Retirando la basura del museo

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“Le ordenaron que limpiara la planta baja del museo, y eso fue, exactamente, lo que ella hizo, recoger toda aquella inmundicia –botellas vacías de champán tiradas por el suelo, cajetillas de tabaco, confeti pisoteado y hasta una de esas viejas bolas de espejos– y dejar aquella sala espaciosa del Museion, el museo de arte moderno de Bolzano, como los chorros del oro”.

Leo esta mañana mientras desayuno un artículo en la edición impresa El País que firma Pablo Ordaz y se titula “Una borrachera de arte” que comienza con la frase que acaban de leer. Cuando termino el artículo, no hace falta que me mire en el espejo para adivinar que mi rostro rebosa satisfacción, reflejando fielmente la complacencia que alberga mi ánimo.

Al llegar a casa escudriño en internet. Los resultados de las diversas búsquedas al respecto se cuentan por decenas o centenares de miles. Y es que la práctica totalidad de agencias de noticias y medios de comunicación, infinidad de blogs y multitud de usuarios de las redes sociales se han hecho eco de la noticia, noticia que seguramente ya conocerán y que a grandes rasgos podemos resumir del siguiente modo. La limpiadora confundió la instalación “¿Dónde vamos a bailar esta noche?”, de Sara Goldschmied y Eleonora Chiari, con los restos de una fiesta y, lógicamente, siguiendo lo que le había ordenado y cumpliendo escrupulosamente con su trabajo, los tiró a la basura. No es para extrañarse viendo las fotografías con las que ilustramos la entrada.

The Guardian The Thelegraph

No pasa nada. Encontraron los restos en dos grandes bolsas de basura y la instalación ya ha sido reconstruida. Es lo que tiene el arte conceptual. “El conceptualismo está de moda porque es fácil y porque es algo que hasta las personas sin habilidades pueden hacer” (Eric Hobsbawm, A la zaga, 1998). Hace unos meses publiqué un artículo en este blog (Todos somos artistas) en el que contaba la experiencia en la que participó toda la clase de la asignatura “El Arte desde 1950: últimas tendencias artísticas” que por entonces impartía yo en la licenciatura de Historia del Arte, en la Universidad de Valencia. Partiendo de la premisa que cualquier objeto, o idea, expuesto en un museo nunca es cuestionado como arte por aquellos que lo frecuentan, llevamos a cabo –con motivo del Día Internacional de los Museos de 2008– una ‘exposición’ al aire libre en uno de los patios del Centro Cultural La Beneficencia (Valencia) con ‘esculturas’ –conceptuales, claro– hechas por los propios alumnos repartidos en grupos y realizadas con sus propios medios. Expusimos un total de ocho y, junto a ellas, otra de un artista valenciano reconocido que ya figuraba en el patio. La gente debía votar cuáles eran las dos que más les gustaban y, sí, ganó la ‘auténtica’ con 60 votos, pero 54 obtuvieron dos de las nuestras.

Una de las veces en que se exhibió en Madrid la obra de Piero Manzoni Mierda de Artista (1961) –90 latas de estaño con sus excrementos debidamente repartidos– corrió el rumor –leyenda urbana, por supuesto– de que un camarero abrió por equivocación una de las latas y con su contenido hizo unos canapés.

Lo ocurrido en el museo de Bolzano (Italia) no es, por otra parte, algo nuevo. Vuelvo al artículo de Ordaz: “Hace ahora cuatro años, en Alemania, una limpiadora del museo Ostwall de Dortmund estropeó una obra valorada en 800.000 euros porque pensaba que estaba sucia. Y no solo. En su página de Facebook, el propio Museion se encarga de recordar que ellos no son los únicos: ‘Ha habido ilustres precedentes, como con la bañera de Joseph Beuys o la puerta de Duchamp’. La obra de Beuys a la cual se refiere el museo estaba en 1986 en la Academia de Buen Arte de Düsseldorf. Era una bañera sucia con una capa de grasa en los bordes. Lo que el empleado de la limpieza hizo fue dejarla como una patena”.

Espero que a esta mujer no le haya costado el puesto de trabajo su acción –en la doble acepción que el vocablo tiene en el habla coloquial y en el lenguaje artístico–. Yo la nombraría asesora de limpieza de museos. Y, ¡hala!, a limpiarlos a fondo, que buena falta les hace.

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