreal que ni alcanzan a vislumbrar que lo que sucede en Catalunya (me refiero solo a las acciones violentas, o de fuerza) antes han tenido lugar en otros lugares. Que grupos ‘antisistema’ protesten en Bayona con motivo de la cumbre del G-7, vale; que en el movimiento de los chalecos amarillos haya grupos violentos, pues también. Pero, ¿entre nosotros? Somos los mejores, oé, oé, oé…

«Esto ya no va de independencia», les aclara la pintada que figura en la fotografía con la que ilustro este artículo. Con su actuación han propiciado una acción que no entraba en sus cálculos, pero nada nueva. Se remonta a los enragés de la Revolución francesa y se reproduce, por poner uno de los ejemplos más conocidos, en el Mayo del 68 francés –cuyas imágenes de enfrentamientos, barricadas, adoquines levantados para ser usados como munición se asemejan muchísimo a las que vemos estos días de Barcelona–, se deja ver en los bluosons noirs y en otros muchos movimientos contraculturales de lo que ahora se denominan ‘tribus urbanas’. Nada nuevo, salvando todas las distancias.

El comunicado “CNT Barcelona ante los últimos acontecimientos represivos” (19 de octubre) puede que les aclare algo: “[…]  como organización de clase nos situamos en contra tanto del Estado español, como del proyecto de Estado catalán. Ya que todo Estado, en el ejercicio del monopolio de la violencia, y como instrumento de la oligarquía, tiene como objetivo el control y la extracción de la riqueza que genera la clase trabajadora en beneficio de unos pocos. En esta ocasión la propia burguesía catalana ha sido víctima de las redes represivas de una Democracia liberal de la que ha sido parte indispensable durante décadas. No podemos olvidar la tortura en las cárceles catalanas, la corrupción sistemática y la represión hacia nuestra organización y otros muchos colectivos y personas que han sido objeto de la misma. En un claro ejercicio de hipocresía y cinismo, hemos sido testigos de cómo el presidente Quim Torra animaba a manifestarse al pueblo catalán para luego reprimirlo con la policía. El conseller d’interior, Miquel Buch, defendía la actuación de los mossos, condenando la ‘violencia de los manifestantes’. Oriol Junqueras sigue insistiendo en que el conflicto debe resolverse en las urnas, como no. […] Nos desmarcamos de los partidos políticos, de estas organizaciones ‘sindicales’, del nacionalismo”.

Frente al nacionalismo, pues, el internacionalismo. La acción directa no es algo que haya surgido de la noche a la mañana, es una estrategia utilizada en infinidad de ocasiones por los anarquistas. También la solidaridad. Sí, solidaridad (“adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros”, RAE), aunque a alguien pueda escandalizarle. Si bien, igual el que se escandaliza clica luego en el ‘me gusta’ de cualquier publicación –aquí o donde sea– con un texto de Kropotkin o Malatesta. Y junto al internacionalismo, la libertad de los pueblos y la descentralización del poder. Entre los calificados como antisistema entrarían los CDR, una formación anticapitalista que no se conforma con un simple cambio de rostros y de partidos al frente de unas instituciones al servicio del poder económico, que –lógicamente; sí, lógicamente– cuentan con un sector (minoritario) que entronca con lo que decíamos.

Afirmaba al principio del artículo que contemplo los hechos con expectación, pero sin preocupación. Y es que la gente –a la que se le insufla miedo– se acojona pensado que es el caos, el desastre total. Tranquilos. No pasará nada. ¿Qué demonios va a pasar? ¿Qué sucedió en Mayo del 68 con los episodios violentos, o de fuerza, en las calles? Nada.  Y eso que contaban con un respaldo social muchísimo mayor. Las aguas volvieron a su cauce. ¿Alguien puede llegar a imaginar que estos grupos lleguen a hacerse con el poder?, ¿qué se haga realidad su modelo de sociedad? ¡Venga ya! Se pretende restaurar el equilibrio. Pues bien, un equilibrista se caerá enseguida si la cuerda no está bien tensada. Por una parte (la ‘constitucional’) ya lo está. Por la otra se está tensando ahora. Ya verán cómo, más tarde o más temprano, habrá un acuerdo que no sé si solucionará gran cosa, pero se dirá que sí y todos los actores políticos se atribuirán el mérito y se mostrarán satisfechos. Los grupúsculos de los CDR a la marginalidad y los grupos anarquistas y anticapitalistas proseguirán su tarea en otra parte. Mientras, más follón. Dicen que la violencia no se combate con más violencia, ¿y el nacionalismo sí con más nacionalismo y mano dura?

