
“La noyade”. Benoit Courti ©
Conocí la oscuridad cuando el sol estaba en lo más alto, al iniciar el camino del olvido el día que decidí huir del futuro ante la imposibilidad de vivir el presente y cambiar el pasado.
La oscuridad, así, se presentó como un elemento nuevo, confuso e inaccesible, mayor con los ojos abiertos pero sin dejar de estar asociada a la noche y la muerte, un silencioso campo de batallas del que solo se puede salir perdedor. Percibí entonces que no servía de nada pelear con la oscuridad, ni con aquella que cuando somos pequeños creemos siempre que proviene del exterior ni con la que después se nos muestra enraizada en lo más íntimo de nuestro ser, un laboratorio donde experimentar con indisciplinadas angustias y culpas supuestas, un palimpsesto que conserva a pesar de cualquier argumento o raciocinio huellas de temores pasados, aparentemente vencidos, que cobran de nuevo carta de naturaleza.
Una sola opción me quedaba: aprender a vivir en la oscuridad, cual ciego que nunca ha visto y sabe que nunca verá. Cerré los ojos y no los volví a abrir. Habrá que vivir como sea, me dije. Me amoldé. Contra el desasosiego del espíritu nada pueden palabras y pensamientos. Tal vez sentir. Solo tal vez. Y, en todo caso, sin pensar.
Publicada originalmente en: https://musicadecomedia.wordpress.com/2016/06/14/contra-el-desasosiego-del-espiritu-nada-pueden-palabras-y-pensamientos/