Un año más
Esta entrada la publiqué el año pasado. La vuelvo a publicar hoy tal cual, añadiendo solo el vídeo que figura bajo estas líneas. El año que viene supongo que seguiré pudiendo publicarla sin más modificaciones que cambiar el año. Y es que, como dice el proverbio que tantas veces le escuché decir a mi padre, “d’on no hi ha no es pot treure”.
No soy partidario de las conmemoraciones institucionales de sujetos y hechos históricos, sean estos de índole política, cultural o económica. La historia –en el más amplio sentido de la palabra (conjunto de los sucesos o hechos políticos, sociales, económicos, culturales, etc., de un pueblo o de una nación, RAE)– es una cosa y los políticos –que no la política– otra. El sujeto histórico –los políticos lo son– no puede dejar de ser lo que es y, por tanto, su interpretación de los hechos estará siempre condicionada a unos intereses determinados. Los partidos políticos –escribía Simone Weil– son máquinas “de fabricar pasión colectiva”, organizaciones “construida[s] de tal modo que ejerce[n] una presión colectiva sobre el pensamiento de cada uno de los seres humanos que son sus miembros”, pues “la primera finalidad y, en última instancia, la única finalidad de todo partido político es su propio crecimiento, y eso sin límite”. Según…
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