
Svetlana Zakharova en “La Bayadère”. Fotografía de Damir Yusupov.
“El arte del ballet es el arte de la juventud, los jóvenes son flexibles y moldeables como la cera”, declaró a El País (3 de septiembre de 2009) el famoso coreógrafo ruso Yuri Grigorovich. Y es que esta danza escénica –eso es el ballet, una danza escénica muy evolucionada y estructurada que se armoniza con la música creando un espectáculo plástico– requiere a quienes la practican unas más que notables condiciones físicas, un alto grado de especialización y una disciplina constante. Por ello se recomienda iniciarse en su aprendizaje a edad muy temprana: cinco, seis, siete, ocho años… Es evidente que el ballet es muy beneficioso para el desarrollo físico y psíquico de los niños, y así lo ven muchos padres que matriculan a sus hijos en una escuela de danza antes incluso de que terminen la etapa de educación Infantil. Ahora bien, cuando ello no es otra cosa que una actividad extraescolar más no se sabe muy bien con qué finalidad –pues a los padres eso de la danza en el fondo se la trae al pairo– o, por el contrario, estos anhelan que su hijo sea un Nuréyev o su hija una Plisétskaya, los beneficios pueden convertirse en un suplicio. De ahí que, a juicio de un servidor, deba potenciarse sobre todo el aspecto lúdico. Los niños necesitan jugar. Dejémosles que se diviertan, que sean ellos, no intentemos formar profesionales a toda costa. Démosles los medios, no se los impongamos, no les frustremos, que ya tendrán tiempo para ello. Por millones, muchos millones, se cuentan los niños que practican el fútbol y muy pocos son los que llegan ya no a ser Messi sino a vivir siquiera del mismo. Pero… !y lo bien que se lo pasan! Pues lo mismo.
Desde esta perspectiva, hemos seleccionado para la entrada de hoy varios conocidos números de famosos ballets clásicos con el deseo de que hagan las delicias de peques y adultos. Ningún niño de las edades antes mencionadas va a acceder a este blog y menos aún a leer esto, pero sí sus padres, sus tíos, sus padrinos, sus seres queridos en general. A estos, pues, más que a los niños, nos dirigimos. Para que compartan juntos bellos momentos, para que disfruten con la maestría de sus ejecutantes, su buen hacer, la maravillosa música que envuelve sus movimientos, pero teniendo siempre en cuenta que no todos pueden llegar ahí ni tienen por qué hacerlo.
Como solemos hacer, hemos ordenado los vídeos elegidos en función del año en que se estrenó la obra que registran, por lo que empezamos con dos conocidos números –aunque todos los seleccionados lo son– de Coppélia, ballet con música de Léo Delibes que se estrenó el 25 de mayo de 1870 en la Ópera de París. Son estos la mazurca del primer acto y el “Vals de las horas”, del tercero y último. Ambos corresponden a la producción de Coppélia del Bolshoi Ballet de Moscú de 2011, con la coreografía que creó Marius Petipa a finales del siglo XIX y Natalia Osipova como Swanilda.
También a Delibes se debe la música de Sylvia, que se estrenó igualmente en la Ópera de París, con coreografía de Louis Mérante, el 14 de junio de 1876. Su número más popular es, sin duda, la polca Pizzicato, que bailan los solistas del Ballet de la Ópera Estatal de Viena –en una filmación efectuada en el palacio Liechtenstein de la capital austriaca– e interpreta la Orquesta Filarmónica de Viena, dirigida por Daniel Barenboim, durante el Concierto de Año Nuevo de Viena de 2014.
La Bayadère (La bayadera) es un ballet en tres actos estrenado en el Teatro Mariinski de San Petersburgo el 23 enero de 1877 con música de Ludwig Minkus y coreografía de Marius Petipa. La escena del segundo acto “El Reino de las sombras” es el número que incluimos en un momento de la gala homenaje a Marius Petipa que la cadena de televisión ARTE France retrasmitió desde el Teatro Mariinski el 31 de diciembre de 2009. Petipa nació en Francia (en Marsella) en 1818 y emigró a Rusia, donde en 1858 fue nombrado maestro de baile del Ballet Imperial ruso. Puede que, según la edad –caso de que haya peques con ustedes viendo esto– el número les resulte demasiado largo. Si es así, para eso están las opciones de avanzar (o retroceder), que no pasa nada. La coreografía, de todos modos, es una maravilla.
Este que sigue es todo lo contrario que el anterior en cuanto a duración –no llega a los dos minutos– pero no menos fascinante. Hablamos de la “Danza de los pequeños cisnes” (Allegro moderato), del segundo acto de El lago de los cisnes, ballet que Piotr Ilich Chaikovski estrenó en el Teatro Bolshoi de Moscú en 1877, que se lo había encargado dos años antes. Posiblemente sea el más popular de la historia y es todavía uno de los más representados. Lo interpreta el Ballet de la Ópera de París en una representación de 2005.
Seguimos con Chaikovski, con El cascanueces, un ballet –o cuento de hadas-ballet– cuya música compuso también por encargo del director de los Teatros Imperiales de Rusia en 1891 y se estrenó en 1892 en los días previos a las Navidades (el 18 de diciembre). Es uno de los ballets recurrentes de la época navideña. Del mismo vemos el famoso número del segundo acto “Vals de las flores” y la no menos conocida “Danza del hada de azúcar”, penúltimo número antes del final. Ambos, con coreografía Petipa, los interpreta el Bolshoi Ballet; el primero durante una presentación en el Royal Opera House de Londres en 2012, el segundo, con Nina Kaptsova, en otra representación anterior que tuvo lugar en Moscú en 2010.
Habrán observado que todos los números que hemos visto hasta ahora pertenecen al periodo musical del Romanticismo, la época dorada del ballet clásico. Cerramos la entrada, sin embargo, con uno que estrenó el Ballet Kirov en Perm (Rusia) el 9 de diciembre de 1942. Nos referimos a Gayanéh, ballet en cuatro actos con música de Aram Jachaturián y coreografía de Nina Anísimova. La partitura fue revisada en 1952 y en 1957, con un nuevo libreto. De esta última versión es la famosa “Danza del sable”, movimiento del acto final, que vemos por el Ballet Mariinski, como pasó a denominarse el Kirov tras el derrumbe de la Unión Soviética. Anteriormente, en la época zarista, era conocido con el nombre de Ballet Imperial. No obstante, Gayanéh conserva –a pesar de las innovaciones musicales– ese nacionalismo musical tan propio del periodo romántico. El momento que recoge el vídeo corresponde a una representación del ballet en el mismo Teatro Mariinski en 2014.
Que pasen un buen día.
Pingback: Coppélia – EL BLOG DE MANUEL CERDÀ