En el origen fue el samba, un baile que se desarrolló a inicios del siglo XX en Río de Janeiro, São Paulo y Bahia, de movimiento rápido, ritmo sincopado y evidentes raíces africanas, una danza que representaba el legado cultural de los negros llevados al país como esclavos. Su nombre, parece ser, viene de la coreografía de dicha danza, que incluía la frotación de los ombligos (semba significa ombligo en idioma bantú). Con las primeras manifestaciones a favor de la preservación de una cultura en vías de desintegración, en la primera década del siglo XX empezaron a aparecer los compositores, y las canciones –hasta entonces mero acompañamiento de la danza– se transformaron en obras de autor, dejando las letras de ser improvisadas.
Como expresión cultural de las clases populares que era, el samba no fue aceptado en sus inicios como parte de la cultura oficial, llegando a suceder en ocasiones incluso que la policía confiscara las guitarras de los sambistas. Pero el auge de los carnavales –que no tendrían sentido sin el samba– y la consagración a nivel popular de algunos músicos, como Pixinguinha, cambió las cosas. De Pixinguinha escuchamos su famoso tema Carinhoso –que compuso entre 1916 y 1917 y al que luego puso letra João de Barro– en la magnífica versión que nos ofrecen Paulinho da Viola y Marisa Monte.
Con el auge de compositores y músicos, nació el samba-canção, más pausado y sentimental que el samba de carnaval, y el samba-exaltação, con temas que abordan la cultura propia del país más allá de su adscripción a un folclore específico. A partir de aquí, y en unos momentos en que se produjeron cambios políticos de gran calado en Brasil, la propia evolución del samba daría lugar a la bossa nova. Entre estos compositores juegan un papel destacado Ary Barroso y Dorival Caymmi. El primero es autor de sambas de elaboradas armonías como Na baixa do sapateiro (1938, conocida también como Bahia, tema que versionaría poco después nada menos que John Coltrane) y Aquarela do Brasil (1939). El segundo compuso algunos de los más hermosos sambas, como Samba da minha terra (1940). El samba se convertía, así, en un género popular cada día más aceptado. Como dice la letra de Samba da minha terra, “Quem não gosta de samba / bom sujeito não é / é ruim da cabeça / ou é doente do pé” (Quien no gusta del samba / no es buena persona / o está mal de la cabeza / o enfermo de los pies).
Vamos con algunos temas de estos dos sensacionales compositores. Los dos primeros vídeos recogen una versión de Aquarela do Brasil a cargo de Gal Costa y Na baixa do sapateiro, interpretada por la gran Elis Regina durante el Festival de Jazz de Montreux de 1979.
Los dos siguen corresponden a sendos temas de Caymmi: en el primero vemos a Gilberto Gil en Saudade da Bahia; en el segundo son Alcione y Terra Samba quienes interpretan Samba da minha terra.
En la década de 1950 Brasil, tras haber roto relaciones diplomáticas con Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, conoció una forma de gobernar distinta con una nueva constitución de marcado carácter progresista que dejaba libertad de actuación a los sindicatos y toleraba la presencia en la escena política del Partido Comunista. No obstante, con el socialdemócrata Juscelino Kubitschek al frente el país conoció una fuerte inflación y una crítica situación financiera a causa de su política de grandes inversiones, como las que supuso la creación de la nueva capital: Brasilia. Le sucedió el laborista João Goulart después de una crisis político-militar, pero en 1964 sería destituido por un golpe de estado auspiciado por la oligarquía conservadora.
En estos años de mediados de los 50, en los que hubo una mayor libertad, irrumpió la bossa nova –“ritmo nuevo” –, una manera distinta de hacer música mucho más libre, alejada de los cánones imperantes, mezcla de mestizaje cultural, representativa de la diversidad del país, que entre sus innovaciones propagaba la práctica de acordes disonantes y armonías modulantes, interpretaciones intimistas a partir de un instrumental simple y un lirismo coloquial. Con raíces en el samba tradicional, y especialmente en el samba-canção, la bossa es un género más elaborado, desarrollado por músicos con base jazzística y erudita. Fue en un principio la música de la clase media.
