
Tríptico La gran ciudad (1928). Óleo de Otto Dix.
―¿Regresarán alguna vez los tiempos de bonanza que conocimos?
―Puede, querida, es una buena oportunidad para replantearse muchas cosas, para que los Estados pongan fin a tanto desmán y creen mecanismos de regulación de la economía. ¿Tú qué dices Sam? Estás muy callado.
―Si la crisis se extiende, no sé si los Gobiernos van a ser capaces de hacer algo así. Temen demasiado a la clase obrera.
―Pues por eso precisamente.
―O no. ¿Y si se les va de las manos y tratan de seguir el modelo soviético?
―Es una posibilidad. Ese temor puede llevar a los Gobiernos a una mayor derechización, a contar con elementos que hasta ahora no consideraban democráticos.
―¿Como aquí? He leído cosas de los nacionalsocialistas muy preocupantes.
―Sí, como aquí. A eso me refiero. Bueno, los nazis son una fuerza minoritaria, ruidosa y violenta, que desgraciadamente tiene mayor peso cada día, político y ciudadano. Ahora, con la crisis, temo que puedan sacar tajada.
―¿Tanto se nota en Alemania la crisis?
―Empieza a notarse. Piensa que los principales inversores son americanos y ya han empezado a retirar los préstamos a Alemania. Buena parte de la derecha siempre se ha opuesto al pago de las reparaciones de guerra. Desde que se aprobó el Plan Young este verano, aunque mejoraba las condiciones de pago de la deuda, los nacionalistas y los racistas de Hitler no pararon hasta conseguir las firmas necesarias para convocar un referéndum. Sea cual sea el resultado, lo cierto es que se está reforzando el sentimiento nacional y cada vez es mayor el número de alemanes que creen que todos sus males vienen de fuera, de las democracias.
―Pero también he leído que la vida intelectual y artística de este país no tiene parangón, que Alemania es el epicentro de la cultura mundial.
―Berlín sobre todo. Pero igual que Nueva York no es Estados Unidos, tampoco Berlín representa toda Alemania.
―Pero el peso de Berlín, como el de Nueva York o el de Washington, supongo que será determinante.
―Berlín vive de noche y sueña por el día. Ya lo irás viendo tú mismo. Pero cada día a los berlineses les cuesta más vivir y soñar.



El cabaret Weisse Maus en 1924.

Travestidos bailado en Eldorado. Principios de 1930.
Poco después, Sam escribía acerca de sus primeras impresiones [acerca de Berlín] en su cuaderno.
Dice una canción de moda que como Berlín no hay dos. La ciudad, desde luego, parece empeñada en evidenciar que tal aseveración dista mucho de ser un tópico. Pero no es así. Hay dos Berlín. O igual es uno, la verdad es que no estoy seguro. Es preferible, de todos modos, que sean dos. Y sería bueno que se armonizaran cuanto antes. Esta hermosa ciudad, donde la literatura, el teatro, la música y todas las demás manifestaciones culturales y artísticas alcanzan un desarrollo que ya quisieran muchos países, incluido el nuestro, no puede fragmentarse en círculos concéntricos que tienen el mismo punto de partida, pero radios diferentes.
Posiblemente sea un pintor del movimiento Nueva Objetividad, Otto Dix, quien mejor ha sabido plasmar la realidad de Berlín. Cuando contemplé su tríptico Metrópolis comprendí las palabras que un poeta escribió hace poco acerca de sus habitantes: “aunque las horas se escapan, ellos no sienten que se acerca su fin”.

Miro a mi alrededor en la alocada y ruidosa noche berlinesa y me parece que sigo viendo la obra de Dix. Me fijo en los veteranos de guerra, los tullidos que vagan por la calle pidiendo limosna, en sus rostros desencajados que son la viva imagen del desaliento. No sé si hay tantos como veo, y desde luego su expresión nada tiene que ver con los semblantes desenfadados de los compuestos caballeros que frecuentan los cabarets, repeinados al estilo de Rodolfo Valentino (también las mujeres: un producto llamado Bakerfix las ayuda a alisar su cabello como el de Joséphine Baker).
A veces incluso dudo de que existan, de que estén ahí y no sea una alucinación. Veo al mismo lisiado que figura en la parte izquierda del tríptico arrastrando sus piernas de palo, apoyándose en unas muletas. A su lado está el mismo perro, que ladra en dirección a los muñones del desgraciado excombatiente. También observo al mismo soldado de Dix, muerto, en la calle, obstaculizando el paso, molestando a los transeúntes que bien no advierten lo mismo que yo o bien están acostumbrados a tales inconvenientes y no le prestan la más mínima atención. Tampoco el tullido repara en su compañero, cadáver, sus ojos se dirigen a las pintarrajeadas prostitutas que exhiben sus encantos. Todo parece distante y frío, al tiempo que seductor. Berlín es fascinante cuando uno se abstrae de la realidad, lo que es fácil entre tanto espectáculo y tanta diversión. Pero a poco que uno se descuide se encontrará de nuevo con los personajes de Dix incluso en los refinados ambientes de los clubs más selectos, donde las orquestas de jazz se van turnando en un continuo frenesí. Volverá a toparse con inexpresivas parejas que danzan hasta la extenuación, con personas de las que resulta difícil adivinar su género a pesar de la vestimenta femenina, con borrachos, prostitutas y toda clase de excluidos a los que nadie parece ver. Igual no existen y es solo cosa mía, pero el Berlín de Dix es cualquier cosa menos una ciudad hospitalaria.
Manuel Cerdà: fragmento de mi novela Adiós, mirlo, adiós (Bye Bye Blackbird), 2014. Nueva edición 2019.
amo molto Otto Dix!
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Dix ed espressionismo tedesco sono dei pochi, molto poche, che me meritano un certo rispetto nel campo delle arti plastiche dal postimpressionismo.
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my email handle at (pacyt83@gmail.com) i am
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Los grandes travestidos no gastan en disfraces… Me gusta. Salud y saludos.
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De esos hay un montón, y cada día se prodigan más en los medios.
Saludos y salud, Iñaki.
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Hola Manuel que bien describes la Alemania de esos tiempos en tan solo fragmentos de tu Novela , en especial Berlín y lo que acontecía a la ciega mirada de los que escapan a la realidad , no podías tener mejor acompañamiento para ello la Obra de Otto Dix , uno de los Pintores del llamado Exprecionismo Aleman que más admiro , me encantó y gracias
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En realidad, no soy yo quien describe el Berlín de finales de los años 20 sirviéndose de la obra de Dix, sino Sam Sutherland, el protagonista de mi novela “Adiós, mirlo, adiós”. No todo lo que dicen o hacen los personajes de mis novelas representa mi opinión. Dicho esto, el expresionismo alemán es de lo poco, muy poco, que me merece cierto respeto en el campo de las artes plásticas desde el postimpresionismo.
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