Los niños se portaron como niños ayer en Valencia y algunos ciudadanos actuaron como policías amateurs

Me preguntaba ayer (“Iniquidad y estulticia: los niños y el coronavirus”) qué iba a pasar con los niños, especialmente con los peques, el primer día que podían salir a la calle tras el irracional y cruel encierro a que han estado sometidos durante 43 días. Era de suponer que querrían ir al parque, ansiosos, y jugar y juntarse con sus amiguitos. Los padres debían hacer de vigilantes. Colaboradores necesarios de la policía, tenían la obligación de impedir que tal cosa sucediera y mantener a los niños lejos de cualquier contacto con los demás. Resulta obvio que tal misión no iba a ser fácil. Y no lo fue. Los niños pasaron olímpicamente de normas y los padres se vieron impotentes para frenar su júbilo, dejando de mantener la obligatoria distancia también entre ellos. En unos sitios se cerraron los parques infantiles y los jardines públicos. En otros no, como en Valencia, donde –decía también ayer– al parecer somos un poco más sádicos, pues la labor de vigilancia por parte de los padres se incrementaba. Los problemas también. Los niños hicieron de niños y los padres ejercieron como padres, aunque fuera desbordados por la situación. Fallaron como policías, pues. Pero ahí estaban esos ciudadanos responsables, contribuyentes escrupulosos, para hacer de colaboradores, de delatores, sacar el policía que llevan dentro y alimentan de noticias y opiniones mediáticas, y hacer buena la máxima de Rousseau: “Un pueblo libre […] obedece leyes, pero solo estas, y precisamente por la fuera de ellas no obedece a los hombres”.

En fin, que se armó la de dios. Hoy señala al respecto el diario Las Provincias que “algunas escenas que se dieron en algunos parques de Valencia, sobre todo en el Jardín del Turia, pusieron sobre aviso al Consistorio, que a primera hora de la tarde advirtió de que si no se cumplían las normas volverían a cerrar los parques y jardines”. Esas escenas fueron grabadas por los ‘policías amateurs’ y se divulgaron a través de las redes sociales. Mostraban cientos de niños jugando juntos, con padres hablando a escasa distancia, especialmente en determinados tramos del Jardín del Turia y los alrededores del Palau de la Música.

La diosa imbecilidad, mucho más que la astucia de la razón, ejercía así, una vez más, su señorío mundano. ¿Ahora hay que estigmatizar también a los niños? De acuerdo en que el primer móvil que auxiliar de la obediencia que percibe el espíritu es el instinto de conservación, y que cuando esto sucede el miedo se apodera de gran parte de la sociedad, dispuesta a sacrificar sus libertades por la seguridad. Pero “sacrificar libertad por seguridad es tan insensato como preferir incompetencia a competencia, o la autocracia a la rendición de cuentas” (Antonio Escohotado).

El vídeo que sigue es uno de los que más ha circulado por las redes sociales. Habrá quien vea en él un ejercicio de responsabilidad. Yo solo veo un par de mentecatos confidentes que criminalizan a los padres y propician un clima de inseguridad que facilita la exclusión, la discriminación y la estigmatización. ¡Dejad a los niños en paz!