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Juliette Gréco
Esta entrada fue publicada en mi blog (ya inactivo) Música de Comedia y Cabaret el 24 de enero de 2014. Hoy la reproduzco de nuevo, con algunas modificaciones, con motivo del reciente fallecimiento de Juliette Gréco, una de las grandes de la chanson, la última probablemente.
En el París existencialista de finales de la década de 1940 y principios de la de 1950, cuando artistas y filósofos llenaban los cabarets y clubs de jazz instalados en las cavas de la Rive Gauche, llenos de humo y palabras, una mujer delgada, de aspecto un tanto andrógino, rostro pálido, ojos grandes y oscuros y mirada penetrante, recitaba poemas de Queneau y Prévert y cantaba en Le Tabou, un cabaret inaugurado en 1947 que muchos han calificado como el cabaret existencialista por excelencia. Allí actuaban Boris Vian y otras leyendas del jazz como Miles Davis. Cerraba más tarde que los famosos Café de Flore y Les Deux Magots, donde se reunían prestigiosos intelectuales (Sartre y Camus entre ellos). Todos estaban fascinados con aquella mujer vestida de negro de apariencia tan distante como libre, tan irónica como sincera, una mujer que encarnaba el ideal existencialista de mujer fatal: Juliette Gréco. Elegante y misteriosa, era amiga de Jacques Prévert, Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Boris Vian, Raymond Queneau… Y por ello pasó a ser conocida como la musa del existencialismo.
Juliette Gréco nació en Montpellier el 7 de febrero de 1927. Su padre trabajaba como policía en la Costa Azul y tanto ella como su hermana mayor, Charlotte, fueron criadas por sus abuelos maternos, que vivían en Burdeos. Juliette iba a un colegio de monjas muy estricto y era una niña tímida a la que le gustaba pasar ratos a solas. En 1933 su madre se reunió con ellas y las tres marcharon a París. Allí descubrió otro mundo. París, con sus luces, sus escaparates, sus teatros, su efervescencia cultural, la cautivó. Comenzó a tomar clases de baile y pronto ingresó en Ópera de París, donde empezó a educar su voz.
Todo cambió cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y París fue ocupado por los nazis. Las Gréco se trasladaron al suroeste de Francia, a la Dordoña. Su madre se unió a la Resistencia y fue detenida por la Gestapo en 1943. Charlotte y Juliette regresaron a París, donde fueron también arrestadas y enviadas a prisión. Charlotte y su madre fueron deportadas a un campo de prisioneros y a Juliette se le permitió seguir en Francia por tener solo 16 años.
Juliette se encontró de pronto sola y sin dinero. Su profesora de francés, la actriz Hélène Duc, le ofreció su casa mientras. A pesar de la guerra, Juliette se entusiasmó con el apasionante mundo del teatro y, animada por su profesora, empezó a recibir clases de teatro, llegando a hacer de extra en algunas obras de la Comédie Française.
A finales de la guerra, comenzó a frecuentar los cafés de la Rive Gauche y a explorar la rica vida intelectual del Barrio Latino y Saint-Germain-des-Prés. Incrementó, así, su interés por la política y asistía a las reuniones de las Juventudes Comunistas.
Terminó la guerra y su madre y su hermana fueron liberadas. Regresaron a la Dordoña, pero su madre se alistó en la marina y las dos hermanas volvieron a París. Juliette se reencontró con la vida bohemia y empezó a relacionarse con los poetas, músicos, escritores y pintores que celebraban reuniones periódicas en los cafés situados alrededor de la iglesia de Saint-Germain y a familiarizarse con las ideas de Sartre y Camus, los escritores estadounidenses que frecuentaban las caves y el jazz. Vivía en una habitación de un modesto hotel y de vez en cuando hacía pequeños papeles en teatro, llegando a conseguir trabajo en un programa de la radio nacional dedicado a la poesía.
