Tolstói en su biblioteca de Yásnaia Poliana. Dibujo de V.N. Meshkov (enero de 1910).
El trabajo manual es obligación y felicidad para todo; la actividad intelectual es una labor peculiar que se convierte en deber y felicidad solo para quienes tienen la correspondiente vocación. […] El hombre que cumple la obligación de mantener su existencia con el trabajo de sus propias manos y, pese a todo, privándose del sueño y el descanso, encuentra la posibilidad de discurrir y laborar con buen fruto en el dominio intelectual, demuestra con ello su vocación. Quien rehúye ese deber moral común a todas las personas y, bajo el pretexto de su inclinación por las ciencias y las artes, se crea una vida de parásito, ese no producirá nunca más que seudociencia y seudoarte.
[…] El falso papel que la ciencia y el arte desempeñan en nuestra sociedad emana de que las tal llamadas personas instruidas, con los científicos y artistas a la cabeza, constituyen una casta privilegiada, igual que los sacerdotes. Y esta posee los defectos propios de todas las castas. Uno de ellos es que deshonra y humilla el mismo principio en aras del cual se organizó. En lugar de una religión verdadera se obtiene una religión falsa. En lugar de verdadera ciencia, seudociencia. Y asimismo respecto al arte. Un defecto de la casta es que gravita sobre las masas y, encima de eso, las priva de lo que se suponía iba a difundir entre ellas. Mas el defecto primordial de esta casta radica en la contradicción –consoladora para sus miembros– entre los principios que ellos profesan y su manera de actuar.
[…] Si los partidarios de las ciencias y las artes tuvieran realmente en cuenta el bien de la humanidad y supieran en qué consiste el bien del hombre […] se ocuparían solo de aquellas ciencias y aquellas artes que conducen a dicho objetivo. No habría ciencias jurídicas, ni ciencia militar, ni economía políticas ni ciencia de las finanzas, puesto que todas esas materias no tienen otra finalidad que el bienestar de unos pueblos en detrimento de otros. […]
No es en el conocimiento de las cosas en lo que estriba la sabiduría humana. Hay un sinfín de cosas que no podemos saber. No radica en eso la sabiduría, en saber cuanto más mejor. La sabiduría humana estriba en el conocimiento del orden en que es necesario saber las cosas […].
Y de todas las ciencias que el hombre puede y debe saber, la más importante es la ciencia de cómo vivir, haciendo el mínimo mal y el máximo bien […].
Mi fuero interno me dice que necesito el bien y la felicidad para mí, para mí solo. La razón me dice: todos los hombres, todos los seres desean lo mismo que yo. Todos los seres que buscan la felicidad personal, lo mismo que yo, me aplastarán: está claro que no puedo poseer la felicidad que yo deseo […]. No teniendo la posibilidad de alcanzar la felicidad, de aspirar a ella, esto equivale a no vivir.
¿Así que, no puedo vivir?
[…] Yo solo puedo ser entonces feliz cuando en este mundo haya de existir un orden de tal naturaleza en el que todos los seres amen a los demás más que a sí mismos. Todo el mundo sería feliz si todos los seres dejaran de amarse a sí mismos, y amaran a los demás.
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León Tolstói en una carta dirigida al escritor Roiman Rolland, gran admirador suyo. Escrita en Yásnaia Poliana (finca propiedad de Tolstói; donde nació, vivió y fue enterrado). Fechada el 3-4 de octubre de 1887. Extraída del libro León Tolstói. Cartas (1984). Traducción de Pedro Mateo Marino.
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Manuel , excelente esto que hoy publicas de este Escritor Universal ,de él especialmente me gusta “La Muerte de Iván Ilich “ descripción de la naturaleza humana y por supuesto “Ana Karénina “ que la leí con solo catorce años , siempre pensé que en ella por la moral de su tiempo Tolstói la castiga al final con su suicidio , gracias por compartir siempre temas tan interesantes
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Y «Guerra y Paz». Él y Dostoievski. El alma humana desnuda, la doble y falsa moral… Obras impereceras, siempre actuales (al menos mientras la humanidad siga existiendo).
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Magnífica la reflexión que encabeza el escrito de hoy acerca del trabajo manual y el ejercicio del intelectual y la ciencia como vocación, perfectamente aplicable y de lectura obligatoria especialmente para nuestra clase dirigente, cuya vocación de servicio público debería de ser actividad secundaria a la ganarse el sustento por otros medios, esos que Tolstoi llama manuales.
Y en general, un acertado pensamiento aplicable no solo a la clase política, también al “mundillo” (dicho esto con todos mis respetos) intelectual.
Una demostración del conocimiento de la naturaleza humana del genial escritor.
No puedo evitar el pensar en José Luis Sanpedro, y su profesión de economista bancario que jamás abandonó, no solo por garantizarse un sustento cierto que el ejercicio de la literatura no podía darle, también por no despegar los pies de la tierra, en palabras suyas.
Saludos
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Mundillo, sin respeto alguno, ni por los políticos ni por los seudointelectuales, pues eso son. Un mundillo que no duda en alabar y premiar a Sampedro, pero que nada hace porque hayan más como él.
Afectuosos saludos.
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Simplemente Tolstoi. Gracias por este recordatorio, Manuel. Siempre merece la pena leer cualquier cosa suya, pero la prosa que escribió en correspondencia y ensayos, etc., es impresionante. Sus relatos ya no te digo. Voy a aprovechar que te he leído para sacar una cosa mía que hice hace dos recordando y homenajeando, muy muy muy humildemente, un relato de Tolstoi. Ya que estamos, no espero. Gracias!!
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Algo parecido me sucedió a mí, pues llegué a Tolstói a raíz de leer a Dostoievski. Me gustaba Dostoievski de joven, pero no pasaba de ahí. Un día, muchos años después, alguien me regaló «Ana Karénina», me entusiasmo, leí más de Tolstói y a continuación de Gorki. Y sigo con ellos.
Acabo de leer tu entrada. Entrañable y emotiva. Excelente reflexión sobre qué nos impulsa a leer y cómo nuestra memoria almacena los recuerdos gratos hasta que los rescatamos delolvido. Y la ilustración me ha fascinado.
Gracias a ti. Feliz día..
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Caminos muy parecidos entonces. Me alegro mucho. Muchas gracias, Manuel. Feliz día para tí también 🙂
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