Pongo fin a una vida que me pareció que albergaba todas las grandezas, cuando solo vi la incapacidad de quererlas. Si tuve certezas, siempre recuerdo que todos los locos las tuvieron mayores.
El escrúpulo de la precisión, la intensidad del esfuerzo para ser perfecto, lejos de ser estímulos para actuar, son facultades íntimas para el abandono. Más vale soñar que ser. ¡Es tan fácil verlo todo conseguido en el sueño!
Mil ideas juntas, cada una un poema, que crecían en balde. De tantas, no podía acordarme de cuándo las tuve, y menos cuando ya las había perdido.
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Tengo todas las condiciones para ser feliz, salvo la felicidad. Las condiciones están desligadas unas de otras. […]
Aparto la pena y veo, por la ventana abierta al campo nocturno, la luz de la luna alta y redonda que da al aire un nuevo aspecto. Cuántas veces una vista como esta me acompaña en meditaciones sin fin, en sueños sin propósito, en vigilias sin trabajo ni discurso.
Siento el corazón como un peso inorgánico.
En el silencio enteramente negro de las auroras quedas, su perfil se recorta como si hubiera verdad. […]
Desde que existe inteligencia, toda vida es imposible.
Fernando Pessoa: La educación del estoico (1928). El texto seleccionado ha sido extraído de la edición publicada en castellano en 2005 (traducción de Roser Vilagrassa).
El grito enorme que se eleva desde todas nuestras ciudades industriales, más ruidoso que el rugir de los hornos, nos dice en cada momento […] que allí producimos de todo, menos hombres. […]
Tenemos que darnos cuenta de que se nos presenta una difícil elección en esta materia. Debemos hacer de esta criatura o un instrumento o un ser humano. No podemos hacer amabas cosas. Los hombres no están hechos para trabajar con la precisión de los instrumentos, para ser exactos y perfectos en todas sus acciones. […]
En esta época hay un afán constante por separar ambas clases de trabajo; queremos que unos hombres estén siempre pensando y otros siempre trabajando, y a los primeros les llamamos caballeros y a los segundos operarios. En realidad, empero, el trabajador debería pensar con frecuencia y el pensador también tendría que trabajar a menudo. Tal como están las cosas convertimos a ambos en ungentle [sin gentileza, sin caballerosidad], el uno envidiando y el otro despreciando a su hermano. Al final, el grueso de la sociedad está compuesto por pensadores mórbidos y por obreros miserables. […]
Hemos estudiado mucho y perfeccionado sobremanera, últimamente, ese gran invento de la civilización que es la división del trabajo; empero, le damos un nombre falso. Hablando en propiedad, no es el trabajo lo dividido, sino los hombres. Divididos en meros segmentos de hombres, rotos en fragmentos diminutos y migajas de vida; de modo que toda la inteligencia que le queda a un hombre no basta para fabricar un alfiler o un clavo, sino que se agota a sí misma en hacer la punta o la cabeza de un clavo.
Enrico Baj en 1983 ante su obra Il mondo delle idee, en la que aparece Ubú, el personaje creado por Alfred Jarry, sujeto recurrente en Baj.
1. Despreciamos el peligro, el derroche y la fuerza.
2. Coraje, audacia, exaltación comportan lucha y muerte.
3. Despreciamos el movimiento agresivo, el insomnio febril, la carrera, el salto mortal, la bofetada y el puño. Ensalzamos la quietud pensativa, el éxtasis del sueño y el dulce no hacer nada.
4. Velocidad es inmundicia: el más bello automóvil de carreras, tonante, que parece correr sobre el filo de la metralla, da asco si se compara a cualquier imagen natural o artística; y dejar en paz a la ‘Victoria de Samotracia’ [referencia a la escultura que sirve de símbolo a la marca de coches Rolls Royce, NdT].
5. Despreciamos el volante, el cambio, el acelerador, el reprís del motor y la apestosa gasolina, droga de todo motorista. La petroleodependencia está a un nivel insoportable.
6. Ardor, pompa, magnificencia acompañan la creatividad del poeta lejos de rimbombantes ferrallas.
7. No hay belleza sino en la quietud. La agresividad no tiene nada que ver con arte ni con poesía, más bien es lo opuesto.
8. La dimensión humana se desarrolla siempre en el espacio y el tiempo, en los límites del territorio y la duración. La eterna velocidad omnipresente es una solemne memez. Queremos yacer, y fornicar sin prisas.
9. Queremos glorificar la Mujer, y despreciar la guerra, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructivo y las “bellas” ideas por las que se muere. La única muerte aceptable es la del propio lecho.
10. Museos, bibliotecas, academias no nos conciernen, pero no hay ninguna necesidad de destruirlas. Estamos a favor del feminismo, a favor de la mujer portadora de vida y no destrucción. Rechazamos, pues, la imagen aberrante de una paridad sexual que no existe y la machización en la jefatura de la industria, en la competencia y en la violencia.
11. Dan asco las grandes multitudes manipuladas por los medios, el celo de los arsenales y de las obras, los ríos hediondos y venenosos, los movimientos revolucionarios e inauténticos de las violentas y criminales ciudades modernas. Da saco la algazara de las locomotoras y cada pretexto movilizador que induce corrupción, consumismo, miasmas, contaminaciones y accidentes en cadena. Queremos una ciudad solar.
Fundamos hoy el Futurismo Estático, en nombre del inmovilismo plástico, para liberar a los hombres de la gangrena de del movimiento, del motor, del turismo ya sea vacacional ya sea intelectual. Creéis que estamos locos porque proponemos una nueva sensibilidad. Fuera de la atmósfera, los espacios son infinitos y la galaxia en la que vivimos es de tal dimensión que cada movimiento se anula. En la calma y en la huella de quien quiera desplazarse todavía naturalmente se puede encontrar nuestra medida que es ilimitación. La imaginación de los cielos es nuestro hábitat que escanda el tiempo en el devenir de la memoria. Estirados sobre el lecho del mundo, acariciamos la bóveda celeste.
¡Ubú está con nosotros! ¡Ha! ¡Ha!
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El texto del “Nuevo manifiesto futurista” lo he extraído del libro de Enrico Baj ¿Qué es la ‘patafísica? (1994) en la edición de 2007 de Pepitas de calabaza. Incomprensiblemente, ni en la parte introductoria “Erico Baj, o la ‘Patafísica entendida como”, ni en el “Epílogo”, ambos obra de José Manuel Rojo, se indica el año en que fue redactado. He buscado exhaustivamente en internet en varios idiomas y lo único que he averiguado es que fue publicado por primera vez en 1983 (Edizioni Henry Beyle), pero su redacción, teniendo en cuenta el contexto, debió ser anterior.