Un río de niños en el jardín del Túria de Valencia, el primer día de desconfinamiento para menores de 14 años. / Miguel Lorenzo, El Periódico.
Me preguntaba ayer (“Iniquidad y estulticia: los niños y el coronavirus”) qué iba a pasar con los niños, especialmente con los peques, el primer día que podían salir a la calle tras el irracional y cruel encierro a que han estado sometidos durante 43 días. Era de suponer que querrían ir al parque, ansiosos, y jugar y juntarse con sus amiguitos. Los padres debían hacer de vigilantes. Colaboradores necesarios de la policía, tenían la obligación de impedir que tal cosa sucediera y mantener a los niños lejos de cualquier contacto con los demás. Resulta obvio que tal misión no iba a ser fácil. Y no lo fue. Los niños pasaron olímpicamente de normas y los padres se vieron impotentes para frenar su júbilo, dejando de mantener la obligatoria distancia también entre ellos. En unos sitios se cerraron los parques infantiles y los jardines públicos. En otros no, como en Valencia, donde –decía también ayer– al parecer somos un poco más sádicos, pues la labor de vigilancia por parte de los padres se incrementaba. Los problemas también. Los niños hicieron de niños y los padres ejercieron como padres, aunque fuera desbordados por la situación. Fallaron como policías, pues. Pero ahí estaban esos ciudadanos responsables, contribuyentes escrupulosos, para hacer de colaboradores, de delatores, sacar el policía que llevan dentro y alimentan de noticias y opiniones mediáticas, y hacer buena la máxima de Rousseau: “Un pueblo libre […] obedece leyes, pero solo estas, y precisamente por la fuera de ellas no obedece a los hombres”.
En fin, que se armó la de dios. Hoy señala al respecto el diario Las Provincias que “algunas escenas que se dieron en algunos parques de Valencia, sobre todo en el Jardín del Turia, pusieron sobre aviso al Consistorio, que a primera hora de la tarde advirtió de que si no se cumplían las normas volverían a cerrar los parques y jardines”. Esas escenas fueron grabadas por los ‘policías amateurs’ y se divulgaron a través de las redes sociales. Mostraban cientos de niños jugando juntos, con padres hablando a escasa distancia, especialmente en determinados tramos del Jardín del Turia y los alrededores del Palau de la Música.
La diosa imbecilidad, mucho más que la astucia de la razón, ejercía así, una vez más, su señorío mundano. ¿Ahora hay que estigmatizar también a los niños? De acuerdo en que el primer móvil que auxiliar de la obediencia que percibe el espíritu es el instinto de conservación, y que cuando esto sucede el miedo se apodera de gran parte de la sociedad, dispuesta a sacrificar sus libertades por la seguridad. Pero “sacrificar libertad por seguridad es tan insensato como preferir incompetencia a competencia, o la autocracia a la rendición de cuentas” (Antonio Escohotado).
El vídeo que sigue es uno de los que más ha circulado por las redes sociales. Habrá quien vea en él un ejercicio de responsabilidad. Yo solo veo un par de mentecatos confidentes que criminalizan a los padres y propician un clima de inseguridad que facilita la exclusión, la discriminación y la estigmatización. ¡Dejad a los niños en paz!
He visto llorar a una de mis hijas, de rabia, de fastidio, de sentirse perdida, de no saber cómo sobrellevar el encierro, aislamiento o como le quieran llamar. He visto a mí hija menor reencontrarse con un amigo y compañero de la escuela abrazarse y que sus ojos se humedezcan de la emoción, con sus ocho años. Acaso también quieren que dejemos de ser humanos…
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Les da igual, Sebastián. Demasiados intereses y absoluto servilismo. Que la economía no se resienta. Viva el dios Mercado. ¿Qué sabrán ellos de humanidad? Las marionetas no sienten. Por eso son movidas por otros. Que los suban todos a un globo que no pueda soltar lastre y corten la cuerda.
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Reblogueó esto en El Noticiero de Alvarez Galloso.
