Siempre he asociado al miedo a la autoridad, o al principio de autoridad. Nada excepcional por otra parte, pues todo poder ha de instalarse en él. Nada sería igual sin el temor, sin la ansiedad que se siente frente a la posibilidad de perder las dádivas por él concedidas que creemos que son nuestras, sin sobrecogerse ante las múltiples e infinitas posibilidades con que cuenta para destruirnos, sea un dios, un representante suyo, sea el dinero, o un representante suyo. Vivir con miedo es asegurarse la existencia en un mundo exageradamente timorato, asustadizo de por sí. El miedo acompaña en todas las acciones a quienes no tienen poder, a la mayoría pues. De él no se puede escapar ni en sueños, por eso todos queremos ser poderosos. “Este mundo se compone de vulgo, el cual se lleva de la apariencia, y solo atiende al éxito”, dijo Maquiavelo tiempo ha. El pensamiento individual no es más que una rémora que dificulta todo progreso cuando no está a su servicio.
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