Fotograma de la película ‘El hombre de la cámara’ (1929).
El grito enorme que se eleva desde todas nuestras ciudades industriales, más ruidoso que el rugir de los hornos, nos dice en cada momento […] que allí producimos de todo, menos hombres. […]
Tenemos que darnos cuenta de que se nos presenta una difícil elección en esta materia. Debemos hacer de esta criatura o un instrumento o un ser humano. No podemos hacer amabas cosas. Los hombres no están hechos para trabajar con la precisión de los instrumentos, para ser exactos y perfectos en todas sus acciones. […]
En esta época hay un afán constante por separar ambas clases de trabajo; queremos que unos hombres estén siempre pensando y otros siempre trabajando, y a los primeros les llamamos caballeros y a los segundos operarios. En realidad, empero, el trabajador debería pensar con frecuencia y el pensador también tendría que trabajar a menudo. Tal como están las cosas convertimos a ambos en ungentle [sin gentileza, sin caballerosidad], el uno envidiando y el otro despreciando a su hermano. Al final, el grueso de la sociedad está compuesto por pensadores mórbidos y por obreros miserables. […]
Hemos estudiado mucho y perfeccionado sobremanera, últimamente, ese gran invento de la civilización que es la división del trabajo; empero, le damos un nombre falso. Hablando en propiedad, no es el trabajo lo dividido, sino los hombres. Divididos en meros segmentos de hombres, rotos en fragmentos diminutos y migajas de vida; de modo que toda la inteligencia que le queda a un hombre no basta para fabricar un alfiler o un clavo, sino que se agota a sí misma en hacer la punta o la cabeza de un clavo.
Ese monstruoso y venerado aparato que es el parlamentarismo no funciona en absoluto. Resulta ridículo seguir aferrado al parlamentarismo en nombre de la equidad y de la democracia.
Hace no mucho tiempo [el parlamentarismo] constituía un movimiento espiritual. Probablemente un fenómeno de reacción. Heine, Börne, la literatura política del 48 y anterior a Bismarck. Al cabo de poco tiempo, se ha convertido simplemente en un medio (muy imperfecto) de entenderse. Antes, se hacía política en la medida en que las gentes con vocación política buscaban compañeros de partidos y se comprometían. Hoy en día se ha convertido en un escrutinio de la propia voluntad política. Ya no se buscan medios para alcanzar un fin, sino ese mismo fin. No hay que dejarse engañar por los programas de los partidos; no son más que avatismos. Mucho más importante es la indiferencia de los electores. Políticamente indiferentes: … por cien. […] Puesto que ya sabemos cuáles son los motivos por los que una parte todavía grande del resto ingresa en un partido, puede decirse que ese monstruoso y venerado aparato que es el parlamentarismo no funciona en absoluto. Por ello resulta ridículo (por mucho que el bolchevismo confiera un tinte trágico a esa ridiculez), seguir aferrado al parlamentarismo en nombre de la equidad y de la democracia. […]
La prensa constituye otro de
esos intentos. Forma la opinión pública, pero después se la considera más bien
como un espejo de la misma.
Administración de justicia.
Escuela.
Grafomanía. Círculos editoriales
no asociados.
Resumiendo: un inmenso cuerpo
humano regido por una casta de reyes, señores feudales y financieros, o de
políticos y financieros. Grupos que muestran determinadas tendencias y
ambiciones, pero con un conocimiento muy escaso sobre los otros grupos. […] Es
como si cada uno estuviera aferrado al lugar donde ha crecido. La organización de
la comunicación no ha avanzado a la misma velocidad que los obstáculos del
tráfico. En este terreno se desarrollan las brillantes y libres capacidades de
cada cual. Esa es la imagen real. Y no aquella que ha esbozado el socialismo de
una clase burguesa que ha monopolizado para sí todos los bienes materiales y
espirituales. Esta burguesía es incapaz de aprovechar los bienes espirituales,
y los materiales no tienen sino unos pocos usufructuarios. […]
En el centro, el individuo. Su impotencia.
El enorme desarrollo de los hechos. Ese abismo insalvable entre el individuo y
la comunidad. Los elementos constituyentes de una nueva ética, solo en la
medida en que tengan en cuenta el estado de las cosas. […]
La vida inconsciente.
La vida consciente pero
automática.
Los ideales representan un papel
muy limitado. En ocasiones, conducen a extrañas explosiones. Revoluciones. […]
Estamos ante la soberanía absoluta
de la rutina. La reacción por incapacidad [humana] y no por mala voluntad.
Dominio de los políticos del pasado. Dominio de las ideas del pasado. […]
Socialistas de noviembre:
proclamarse con entusiasmo socialista de noviembre. Por qué se quedó uno al
margen; por qué intervino. Los oportunistas de las jornadas de noviembre se
asimilarán; serán funcionarios socialistas del mismo modo que fueron
funcionarios clericales.
Si no se puede socializar la
economía, se podría al menos preparar las bases intelectuales de esa
socialización. De eso ni se habla. Pensamos: como cabezas no pasan de mediocres,
pero ellos, los líderes socialistas, se convertirán en políticos; ahora constatamos
con horror que sí son cabezas.
Robert Musil: “Cuaderno
19. 1919-1921. ¡Último baile!”, en Diarios 1899-1941/42, Valencia,
Edicions Alfons el Magnànim, 1994 (primera edición, en alemán, 1976).
Las Trece Rosas con algunas compañeras más en cárcel de mujeres de Ventas.
«Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija que ya jamás te podrá besar ni abrazar. Que no me lloréis. Que mi nombre no se borre de la historia». Estas palabras son las últimas que escribió Julia Conesa, una joven de 19 años que fue fusilada –junto a otras doce muchachas más, la mitad de ellas miembros de las Juventudes Socialistas Unificadas– por el régimen franquista en Madrid tal día como hoy, 5 de agosto, de 1939. Un crimen atroz para el que no existen paliativos y que define muy bien las ansias de venganza de los que se rebelaron contra el régimen que en 1931 eligieron los españoles: la República. Todas ellas fueron previamente torturadas.
Las treces muchachas asesinadas –conocidas como Las Trece Rosas– fueron, además de Julia Conesa Conesa (19 años, modista), Carmen Barrero Aguado (20 años, modista), Martina Barroso García (24 años, modista), Blanca Brisac Vázquez (29 años, pianista), Pilar Bueno Ibáñez (27 años, modista), Adelina García Casillas (19 años, activista), Elena Gil Olaya (20 años, activista), Virtudes González García (18 años, modista), Ana López Gallego (21 años, modista), Joaquina López Laffite (23 años, secretaria), Dionisia Manzanero Salas (20 años, modista), Victoria Muñoz García (18 años, activista) y Luisa Rodríguez de la Fuente (18 años, sastre).
“Que mi nombre no se borre de la historia”, pidió Julia. Ni el suyo ni el de sus doce compañeras. Por eso las recordamos hoy.