¿Qué es la historia? (O qué entiendo yo por historia)

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¿De qué hablamos cuando hablamos de historia?

Cuando hablamos de historia podemos referirnos a dos cosas: a la narración ordenada y verídica sobre el conjunto de hechos que consideramos memorables del pasado humano, por un lado, o a la ciencia que se ocupa del estudio de estos como conjunto de las actuaciones de los hombres en el pasado y de la narración de estas actuaciones.

La historia (ciencia) no deja de ser una invención nuestra –de la época contemporánea–, pues el conocimiento de ‘todo’ lo que ha sucedido con anterioridad a nosotros es imposible. En consecuencia, cada sociedad hace la historia de acuerdo con los temas que interesan en su momento, los cuales, por otra parte, son distintos según el posicionamiento de cada uno frente al mundo en que vive.

¿Quién hace la historia?

Todos. La historia (conjunto de hechos) la hacemos entre todos con nuestro proceder cotidiano: renunciando explícitamente a buscar un lugar en el mundo y aceptando sin reservas el que se nos adjudica nada más nacer o bien oponiéndonos a él porque creemos que podemos construir uno mejor.

“Discutiendo la Divina Comedia con Dante” (2006), óleo de Dai Dudu, Li Tiezi y Zhang An.

“Discutiendo la Divina Comedia con Dante” (2006), óleo de Dai Dudu, Li Tiezi y Zhang An.

Así pues, el pasado no es únicamente el de los ‘grandes hombres’ y las grandes gestas, es el pasado de los seres humanos colectivamente, en tanto que organizados en sociedades. Y ese pasado no puede aislarse en el tiempo. Sus consecuencias, sus logros, sus reveses, se prolongan hasta el presente. Toda historia, como dijo Geoffrey Barraclough, es contemporánea.

¿Cuál es papel del historiador?

Investigar y divulgar el resultado de sus investigaciones. La divulgación de los resultados es la que justifica en última instancia el sentido de la historia en tanto que ciencia. La investigación con fines exclusivamente curriculares, la que –a pesar de que se publique– no traspasa los estrechos límites de las instancias universitarias –a veces ni siquiera llega a las aulas– sirve de bien poco, por no decir de nada. Toda ciencia tiene su función social, y la de la historia es dotar a las personas de herramientas cognitivas que permitan explicar (explicarse) desde el pasado la comprensión del presente. La historia es investigación, pero carece de utilidad si no llega a su destinatario: el ser humano.

¿Puede el historiador ser objetivo?

Si por objetivo entendemos la independencia de la propia manera de pensar o de sentir, ni por asomo. El historiador es también un producto de la historia y su obra tiene mucho que ver con la actitud desde la que la aborde, con su manera de pensar o de sentir.

Todos vivimos en sociedad y, queramos o no, estamos influidos –en mayor o menor medida, pero influidos– por las actitudes y respuestas ante las situaciones del mundo presente. El historiador también. La historia, pues, nunca podrá ser objetiva. Ni tiene por qué serlo. Pero esta aseveración no debe conducirnos al error de creer que la interpretación que se haga del pasado sea arbitraria. El historiador sigue un método, y en la correcta aplicación de este es donde radica su objetividad.

¿Para qué sirve la historia?

«El historiador ha de ser traductor, ha de trasladar a nuestro lenguaje los valores de otras civilizaciones. Es siempre consciente de los valores individuales que traslada y está convencido que, a pesar de todo, tal traducción es posible. El historiador la ofrece a la sociedad consciente de su propia originalidad, haciéndola comprensible a los otros. Comprender a los otros, he aquí la tarea del historiador. Hay pocas más difíciles. Pero difícilmente se encontrará una más bella», dijo Witold Kula en 1976.

Es esta capacidad de análisis e interpretación lo que define a la historia como ciencia. Y esta ‘traducción’ que la hace comprensible lo que le da razón de ser. La memoria es, posiblemente, la herramienta más importante con que contamos. Sin memoria no habría evolución ni progreso. La historia es, por tanto, un instrumento que se sirve del pasado para comprender mejor nuestro mundo de hoy. ¿Para qué? En mi opinión, para mejorarlo. La historia es una herramienta –útil como pocas– para la transformación social.