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Me río cuando leo que van a intentar que no coincidan muchos niños en el áula o en los recreos. Si las áulas están masificadas, en un colegio de mi barrio prefabricado, las aulas son de menos de 30 metros cuadrados y los patios dan risa de lo pequeños que son . Además por mucho que les digamos a los niños que deben guardar las distancias, se tocarán, se tirarán al suelo, se abrazarán, se pelearán, se prestarán los lápices que otro ya mordió ,botellas de agua que el otro ya usó y a la salida de los colegios se mezclarán y jugarán. Quienes pensaron en estas normas no han tratado con niños. Viva la alegría de mis niños.
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Toda la razón, Cande. Los niños son alegría, vida, y las propuestas de estos «entendidos», que como bien dices no deben haber tratado con niños, es tristeza y anulación de su ser. Triste. ¡Vivan los niños!
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En mi pueblo fueron exactamente 31 las criaturas que pudieron gozar del minidesconfinamiento con reparos, y como, salvo a las más chiquitajas, a todas se las había aleccionado bajo un criterio común, mantuvieron las distancias escrupulosamente. Y eso fue lo más doloroso para quienes ejercimos de acompañantes. De nada sirvieron los globos que se habían colocado en ventanas y balcones ni la alegre música que sonaba desde los altavoces del Ayuntamiento ni la gente mayor aplaudiendo desde sus casas ni la inmensa pancarta colgada en la escueleta con un “Cuando esto acabe os vamos a comer a besos”. Claro que las criaturas disfrutaron del momento, corrieron, se patearon las pocas calles, estuvieron en los huertos, en la orilla del río y rieron y gritaron bajo las mascarillas con dibujitos, pero para las personas adultas, pese a lo emotivo de la kedada en la plaza, con la distancia preceptiva, fue un momento amargo no poderles ver jugar en grupo ni cogerse las manos enguantadas ni palmearse la espalda ni agarrarse mutuamente con los brazos pasados por la nuca…
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Que un momento así acabe dejando un sabor agridulce es triste. Tristes deben ser quienes dictan estas normas. Tristes, mediocres y apagados. En fin…
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Nos dan dosis homeopáticas cada día y lo vamos sintiendo si nos quitamos el traje de buzo… Saludos y como no, salud.
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Nos dan por el saco, Iñaki. Y sin vaselina. Pero no parece que nos importe.
Saludos y ¡salud! (física y mental).
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Acaso no dijeron que podian salir a jugar, pues a jugar salieron, no a rezar…mare meva!
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Esto no tiene ni pies ni cabeza, Bueno, sí. Cabezas hay demasiadas. Que las usen para pensar es otra cosa. Mindundis al poder.
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Vamos a ver las normas que nos pondrán a nosotros el sábado…un saludo Manuel y un abrazo
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A mi me toca salir de los últimos, pero como buen misántropo que soy me la trae al pairo.
Un abrazo, Francisco.
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No hay regla sin excepción. Y bien podría rezar esta frase acerca de la maldad del linchamiento, que excepcionalmente en un caso como el de hoy se podría trocar si no en bondad, si en casi conveniente como método de defensa propia.
Eso sí, sin violencia, convertida la acción a un ostracismo vergonzante.
Porque estos “ciudadanos”, modernamente llamados “chivatos de ventana” lo que pretendían era un linchamiento.
Y como todo buen chivato y buena turba, de modo cobarde, ejecutado por la fuerza pública sin que ellos mancharan sus manos, amparados en su anonimato, el pecado original de las mal llamadas redes sociales.
Y es que cuando la autoridad se desprovee de legitimidad, también lincha, no ejerce la justicia.
Es pues pagarles con la misma moneda.
Sean bienaventurados los perseguidos por causa de la Justicia, y malnacidos los perseguidores (esto último lo añado de mi cosecha, recuperando el tono bíblico del antiguo testamento).
¡Y que se jodan esos maldito malnacidos, explotadores infantiles!.
ATPC ( sí, a tomar por culo, con mayúsculas).
Saludos
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Que se jodan, Caito. Y a tomar por culo a no ser que les guste.
Saludos y ¡salud!
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Mientras no tengas problema en que utilice el español… El inglés no se me da nada bien.
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También puedes ver esto : mustafagucluesp.art.blog
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