Cuando en 1947 Le Tabou abrió sus puertas y se convirtió en punto de encuentro para los jóvenes bohemios, así como para una gran cantidad de músicos famosos y artistas, Juliette pareció encontrar allí el hogar que nunca había tenido. Animada por sus amigos, comenzó su carrera como cantante. No tuvo problemas a la hora de encontrar material para su repertorio. Muchos escritores y poetas franceses famosos se ofrecieron. Raymond Queneau escribió para ella la extraordinaria Si tu t’imagines, Jules Lafforgue L’eternel féminin y Jacques Prévert se mostró encantado con que hiciera suya su clásico Les feuilles mortes (1951). Vamos a verla y escucharla interpretando Les feuilles mortes en el programa de la televisión francesa La la la (1966) y en una de las primeras canciones importantes en su carrera: Si tu t’imagines (grabación de 1964).
Cada vez más famosa, su carrera comenzó a diversificarse: era cantante, pero también se estaba convirtiendo en una actriz muy codiciada en el mundo del cine y el teatro. Después de una serie de espectáculos de gran éxito en Nueva York, Juliette –que ya había rodado en Francia bajo la dirección, entre otros, de Cocteau– se vio inundada por las ofertas en Hollywood. Poco después de su llegada a Hollywood, Juliette empezaría a salir con el poderoso productor de cine estadounidense Darryl Zanuck. Pero esta relación resultó ser tan efímera como su matrimonio anterior. Veámosla de nuevo en dos grandes éxitos suyos correspondientes a sendos temas de las películas Sous le ciel de Paris (1951), de Julien Duvivier –aunque no interviene ella–, y Bonjour tristesse (1958), de Otto Preminger.
Después de dedicar la mayor parte de la década de 1950 a su carrera cinematográfica, regresó a su carrera como cantante en la siguiente década. Es la época en que su repertorio se enriquece con grandes temas como Il n’y a plus d’après, de Guy Béart (que la cantante registró en 1960) y Jolie môme (1961), de Léo Ferré. Ese mismo año Gréco triunfa en el Bobino de París y en 1962 de nuevo en el Olympia. Incluimos acto seguido dos vídeos con sendos temas de Léo Ferré: la ya citada Jolie môme(directo, Bobino, 1965)y À Saint-Germain-des-Prés (de 1953).
También por esta época conoce a Serge Gainsbourg. Le impresiona su estilo, radical y transgresor, y le invita a que escriba alguna canción para ella. Entre 1959 y 1963 Gréco interpreta varios éxitos importantes de la mano de Gainsbourg, como la legendaria La Javanaise (que graba en 1963 y que vemos en una actuación suya en la televisión francesa de 1972).
A mediados de la década de 1960 es uno de los rostros más conocidos del mundo del espectáculo francés y realiza numerosas giras internacionales. Sin embargo, no se considera una estrella: “No soy una estrella. Las estrellas no existen más que en el cielo; el resto somos seres humanos, de carne y hueso. Solo creo en la existencia de personas que irradian una atracción especial”, declararía más tarde. Tampoco una intelectual. En 1967 estrena Déshabillez-moi (Desnúdame), un gran éxito que nada tiene que ver con su imagen de musa existencialista y que causó un cierto revuelo. El vídeo es también una actuación suya en la televisión francesa, esta vez en 1969).
No obstante, Gréco continuó con el estilo que la había hecho famosa, cantando canciones “literarias” escritas por poetas famosos como Pierre Seghers (Les voyous) o Henri Gougaud (Le merle blanc y Non monsieur je n’ai pas vingt ans). Al mismo tiempo, se mantendrá fiel a sus compositores favoritos, registrando temas de Serge Gainsbourg (como Le 6ème sens) y Jacques Brel (J’arrive). La vemos interpretar Non monsieur je n’ai pas vingt ans (1977). El vídeo es de 1983.
Fiel a su compromiso político, aprovecha cualquier oportunidad, y son muchas dada su fama, para defender los derechos humanos y combatir la opresión. Prueba de ello es un concierto en el que participó en Chile en 1981 ante un buen número de notables del régimen de Pinochet. Interpretó solamente canciones de marcado carácter antimilitarista, lo que le valió ser conducida al aeropuerto manu militari en cuanto terminó el espectáculo.
Continuó actuando –no tan pródigamente– y grabando nuevos discos, entre ellos el magnífico Ça se traverse et c’est beau (2012), en el que invitó a un prestigioso elenco de compositores y artistas para que la acompañaran. A este disco pertenece la versión que sigue de Sous les ponts de Paris, que interpreta con la cantante estadounidense Melody Gardot.
