Si, como veíamos en las entradas anteriores, la azarosa vida de los piratas ha inspirado numerosas y bellas páginas de la literatura universal, el cine no se ha quedado atrás. El celuloide ha sido, posiblemente, la plataforma más importante desde la que los piratas se dieron a conocer por todo el mundo. Unos piratas que habitualmente se muestran educados y caballerosos, galantes y seductores, defensores de los humildes y de las causas perdidas, intrépidos, valerosos y atrevidos.
En 1934 Victor Fleming adaptaba para la gran pantalla La isla del tesoro, en una de las mejores versiones que se ha hecho de la novela de Stevenson y a la que seguirían una innumerable saga de adaptaciones tanto para el cine como para la televisión. Un año después, en 1935, un filme de aventuras en alta mar ganaba el Oscar a la Mejor película: Rebelión a bordo (también conocida como La tragedia de la Bounty), de Frank Lloyd, con Charles Laughton y Clark Gable.
Las malas maneras del capitán de un barco, el Bounty, que navega por los mares del Sur a la búsqueda de una extraña planta que no existe en Gran Bretaña provoca el motín de la tripulación. Este acto de piratería tuvo una excelente acogida de público ―hasta el punto que el 1962 Lewis Milestone rodaría otra versión, ahora con Marlon Brando en el papel protagonista― que fue aprovechada por la industria cinematográfica para realizar algunas películas más alrededor del mismo tema, como por ejemplo Rebelión en alta mar (1946), de John Farrow, o Motín en el Defiant (1961), de Lewis Gilbert.
El cine de piratas tendría su época dorada en las décadas de 1940 y 1950. El director italiano Enrico Guazzoni se basó en los personajes de Salgari para hacer las películas La hija del corsario verde (1940) y Los piratas de Malasia (1941). Cecil B. de Mille –director de filmes como Los diez mandamientos o El mayor espectáculo del mundo–rodó en 1938 Corsarios de Florida, y a ella seguirían Piratas del mar Caribe (1942), con John Wayne y Susan Hayward, y Los bucaneros (1958), con Anthony Quinn. Otros de los grandes de Hollywood se añadieron pronto a la moda de las películas de piratas y de aventuras en el mar. Michael Curtiz –conocido sobre todo por Casablanca (1942)– había rodado ya el 1935 El capitán Blood, uno de los mayores éxitos de Errol Flynn. Poco más tarde, en 1942, era Tyron Power quien conseguía notoriedad con el film de Henry King El cisne negro. Raoul Walsh –Murieron cono las botas puestas, El ladrón de Bagdad, Al rojo vivo– dirigió asimismo El mundo en sus manos (1952), con Gregory Peck y Anthony Quinn, El pirata Barbanegra (1952) y Gavilanes del estrecho (1953).
La lista de películas sobre la piratería y su mundo es extensa, pero no pueden obviarse títulos como Mares de China (1935), de Tay Garnett, con Clark Gable y Jean Harlow; El capitán Kidd (1945), de Rowland V. Leo, con un –como siempre– inconmensurable Charles Laughton; La venganza del bergantín (1948), de Edward Luwig; El pirata de los siete mares (1953), de Sidney Salkow, o la magnífica, entretenida y divertida El temible burlón (1952), de Robert Siodmak, en un papel de protagonista que le iba que ni pintado a Burt Lancaster.
Rasgos definitorios de la comedia siempre han estado presentes en la mayoría de las películas de piratas, pero menos frecuente es traerlas al terreno del disparate y la comicidad exacerbada. Es lo que intentó David Butter con La princesa y el pirata (1944), con un Bob Hope en su línea habitual. Tampoco es frecuente que sea una mujer la protagonista, pero Jacques Tourner, uno de los mejores artesanos del cine americano, lo hizo con La mujer pirata (1951), donde Jean Peters –a pesar de su delicadeza– era la Capitana Providence.
Como ocurrió con la literatura, el mundo del cine también empezó a olvidarse de los piratas a partir de la década de 1960. Sin embargo, han continuado las incursiones cinematográficas –algunas nada despreciables– en este género con títulos como Los goonies (1985), destinada al público infantil, en la que un grupo de niños encuentra el mapa del tesoro de un pirata del siglo XVII cuya búsqueda los conducirá a un fabuloso mundo subterráneo lleno de peligros; Hook (1991), dirigida por Steven Spielberg, donde un, como siempre, histriónico Robin Williams, encarna a un ejecutivo –aun cuando en realidad es Peter Pan– a quien el capitán Garfio (Hook) –papel que interpreta un correcto Dustin Hoffman– secuestra sus hijos, siendo ayudado en su recuperación nada menos que por Julia Roberts, que hace de Campanilla; La isla de las cabezas cortadas (1995), irregular como todas las de Renny Harlyn, pero con Geena Davis como protagonista, o la saga que inició Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra (2003), protagonizada por Johnny Depp y dirigida por Gore Verbinski, una película espectacular, pero sin el encanto de aquellas que consagraron el género a los años 50.
Tal vez vuelva de nuevo la fascinación por el mundo de la piratería, por la de ficción claro está; el otro –el de multinacionales, financieros y políticos― es demasiado triste y odioso como para que el único interés que pueda despertarnos sea el de ver como se le puede poner fin.
Y ahora les dejamos con unas secuencias de algunas de las películas mencionadas.
La isla del tesoro (1934).
Rebelión a bordo (1935).
El capitán Kidd (1945).
El temible burlón (1952)
Rebelión a bordo (1962).
Los goonies (1985).
Hook (1991).
Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra (2003).
Hola,
acabo de leer esta publicación sobre piratas. Llegué a ella tratando de refrescar películas sobre esta temática ya que, el próximo día 23 de enero, el @todopoderosos estará dedicado justamente a este noble oficio marino. Me ha encanado, seguiré disfrutándolo, muchas gracias.
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