El fútbol, el nuevo esperanto

Hinchas del Borussia Dortmund

El fútbol se ha convertido en el nuevo esperanto, una moderna lengua franca en el más estricto sentido de la palabra. Es un idioma puente, un idioma comercial que facilita el intercambio cultural en todo el mundo. Un amigo mío, que viajó a una región remota de Vietnam me contó que, durante las dos semanas que estuvo allí, consiguió salir adelante empleando solo dos palabras: David Beckham. […]

Este deporte es igualitario porque tiene algo que le gusta a todo el mundo. Es el último bastión del tribalismo en un mundo civilizado. Por tanto, es un refugio del pensamiento políticamente correcto. […] Tanto los hombres como las mujeres se sienten a salvo en el mundo del fútbol. Es un enclave que se aleja de los valores santurrones de la BBC, del Guardian, del Partido Laborista […] y de todas las preocupaciones del mundo. Cuando intentas derribar las murallas, lo haces bajo tu propia responsabilidad. Ir al fútbol es como decir “que te den” a todo lo que acabo de mencionar. Cuando vas al fútbol no tienes que preocuparte por los esfuerzos económicos de tu país, por la gripe aviar, por el sida, por la igualdad de género, por la guerra de Irak, por Afganistán, por el conflicto de Irlanda del Norte, por el hambre en África, por el terrorismo islámico, por el 11-S, por los palestinos… De hecho, no tienes que preocuparte por casi nada aparte de por el partido en sí. Y no solo eso, sino que, además, un estadio de fútbol es, para mí, el único sitio del mundo donde una persona adulta puede comportarse como un niño sin que los demás se den cuenta o les importe un pimiento en caso de que se la den.

Philip Kerr: Falso nueve, 2015 (edición en castellano de 2018, traducción de Víctor M. García de Isusi).

Stefan Zweig y un servidor

Mi más sincero agradecimiento a Ana de la Calle por esta reflexión literaria en la que me compara nada menos que con alguien de la talla de Stefan Zweig, uno de los escritores más sobresalientes del siglo XX. Un honor que no merezco, pero que me halaga sobremanera y colma mi ego.

Louis Ferdinand Céline (1894-1961)

Calle Girardon (París), grafiti que recuerda que aquí vivió Céline entre 1941 y 1944.

Detengámonos unos instantes en el cruce de Norvin con Girardon, no lejos de la place de Clichy. Allí comienza el Viaje al fin de la noche, de Louis Ferdinand Céline. Este escritor rebelde, genial y colaborador detestable, vivió en la rue Girardon entre 1941 y 1944, el tiempo de la ocupación nazi. En el sétimo izquierda de este edificio –que guarda el privilegio de ser escenario de las extravagancias de Locura para otra vez– dos ventanas dan al molino de la Galette y las otras dos dejan ver el patio interior con París de fondo. Los aviones arrasaban la ciudad y Céline contemplaba este espectáculo apocalíptico: “Es cierto, yo tenía mi “7”, ¡el aire!, ¡la vista!, ¡lejana!, ¡cien kilómetros!, ¡todas las colinas hasta Mantes! ¡Pero cuánto me odiaron por este aire! ¡Esta vista!… ¡Nadie me lo perdona todavía! … Miro a menudo por la ventana, por el día no tengo tiempo … Del otro lado del pequeño inmueble de un piso, en ruinas, es el taller de Jules … Después del en el mismo lado está el callejón sin salida que termina en el muro, y luego el palacio de Lambrecaze, digamos especie de palacio florentino rosa con frontón, tres pisos. ¡Eso es el artista con casa propia! Y ni berro ni nada de nada. ¡Ni Lambrecaze ni su mujer…!”.

Este apartamento, en el que Céline abandonó varios manuscritos, desaparecidos o destruidos después, fue saqueado en 1944. El escritor se quejó varias veces por los actos de los celosos expurgadores.

Casi no quedan huellas del barrio popular; la vida se reduce al paso de algunos turistas despistados en busca de la plaza del Tertre y del Sacré-Couer. En la pared frontera a la casa de Céline aún se puede ver la figura d un personaje que atraviesa un muro, un homenaje al pasamurallas de Marcel Aymé; pero el verdadero morador de estos lugares permanece en el ostracismo.

Es posible que algún irreductible haya pintarrajeado en su puerta. “Aquí vivió el gran escritor Céline”. Fotografiadlo rápido, que no va durar: ciertas noches aparecen pochoirs [grafitis] en blanco y negro que desaparecen al amanecer.

En 1984, un chupatintas declaró que autorizaba gustoso la colocación de una placa; a los dos meses retiró el permiso sin dar cuenta a nadie. No os extrañe, pues, que entre las conmemoraciones nacionales en 1994 no figurase la del primer centenario de su nacimiento. Es lógico pensar que para estas celebraciones no se considera la personalidad de los homenajeados y solo cuenta su obra. Pero no. Según el crítico Pierre Assouline, y así pensamos muchos de sus lectores, Céline y sus escritos forman un bloque indivisible. El panfletario antisemita fue innoble –reconocemos–. Pero ¿cuánto tiempo habrá de pagarlo el novelista?

Texto extraído del libro de Ignacio Ramonet y Ramón Chao París rebelde. Guía política y turística de una ciudad (2008).