
Portada de diversos periódicos españoles el 20 de noviembre de 1975. / EFE
Hay días que uno recuerda siempre, que sabe qué hacía y dónde estaba en el momento de enterarse de una noticia impactante. ¿Recuerdan qué hacían y dónde estaban cuando los atentados de Nueva York, el 11-S? Seguro que sí. A los españoles mayores de cincuenta años, o cincuenta y pocos, la fecha del 20 de noviembre de 1975 es una de esas que se quedan grabadas en la memoria y nunca se borran. Ese día nos enteramos de que había muerto Franco. ¡Por fin!, para muchos, servidor de ustedes incluido.
Tenía yo 21 años y residía en Valencia, donde estudiaba cuarto curso de Filosofía y Letras (sección Historia). Compartía piso con cuatro compañeros más, a los que nos unía la amistad y la militancia antifranquista. Militábamos en organizaciones distintas, lo que daba pie a interminables y apasionadas charlas, acompañadas de cigarrillos y alcohol, baratos ambos, claro. Desde que Franco entró en agonía estábamos continuamente pendientes de la radio (no teníamos televisor, no nos alcanzaba el presupuesto y, además, la televisión nos la traía la pairo).
El 19 –cuando ya eran casi las cinco de la madrugada– decidimos acostarnos. Sobre las nueve, escuchamos el timbre de la puerta, insistentemente. Era un amigo que ya conocía la noticia. Pocas veces me ha molestado tan poco que me despertaran a las pocas horas de dormirme, pocas veces la resaca despareció de manera tan súbita. ¿Seguro? Seguro, nos decía él, lo han dicho en la radio. Marchamos al campus. Estaba tomado por los grises. Nada nuevo, por otra parte. En los rostros de otros estudiantes que habían hecho lo mismo se notaba complacencia, que todos intentábamos disimular. Por si acaso. El disimulo por la noche despareció nada más cruzamos la puerta de un pub (El Racó, en el barrio del Carmen). El pub estaba cerrado, pero sabíamos cómo llamar para poder acceder al interior. No había música, como era habitual. Tampoco hacía falta. El Racó estaba más animado que nunca. Recuerdo abrazos, brindis, euforia y algún que otro ¡chsss!, no fuera a ser que se escuchara la bulla desde fuera.
¿Y mañana? ¿Qué pasará mañana? Eso en aquellos momentos no importaba. El dictador había muerto. ¡Ya era hora! Pero llegó ese mañana y comenzó la Transición, una transición que al final resultó ser para España la de una sociedad que mantenía aún determinados rasgos de las sociedades preindustriales al capitalismo pleno.
Hoy los jóvenes saben muy poco del franquismo, pues –por un lado– la historia es algo residual en la enseñanza obligatoria y –por otro– esa transición contemplaba, entre otras medidas, una Ley de Amnistía por la que, en 1977, se declaraba exentos de cualquier responsabilidad a quienes hubieran participado en cualquier hecho y/o delito de intencionalidad política ocurridos entre el 18 de julio de 1936 y el 15 de diciembre de 1976. Ello, evidentemente incluía a los dos bandos.
Ya que las cosas sucedieron así y no de otro modo, y que nada se puede cambiar a estas alturas, lo menos que se puede pedir es que la Ley de la Memoria Histórica (Ley 52/2007 de 26 de diciembre) se cumpla. Murió Franco ese día, pero no el franquismo. Todavía hay calles con nombres franquistas, monumentos a la infamia (el Valle de los Caídos se lleva la palma, aunque no es el único), en las cunetas españolas quedan aún más de 114.000 desaparecidos y, lo más inquietante, un gran sector de población dice eso ya pasó, a qué viene ahora remover el pasado. Mi madre murió a principios de este año y por ello voy más al cementerio de mi pueblo. Me ofende cada vez que entro encontrar frente a mí un monumento funerario con una gran cruz y con leyenda “José Antonio Primo de Rivera. ¡Presente!”. El cementerio de mi pueblo no es municipal, sino parroquial. Pero alguna cosa tendrá que decir el ayuntamiento. Digo yo. Mas, si como es el caso, desde 1999 han presidido la corporación municipal, sucesivamente, UPV-BLOC, BLOC, Compromís y EUPV. Es solo un ejemplo, pero creo que bastante revelador de que la historia interesa muy poco y de que eso de la memoria histórica está bien, sí, pero tampoco es tan importante.
No recuerdo que bebí la noche en que festejábamos la muerte del dictador. Algo barato seguro. Nada de champán como leo hoy en El País que consumieron algunos que rememoran sus vivencias de aquel día. Hoy sí podría celebrarlo con champán. Pero visto lo visto, a dónde hemos llegado y en que situación nos encontramos, lo cierto es que se me van las ganas. No era esto, no.
Toda España recordó la muerte de Franco. Tambien lo recordo la comunidad latina hispana en EEUU. Yo tenia 13 años escuchando a Radio Nacional de España atraves de mi receptor de onda corta. Ahora cumplire 56 años.
Escrib mi experiencia con el titulo Interviu Mi Breve Experiencia (RCA-G)
Me gustaLe gusta a 1 persona
Escribi el articulo a vispera de una cirugía pensando en mis alergias a las anestesia. Recibi una anestesia anti alergica y sobrevivi. Te deje el articulo. Igual me acuerdo del incidente del café en El Corte Ingles en 1973.
Me gustaLe gusta a 1 persona