
El presidente de EEUU, Barack Obama, saluda al rey Salman de Arabia Saudí al inicio de su reunión en Riad el 20 de abril de 2016. / Jim Borg (Reuters).
La fotografía que encabeza este artículo es menos efectista que otras muchas que hubiéramos podido colocar en su lugar sobre Arabia Saudí, como las que recogen castigos físicos en público (desde latigazos a decapitaciones e incluso crucifixiones) o las constantes vejaciones a que son sometidas sus mujeres. Sin embargo, a mi juicio, refleja mucho mejor la represiva situación del país saudita, o más bien las causas últimas que explican su persistente inobservancia los derechos humanos.
Estos –como denunciaba Amnistía Internacional a principios del año en curso– son objeto de toda clase de violaciones: aplicación de pena de muerte y de penas crueles e inhumanas, persecución a activistas de derechos humanos, prohibición absoluta de concentraciones públicas, discriminación sistemática contra la mujer, torturas a los detenidos, deportaciones masivas de trabajadores inmigrantes… Todo un rosario de flagrantes quebrantamientos de los derechos humanos tan sobradamente conocidos como tolerados.
¿Cómo es posible que la presión internacional por parte de los países regionales y las potencias internacionales sea prácticamente nula? O nula del todo. Declaraba hace poco Noam Chomsky que “Arabia Saudí tiene uno de los historiales más grotescos del mundo en lo que a derechos humanos se refiere. (…) creo que Arabia Saudí es el único país del mundo donde se practican decapitaciones de forma regular. Eso no es todo. Las mujeres no pueden conducir, entre muchas otras cosas. Y Arabia Saudí está fuertemente respaldada por Estados Unidos y sus aliados, Gran Bretaña y Francia. ¿Cuál es la razón de esto? Tiene mucho petróleo. Tiene mucho dinero. Se les puede vender una gran cantidad de armas, creo que miles de millones de dólares en armas. Y las acciones que están llevando a cabo, por ejemplo, en Yemen (…) están provocando una inmensa catástrofe humanitaria en un país muy pobre, y también está estimulando el terrorismo yihadista a nivel global, naturalmente, con armas estadounidenses y británicas. Francia también está tratando de formar parte de esto. Esta es una historia muy desagradable. (…) Ha sido una fuente de graves problemas globales, una sociedad horrible en sí misma, en muchos sentidos… y EEUU y sus aliados, así como Gran Bretaña antes que ellos, han estimulado el desarrollo de estos islamistas radicales a lo largo de todo el mundo islámico durante mucho tiempo”. (Traducido por Linda Artola y editado por Democracy Now! en español: democracynow.org/es, 5 de agosto de 2016).
También España mantiene excelentes relaciones diplomáticas –un tanto enfriadas ahora, pero solo de cara a la galería– con el régimen saudita. Así, en enero el rey de España, Felipe VI, acompañado por el ministro de Defensa, viajó a Riad para expresar personalmente sus condolencias por la muerte del rey Abdalá. Y es que la monarquía española ha mantenido muy buenas relaciones con la dictadura saudí, especialmente el rey emérito Juan Carlos de Borbón.
¿Por qué todo esto? Lo explicaba Chomsky con su habitual lucidez. Pero es que, por si fuera poco, es más que obvio que hay una financiación encubierta de Daesh por parte de importantes familias cercanas a los gobiernos de Arabia Saudí, Qatar o Kuwait, que estos hacen la vista la gorda y que no son pocos los gobiernos y empresas occidentales los que realizan negocios con ellos. Sin embargo, los gobiernos de Estados Unidos, Reino Unido y Francia firmaron acuerdos de suministro de armas a Arabia Saudí por valor de miles de millones de dólares, pese a los indicios crecientes de que la coalición dirigida por el país había utilizado armas de naturaleza similar para cometer en Yemen crímenes de guerra y otras violaciones graves del derecho internacional. También España. Una noticia publicada en el diario El País el pasado 31 de julio señalaba que “la monarquía saudí sigue siendo el mejor cliente fuera de Europa de la industria española de Defensa. Ya lo era en 2014, pero el año pasado creció en términos absolutos (250 millones más) y porcentuales (pasa del 9,1 a casi el 15% del total). Si se suman los demás reinos del Golfo (Omán, Bahrein, Emiratos, Catar y Kuwait) las compras de armas españolas llegaron a 715 millones”.
¿Y la opinión pública? No sabe, no contesta. Entre los diez problemas que más preocupan a los españoles según una reciente encuesta del CIS desde luego no aparece. Preocupa mucho más la posible independencia de Catalunya por ejemplo (a un 0,2% de los encuestados).
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