El cerebro del agente de policía

Sin duda se recordará este reciente y lamentable asunto: al ser practicada la autopsia, se halló la caja craneana de un agente de policía vacía de todo rastro de cerebro y rellena, en cambio, de diarios viejos. La opinión pública se conmovió y asombró por lo que fue calificado de macabra mistificación. Estamos también dolorosamente conmovidos, pero de ninguna manera asombrados.

No vemos por qué se esperaba descubrir otra cosa que lo que se ha descubierto efectivamente en el cráneo del agente de policía. La difusión de las noticias impresas es una de las glorias de este siglo de progreso; en todo caso, no queda duda que esta mercadería es menos rara que la sustancia cerebral. ¿A quién de nosotros no le ha ocurrido infinitamente más a menudo tener un diario en las manos, viejo o del día, antes que una parcela, aunque fuera pequeña, de cerebro de agente de policía? Con mayor razón, sería ocioso exigir de esas oscuras y mal remuneradas víctimas del deber que, ante el primer requerimiento, puedan presentar un cerebro entero. Y, por otra parte, el hecho está ahí: eran diarios.

El resultado de esta autopsia no dejara de provocar un saludable terror en el ánimo de los malhechores. De aquí en más, ¿cuál será el atracador o el bandido que vaya a arriesgarse a hacerse saltar la tapa de su propio cerebro por un adversario que, por su parte, se expone a un daño tan anodino como el que pueda producir una aguja de ropavejero en un cubo de basuras? Quizás, a algunos contribuyentes demasiado escrupulosos pueda parecerles en cierta manera desleal recurrir a semejantes subterfugios para defender a la sociedad. Pero deberán reflexionar que tan noble función no conoce subterfugios.

Sería un deplorable abuso acusar a la Prefectura de policía. No negamos a esta administración el derecho de munir de papel a sus agentes. Sabemos que nuestros padres marcharon contra el enemigo calzados con borceguíes también de papel y no ha de ser eso lo que nos impida clamar indomable y eternamente, si es necesario, por la Revancha. Pretendemos solamente examinar cuáles eran los diarios de que estaba confeccionado el cerebro del agente de policía.

Aquí se entristecen el moralista y el hombre culto. ¡Ah!, eran La Gaudriole, el último número de Fin de Siècle* y una cantidad de publicaciones algo más frívolas, algunas de ellas traídas de Bélgica de contrabando.

He ahí algo que aclara ciertos actos de la policía, hasta hoy inexplicables, especialmente los que causaron la muerte de héroe de este asunto. Nuestro hombre quiso, si recordamos bien, detener por exceso de velocidad al conductor de un conductor que se hallaba estacionado, y el cochero, queriendo corregir su infracción, solo atinó, lógicamente, a hacer retroceder su coche. De allí la peligrosa caída del agente, que se hallaba detrás. No obstante, recobró sus fuerzas, luego de unos días de reposo, pero, al ser intimado a recobrar al mismo tiempo su puesto de servicio, murió repentinamente.

La responsabilidad de tales hechos atañe indudablemente a la incuria de la administración policial. Que en adelante controle mejor la composición de los lóbulos cerebrales de sus agentes; que la verifique, si es menester, por trepanación, previa a todo nombramiento definitivo; que la pericia médico-legal solo encuentre en sus cráneos… No digamos una colección de La Revue Blanche y de Le Cri de Paris**, lo cual sería prematuro en una primera reforma; tampoco nuestras Obras completas: a ello se opone nuestra natural modestia, tanto más que esos agentes, encargados de velar por el reposo de los ciudadanos, constituirían más bien un peligro público con la cabeza así rellenada. He aquí algunas de las obras recomendables en nuestra opinión para el uso:

1º) El Código penal; 2º) Un plano de las calles de París, con la nomenclatura de los distritos, el cual coronaría el conjunto y representaría agradablemente, con su división geográfica, un simulacro de circunvoluciones cerebrales: se lo consultaría sin peligro para su portador por medio de una lupa, fijada luego de la trepanación; 3º) un reducido número de tomos del gran diccionario, de Policía, si nos arriesgamos a prejuzgar por su nombre: La Rousse [La Poli, en argot], 4º) y sobre todo, una rigurosa selección de opúsculos de los miembros más notorios de la Liga contra el abuso de tabaco.

