Los dos palmos de rigor con que se medían las buenas costumbres

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Lado Tevdoradze ©

Empezábamos por entonces a salir juntos chicos y chicas, íbamos al cine, todos los sábados y domingos, aunque cada uno por su cuenta, chicos y chicas quiero decir, siempre ellas primero, pues nosotros ni tan solo comprábamos la entrada hasta que no estuvieran dentro. (…) Yo me situaba detrás de Rosaura y contemplaba su preciosa melena rubia que brillaba con los haces de luz que proyectaba la cámara. Sigilosamente, haciendo como que me rascaba la rodilla, rozaba sus cabellos, suaves, y luego olía mi mano. Y así un sábado y un domingo tras otro. Dos películas cada día, y nodo, y algunos tráileres también. Más de cuatro horas detrás de Rosaura, acariciando furtivamente su pelo. ¡Cuántas películas he visto a través de su melena sin enterarme ni siquiera del argumento!, quedándome con algún detalle aislado.

GuatequeNo mucho después comenzamos a sentarnos juntos y casi al mismo tiempo a organizar guateques. Los sábados continuábamos yendo al cine, mientras que los domingos por la tarde nos reuníamos para bailar, introduciendo así nuevos elementos en ese ritual de mutuo conocimiento que habíamos iniciado y que suponía la posibilidad de un mayor acercamiento, más carnal, es decir, más real, hacia las chicas. Cuando hacía buen tiempo, el jardín de mi casa ─bueno, la de mi abuela y mi madre─ era el sitio que todos preferíamos. Yo estaba contento de que así fuera. (…) en aquellos momentos lo único que me interesaba realmente era poder estar cerca de Rosaura, más cerca, lo más cerca posible. Después de tantas películas en las que apenas si había pasado de coger su mano, podía poner mis manos en su cintura, no abrazarla por la cintura, pues siempre había que mantener una escrupulosa distancia. Como con todo placer, dicen. Si esta se reducía, la distancia, si las manos rodeaban el cuerpo de la compañera de baile de forma que pudieran juntarse en la espalda y su pecho rozaba el mío, siempre había alguna que no bailaba que simplemente con la mirada advertía de los peligros que tal aproximación conllevaba. Naturalmente Rosaura, como las demás, se apartaba hasta volver a dejar entre ambos los dos palmos de rigor con que se medían las buenas costumbres.

Manuel Cerdà: El viaje (2014).

Publicada originalmente en: https://musicadecomedia.wordpress.com/2015/04/02/los-dos-palmos-de-rigor-con-que-se-median-las-buenas-costumbres/

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