
Logan Zyllmer (2014).
No deja de ser una incongruencia: seguimos siempre por el mismo camino, deberíamos conocerlo bien y en consecuencia saber sortear los obstáculos que se presentaran con relativa facilidad. En cambio, cada vez cuesta más transitar por él y ya no advertimos ni sendas ni atajos. Tampoco sabemos si llegaremos a la meta o nos detendremos agotados y agostados. Caminar, solo caminar, sin rumbo fijo, vagar, aventurarse en el mundo, descubrir y descubrirnos, es cada día más complicado, especialmente a medida que vamos dándonos cuenta que tomemos la vía que tomemos atravesaremos los mismos lugares con decorados diferentes, encontraremos las mismas personas aunque con rostros distintos, experimentaremos las mismas cosas bien que en otros escenarios, y si la desesperanza no nos puede antes, al final llegaremos a ver la pancarta en que figura con grandes letras la palabra meta. Algunos pueden que vislumbren la meta pocos metros antes, otros centenares de metros antes, algunos kilómetros. En todo caso les servirá para cerciorarse que por fin han llegado, aunque atravesada la pancarta adviertan un paisaje del todo distinto al que creían que iban a encontrar dominado por la oscuridad. También hay quienes no consiguen ver indicador alguno de la cercanía a la meta y en el instante menos esperado se dan cuenta de que ya han llegado y de que nadie les recibe, hasta que los organizadores de la carrera perciben su presencia y les entregan la mortaja.