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El cerebro del agente de policía fue escrito por Alfred Jarry en 1901. El texto que aquí figura se publicó en el libro ‘Patafísica, junto con Especulaciones, Madrid, Pepitas de calabaza, 2016.

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Notas:

* La Gaudriole tenía como subtítulo “diario de relatos alegres, historias picantes y novelas ilustres”. Fin de Siècle, “periódico literario ilustrado que aparece el sábado”, tenía una tirada de más de 70.000 ejemplares y se había vuelto mucho más insustancial y anodino.

** La Revue Blanche era una revista literaria y artística cercana al anarquismo que se publicó solamente entre 1899 y 1903. Le Cri de Paris era un periódico semanal de carácter político y satírico, muy cercano a La Revue Blanche, que apareció en 1897 y dejó de publicarse en 1940.

El ludismo en el Estado español

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“La fábrica” (1889), óleo de Santiago Rusiñol.

Las transformaciones tecnológicas que se generalizaron por Europa occidental a finales del XVIII y principios del XIX alcanzaron también a España. Esta ‘modernización’ –cuyos rasgos más característicos fueron el acelerado crecimiento demográfico durante casi todo el Setecientos, el impulso económico de la periferia con la aparición de los primeros núcleos industriales y el progresivo intento de llevar a cabo una reforma agraria liberal que supondría la proletarización y la miseria de gran parte del campesinado– conllevó un  empeoramiento de las condiciones de vida las clases populares que, como en Gran Bretaña, les llevó a añorar la sociedad paternalista de décadas anteriores y a poder soñar en el proyecto utópico de una monarquía sin intermediarios entre el rey sus súbditos. [Miquel Izard (1981): “Orígenes del movimiento obrero en España”, en Estudios sobre Historia de España. Obra homenaje a Manuel Tuñón de Lara, vol. 1]

Restos de la antigua siderurgia de Sargadelos.

Restos de la antigua siderurgia de Sargadelos.

El ludismo español no tuvo, por razones obvias, el auge y amplitud del inglés, pero los actos luditas no fueron ajenos al establecimiento de la sociedad industrial-capitalista. Hubo atentados y fueron abundantes las amenazas de destruir la maquinaria a principios del siglo XIX en Segovia, Ávila, Guadalajara y otros lugares de Castilla –donde la industria dispersa gozaba de larga tradición–, en Cataluña, en el País Valenciano (Alcoi) y en Galicia. En esta última, en 1789 la siderurgia de Sargadelos fue incendiada y otros ataques se constatan en la zona pesquera entre finales del XVIII y comienzos del XIX.

Restos de antiguas fábricas en El Molinar (Alcoi), donde se instalaron las primeras máquinas de cardar e hilar.

Restos de antiguas fábricas en El Molinar (Alcoi), donde se instalaron las primeras máquinas de cardar e hilar.

En Alcoi, en 1821 unos mil doscientos hombres de los pueblos circundantes se dirigieron a la ciudad, armados con lo primero que encontraron a mano, y destruyeron las máquinas situadas en el exterior de la misma ─diecisiete, valoradas en dos millones de reales─, aceptando retirarse tras la promesa de las autoridades de desmontar las que se hallaban en su interior. Entre ochocientos y mil trabajadores fueron encausados y setenta y nueve de ellos acabaron en presidio. Durante todo 1822 se sucedieron los rumores de la celebración de reuniones para preparar nuevos ataques, si bien nada serio ocurrió hasta julio de 1823, cuando unos quinientos hombres de las poblaciones vecinas marcharon sobre la ciudad con dicha intención. Un enfrentamiento con las tropas terminó con la revuelta y con numerosos heridos y cinco detenidos. Se repitieron –aunque con menor intensidad– los episodios de destrucción de máquinas, o su intento al menos, en diversos momentos entre ese año y 1844.

“La nena obrera” (1885), óleo de Joan Planella i Rodríguez.