La primera canción que se considera una bossa nova se grabó en 1958. Nos referimos a Chega de Saudade, un tema compuesto por Antonio Carlos Jobim y Vinícius de Moraes que grabó João Gilberto y podemos ver bajo estas líneas interpretada por el propio João Gilberto y Caetano Veloso en un concierto que tuvo lugar en Buenos Aires en 2000.
Rápidamente la bossa se hizo tremendamente popular en Brasil y sus ecos se dejaron sentir fuera de sus fronteras. Ello se debería principalmente a los trabajos de João Gilberto, Tom Jobim y Vinicius de Moraes, entre otros, y al interés por el ritmo nuevo que mostraron muchos músicos de jazz, como el saxofonista Stan Getz. Fue también determinante el éxito conseguido por la película de Marcel Camus Orfeo negro (1959), Palma de Oro en el Festival de Cannes y oscar a la mejor película extranjera, cuya banda sonora corrió a cargo de Jobim y Luiz Bonfá, con canciones tan famosas como A felicidade –“Tristeza não tem fim, felicidade sim”– y Manhã de Carnaval. Escuchemos ambas. La primera por el propio Jobim en Montreal (1986). La segunda (música de Bonfá) a cargo de Baden Powell.
Tres años después (1962) vería la luz la canción más popular de todas cuantas se han escrito hasta el momento dentro de la bossa nova. Estamos hablando, cómo no, de Garota de Ipanema. La anécdota que dio paso a la composición es sobradamente conocida: Tom Jobim y Vinicius de Moraes veían pasar todos los días frente al café Veloso, en el que ellos se sentaban, a una hermosa joven de 18 años (Helô Pinheiro) camino de la playa. La admiración que despertó en ellos dio lugar a Menina que passa, como en un primer momento se denomino Garota de Ipanema. Escuchemos a João Gilberto y Tom Jobim treinta años después de que fuera compuesta la canción.
Garota de Ipanema, el mayor éxito de la música brasileña, pasaría a partir de entonces a formar parte del repertorio de toda clase de músicos, hasta el punto de ser el segundo tema más versionado en el mundo, solo superado por Yesterday, de The Beatles. A través de ella la bossa sería conocida, y reconocida, internacionalmente. Decisiva fue la grabación que en 1964 realizaron Stan Getz y João Gilberto del tema, incluido en el legendario LP Getz/Gilberto, un disco que tuvo una gran repercusión a todos los niveles y sirvió para descubrir otra de las voces carismáticas de la bossa: Astrud Gilberto, entonces pareja sentimental de João. Quedarse con uno solo de los temas que figuran en este espléndido disco es prácticamente imposible, pero Garota de Ipanema es, sin duda, imprescindible. La interpretan Astrud Gilberto y Stan Getz en una actuación para televisión el mismo año que salió el álbum.
De los demás que integran este legendario álbum nos hemos decantado por Desafinado (música de Jobim, letra de Newton Mendoça) en tanto que su letra es una declaración de intenciones de lo que representaba y quería ser la bossa nova: “Si usted dice que yo desafino, amor, / sepa que esto en mí provoca inmenso dolor / … / Si usted insiste en clasificar / mi comportamiento de antimusical, / yo, incluso mintiendo, puedo argumentar / que esto es “bossa nova”, / que esto es muy natural / …/ Usted con su música olvidó lo principal / y es que en el pecho de los desafinados, / en el fondo del pecho late callado… / y es que en el pecho de los desafinados / ¡también late un corazón!”. En el vídeo con que finalizamos esta entrada vemos a Tom Jobim en un momento del histórico recital que tuvo lugar en Milán en 1978.
Por supuesto, no están aquí todos los nombres que formaron el movimiento, solo hemos hecho un sucinto repaso por esos momentos clave que posibilitaron el auge de la bossa nova y la llevaron a ser conocida, y reconocida, internacionalmente. Pero de ellos hablaremos en futuras entradas.
Que pasen un buen día.
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* Buena parte de la información la hemos consultado en Músicas do Brasil. Samba, bossa nova y música popular de Brasil, Time Life, 1988.