Una mujer es golpeada por solados alemanes en Leópolis
(Ucrania, 1939).
―La situación se enmaraña a pasos de gigante ─se lamentaba Martha─. El mensaje chovinista y racista del nacionalsocialismo parece que cuaja cada vez más entre la opinión pública. Esta mañana, cuando compré el codillo, delante de mí había una mujer que pidió lo mismo. Nada más irse, la dependienta, que creo que es también la dueña, comentó con las clientas que quedábamos, tres éramos, que era judía y compraba cerdo para disimular. No pueden negarlo por mucho que se empeñen, dijo una, su físico ya les delata. Dijo delata. ¿Qué os parece? No pienso volver a comprar más en esa tienda.
―Todo esto se veía venir hace tiempo, pero nadie creía que llegaría a cuajar entre la población hasta este punto. Yo mismo era al principio de esa opinión. Los alemanes no se dejarán arrastrar por la agresividad y la xenofobia del mensaje de Hitler, pensaba. Ya sufrimos bastante con la última guerra. ¡Joder que no! Si parece que lo estaban deseando. Hace algo más de un año los nazis consiguieron ser el segundo partido del Reichstag con casi seis millones y medio de votos. Me temo que en las próximas elecciones esa cifra aumentará.
―La verdad es que no lo creo pero quiero creerlo, no lo sé, pero quiero confiar en que finalmente se impondrá la razón.
―¿Qué razón, Sam? ¿La suya o la nuestra? Me niego a creer que todo esto sea cosa de unos fanáticos a los que sigue un pueblo desorientado. Fanatismo… ¡No, no y no! Hitler solo hace que reunirse con los principales magnates, recorre el país de un lado a otro buscando apoyos entre los hombres de negocios. Ellos temen al comunismo, y se los dan. Pero los comunistas ya no son los únicos enemigos, ahora lo son todos los que no comulgan con su credo y cualquiera que simplemente no sea como ellos, incluyendo su físico. A un amigo mío, que no es judío, los de las SA le dieron el otro día una paliza porque su aspecto así parecía indicarlo. No tuvo tiempo siquiera de explicarse. Tres costillas rotas, una ceja partida, moratones por todo el cuerpo. ¿Y la gente? Pues, ya ves, encantada.
Manuel Cerdà: Adiós, mirlo, adiós (Bye Bye Blackbird), nueva edición 2019.