“La nena obrera” (1885), óleo de Joan Planella i Rodríguez.

En Cataluña, el ludismo estuvo activo hasta, por lo menos, 1856. El primer acto ludita datado en Cataluña se remonta a 1823, cuando en Camprodon la multitud destruyó las máquinas de cardar y de hilar de la manufactura de Miquela Lacot. Cuatro de los asaltantes fueron sometidos a un consejo de guerra por haber destruido una máquina de fabricación inglesa. Los hechos de Camprodon fueron seguidos, el 24 de junio de 1824, de la publicación de una real orden que ordenaba a las autoridades que protegieran los establecimientos fabriles ante “los tristes resultados que padecieron las fábricas de Alcoy, Segovia y otras, por iguales causas de anteponer los jornaleros su interés y subsistencia a la autoridad pública”, al mismo tiempo que planteaba la necesidad de los ayuntamientos y los párrocos instruyeran al pueblo en el “bien que trae el uso de las máquinas” y la conveniencia de “emplear en caminos, obras públicas de la provincia y otras labores análogas a estos brazos que claman por ocupación, y abrigan, aunque callen, la inquietud y descontento a la par de su miseria”.

Entre 1827 y 1832 se produjo un notable aumento de las inversiones industriales en Cataluña. Ese último año se introdujo el primer telar mecánico y la fábrica Bonaplata, Vilaregut, Rull y Cía. pasó a ser la primera movida por una máquina de vapor. En ella trabajaban entre 600 y 700 obreros. Se inició de este modo una etapa de progresiva reducción de los costes de producción, que no debe atribuirse solo a la mecanización, también a la continuada sobreexplotación de la mano de obra. En 1835 la fábrica, conocida como El Vapor, fue destruida. El 5 de agosto una multitud heterogénea la incendió a pesar de la resistencia que encontraron por parte de un grupo de obreros, dirigidos por el hijo de Bonaplata, que disparó contra ella. Cuatro trabajadores fueron fusilados al día siguiente y muchos otros terminaron condenados a largas penas de prisión.

Incendio de “El Vapor”. Grabado de la época.

Incendio de “El Vapor”. Grabado de la época.

Otras actuaciones luditas se sucedieron en los años siguientes. En junio de 1836 grupos de obreros intentaron atacaron los talleres e intentaron destruir sus modernas máquinas en Sabadell. El 22 de marzo de 1844 la fábrica de Subirats, Vila y Cía. era incendiada en Igualada (Barcelona) y en septiembre, en Alcoi, se intentaron destruir las nuevas máquinas conocidas como caradas de mecha continua. En 1854 se produjo en Barcelona uno de los movimientos luditas de mayor alcance al ser destruidas gran cantidad de selfactinas (máquinas de hilar) por parte de los trabajadores del hilo a quienes su progresiva introducción –desde 1844– había dejado sin trabajo. El movimiento se extendió por otras poblaciones catalanas como Valls, Mataró, Manresa, Santpedor, Navarcles, Sallent o Sant Andreu del Palomar. Todavía en junio de 1856 aparecieron en diversos centros industriales catalanes pasquines incitando a destruir las fábricas de vapor, llegándose a producir algunos ataques (como el incendio provocado en una hilatura de Les Masies de Roda.

El amplio marco temporal que, como hemos visto, abarcó el ludismo nos muestra que este fue, ante todo, “un estallido violento de sentimientos contra un capitalismo industrial sin limitaciones que desplazaba sin contemplación alguna un código paternalista anticuado pero avalado por tradiciones muy arraigadas en la comunidad trabajadora” [E.P. Thompson (1963): La formación de la clase obrera en Inglaterra] y que los trabajadores lo utilizaron como un modo de presión para conseguir aumentos salariales o mejoras en las condiciones de trabajo. De este modo, como señalara Hobsbawm (1964, Labouring Men: Studies in the History of Labour), nos encontramos ante un incipiente sindicalismo que poco después conduciría a la clase obrera a organizarse de manera permanente –en 1864 se fundaba la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), o Primera Internacional–, a extender sus reivindicaciones y a adoptar otras formas de lucha, con la huelga como principal instrumento.

Extracto de mi artículo “El ludisme” (1985), Debats, núm. 13, 5-15.