El primer debate electoral televisado de la historia

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J.F. Kennedy y R. Nixon durante el primer debate electoral televisado de la historia.

El 26 de septiembre de 1960 tuvo lugar en Chicago (Estados Unidos) el primer debate electoral televisado de la historia. Los protagonistas fueron Richard Nixon, entonces vicepresidente, del Partido Republicano, y John Fitzgerald Kennedy, del Partido Demócrata, ambos aspirantes a la presidencia.

Cuando se celebró el debate, cara a cara, Nixon tenía mal aspecto, terminaba de salir del hospital donde había estado ingresado un par de semanas por una lesión en una pierna, estaba sin afeitar desde hacía unos días y se negó a maquillarse. Kennedy daba una imagen diametralmente opuesta, impoluto, bronceado, bien afeitado, sonriente, relajado.

El debate se radió y se televisó. Por televisión fue seguido por setenta millones de personas que, según una encuesta, dieron la victoria a Kennedy, por gran mayoría. En cambio, quienes lo oyeron por la radio opinaron que el vencedor fue Nixon; como mucho dieron un empate.

Nixon subestimó el poder de la televisión. Y perdió. ¿Hubiera ganado Kennedy sin ella? Él mismo, según dicen algunos, reconoció a posteriori que no.

Todavía no ha comenzado en España oficialmente la campaña electoral (empieza a las 00:00 horas del 4 de diciembre) y ya llevamos tiempo viendo a los candidatos y otros conocidos políticos en televisión haciendo variedad de cosas que nada tienen que ver con la política en shows de todo tipo, incluyendo programas del corazón. Bailan, nos cuentan sus aficiones, cómo ligan, nos muestran sus casas, cocinan, cantan… Todavía no han aparecido en ese programa cutre programa –bueno, como tantos otros– que emite Cuatro titulado Adán y Eva, pero tiempo al tiempo. Igual no estaría de más. Ningún interés me suscita ver sus partes pudendas, pero recuerden que Hitler, Franco y Napoleón eran monórquidos.

No me parece mal que hagan todo eso, ni bien tampoco. Lo encuentro irrelevante, aunque sin duda no es así. ¿Por qué lo hacen? Obviamente, para mostrarse como alguien cercano, accesible, alguien con el que los espectadores puedan identificarse. Desde los tiempos de Kennedy hasta hoy los políticos han aprendido que, ante todo, hay que ser un buen showman.

La imagen es lo que cuenta y la televisión –sea cuál sea el soporte mediante el cual se transmiten imágenes a distancia– sigue siendo, a tal efecto, el instrumento idóneo por excelencia.

Los políticos saben que, como dice la canción de Irving Berlin, “There’s no business like show business”, y que, por tanto, recurriendo a la letra que escribió Aldir Blanc para otra hermosa canción, O Bêbado e a Equilibrista, “sabe que o show de todo artista / tem que continuar”. Esto ya no lo encuentro tan irrelevante: es el triunfo de la política como espectáculo. La pregunta que hay que hacerse ahora es quién ganaría unas elecciones si los electores solamente conocieran los programas de las diversas opciones que se les presentan (incluyendo, por supuesto, no votar entre ellas). O simplemente si los leen.

Ya lo dijo Ludwig Feuerbach en el prefacio a la segunda edición de La esencia del Cristianismo (1841): «Y sin duda nuestro tiempo… prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser… lo que es ‘sagrado’ para él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado”. Extraigo la cita del libro de Guy Debord La sociedad del espectáculo (1967).

5 pensamientos en “El primer debate electoral televisado de la historia

  1. El espectáculo ha de continuar.
    Ante todo, mis disculpas por no responder a tu comentario ni visitar tu blog. Lo anunciaba en la entrada “En obras”, que figura como destacada en mi blog desde el 3 de febrero, pero con todo este trasiego de la mudanza de las entradas de un blog a otro, han sido muchos a quienes les ha pasado inadvertida. Si este es tu caso, lamento la confusión que haya causado. Nada más lejos de mi intención que desatender a nadie.
    También ruego me disculpes que este comentario sea prácticamente el mismo para todos. No doy abasto y no quiero inaugurar el blog sin antes responder a los comentarios.
    Mis más afectuosos saludos, mis mejores deseos, y mil gracias por haber contribuido a que este blog cuente ya con un importante número de visitas sin haber sido ‘inaugurado oficialmente’.

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