Juliette Gréco falleció, como saben, el pasado 23 de septiembre. Tenía 93 años y solo hacía cuatro que se había retirado. En 2015 protagonizó su gira de despedida Merci, pero un año después sufrió un ictus en Lyon y la suspendió definitivamente. Fijó entonces su residencia en una casa que tenía en Ramatuelle (Provenza-Alpes-Costa Azul, departamento de Var). “Lo echo tanto de menos. Mi razón de vivir es cantar”, había dicho en una entrevista reciente al semanario Télérama.
Mon homme
“Eres malo y no me convienes, pero me vuelves loca”. Esta frase es de la canción Side to Side, que grabaron hace dos años (2016) Ariana Grande y Nicki Minaj. Busco el vídeo en YouTube y veo que tiene, en estos momentos, 1.416.260.115 visualizaciones y 7,1 millones de ‘me gusta’. Casi nada. Cien años antes de salir a la venta Side to Side, Mistinguett cantaba “En este mundo, mi única alegría, mi única felicidad, es mi hombre. (…) No es guapo, ni rico, ni fuerte. Sé que soy idiota, pero le amo”. Más o menos lo mismo. Siempre se ha cantado y escrito –con mayor o menor fortuna, esa es otra cuestión– sobre el amour fou, ese amor, o enamoramiento, que se siente hacia otra persona a sabiendas de que no te ‘conviene’, que en realidad le importas un bledo y al final acabará destruyéndote. Sin embargo, es tal la obsesión y fascinación que algunos/as experimentan, o más bien sufren, hacia el otro/a que les resulta imposible escapar de una relación, que en realidad es una adición, a todas luces autodestructiva.
Digo esto porque estos tiempos de corrección política mal entendida son muy propicios a mezclar churras con merinas. Que la letra es misógina, pues sí. ¿Y? Que la canción ya cuenta con 102 años de existencia, que todas las cosas y hechos han de enmarcarse en las coordenadas espacio-tiempo. Es así de simple, de lógico.
En fin, vamos ya con esta canción de letra misógina e incorrecta políticamente que no deja de ser otra cosa que una melancólica canción de tantos y tantos amores proletarios. Con su magnífica melodía, es una de las más bellas canciones que se han escrito a una prostituta. La letra es de André Willemetz y Jacques Charles y la música de Maurice Yvain. Mon homme fue el primer gran éxito que conoció Mistinguett, en 1916. Unos años después, en 1920, la grabó por primera vez en disco y desde entonces no ha dejado de ser grabada al tiempo que interpretada por músicos de todos los géneros –instrumentistas y cantantes–, sobre todo en la versión inglesa (My Man).
Mon homme –o My Man, o Mi hombre según el idioma en que se cante– ha sido interpretada y grabada, entre otras, por Édith Piaf (1940), Ella Fitzgerlad (1941), Billie Holiday (1956), Sara Montiel (1958; esta con una letra muy suavizada), Peggy Lee (1959), Juliette Gréco (1964), Barbra Streisand (1965), Diana Ross (1970) y Dee Dee Bridgewater (2005). Puro sentimiento es la versión de Billie Holiday, cuya relación con los hombres –exceptuando al buenazo de Lester Young– fue más que complicada. De todas ellas me he decantado por la de Juliette Gréco, la que figura en su álbum Les grandes chansons de Juliette Gréco (1964). Sobre todo, porque adoro a Juliette Gréco y su interpretación de Mon homme me fascina y embelesa. Y también, porque es una mujer que, fiel a sus ideas políticas, ha aprovechado siempre cualquier oportunidad, y son muchas dada su fama, para defender los derechos humanos y combatir la opresión. Se considera feminista y opina que “ser mujer es lo mejor que hay… y lo más duro”. Y dice acerca del amor: «Es en el amor en donde encuentro la fuerza para seguir cantando. En dejarme ir, en conservar el deseo de conocer gente, la curiosidad por todo lo que ocurre. Pero es muy difícil seguir disponible, seguir entregándose, y a menudo me siento muy decepcionada, porque yo soy terriblemente vulnerable. Soy fuerte, pero abominablemente vulnerable. Es una mezcla difícil. En fin, soy una mujer» (El País, 15 de diciembre de 1983). Juliette Gréco, como vemos, no mezcla churras con merinas.