Goethe en la campiña romana (1787). Óleo de Johann Heinrich Wilhelm Tischbein.
Si yerro todo el mundo puede darse cuenta; si miento, no.
En el mundo lo que importa no es conocer a los hombres, sino ser, en el momento adecuado, más listo que los demás. Todas las ferias y todos los que pregonan su mercancía dan prueba de ello.
Cuando el hombre reflexiona sobre su condición física o moral, habitualmente se halla enfermo.
El favor como símbolo de soberanía lo practican los débiles.
La suciedad es esplendorosa si el sol luce.
Los indios de los desiertos hacen voto de no comer pescado.
Somos tan estrechos de miras que siempre pensamos que tenemos la razón; y es así que podemos imaginar un espíritu tan extraordinario que no tan solo yerre, sino que incluso encuentre placer en el error.
Cuando perdemos el interés, perdemos también la memoria.
El mundo es como una campana partida: hace ruido, pero no suena.
Si tuviéramos que estudiar todas las leyes, no tendríamos tiempo para transgredirlas.
Aquel que tiene un contacto frecuente con niños se dará cuenta de que no hay acción externa sobre ellos que no produzca siempre la correspondiente reacción.
Realmente solo sabemos cuando sabemos poco; con el saber crece la duda.
Todo nuestro arte consiste en renunciar a nuestra existencia por tal de seguir existiendo.
La verdad contradice nuestra naturaleza; el error, en cambio, no. Y eso por una razón muy simple: mientras que la verdad exige que reconozcamos nuestra limitación, el error nos halaga, haciéndonos creer en uno u otro sentido que somos ilimitados.
Todos los hombres, tan pronto alcanzan la libertad, hacen valer sus carencias: los fuertes la exageración, los débiles la dejadez.
En el mundo hay muchas cosas buenas y excelentes, pero eso no se pueden palpar.
No hemos de preguntarnos si existe plena coincidencia, sino si caminamos en el mismo sentido.
¡Cabría al menos pensar si no se puede pensar aquello que pensamos!
¿Qué clase de época es esta que hemos envidiar a los muertos?
Los sentidos no engañan, engaña el juicio.
Con las personas que en principio me importan siempre estoy de acuerdo; al resto ya no les aguanto nada, y eso es todo.
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Extraído del libro J.W.V. Gothe. Màximes i reflexions, Albatros Edicions, 1992.
El escrito más que al comentario, invita a la reflexión. Me gusta. Salud y saludos.
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Reflexionar es una sana tarea. Gracias, Iñaki, Saludos y ¡salud!
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Hola Manuel buenos y lo mejor posible día , me gusta mucho leer las máximas y si no fuese lo imposible que es por la distancia y espacio creo te abrumaría a preguntas y alguna que otra discrepancia (que al fin somos humanos) , más favorece nuestra Amistad la lejanía , pues de acuerdo con Goethe en la última que nos compartes me mandarías a volar , más te perderías de la experiencia de conocerme 😼😼😼, gracias por compartir y la paciencia , virtud que se va perdiendo😸😼😽
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La máxima es de Goethe, no mía. Pero, sí, me identifico con ella. Mas, como dices, la lejanía favorece la amistad. Que dure, pues.
Un abrazo, María Elena.
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Goethe es de esa clase única capaz de hacer grande al ser humano y pequeños a los seres humanos.
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Y Nietzsche.
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