CANSADOS DE ‘EL HOMBRE’

¿Qué es lo que hoy produce nuestra aversión contra el hombre? –pues nosotros sufrimos por el hombre, no hay duda–. No es el temor; sino, más bien, el que ya nada tengamos que temer en el hombre; el que el gusano ‘hombre’ ocupe el primer plano y pulule en él; el que el ‘hombre manso’, el incurablemente mediocre y desagradable haya aprendido a sentirse a sí mismo como la meta y la cumbre, como el sentido de la historia, como ‘hombre superior’; –más aún, el que tenga cierto derecho a sentirse así, en la medida que se siente distanciado de la muchedumbre de los mal constituidos, enfermizos, cansados, agotados, a que hoy comienza Europa a apestar, y, por tanto, como algo al menos relativamente bien constituido, como algo al menos todavía capaz de vivir, como algo que al menos dice sí a la vida…

[…] El empequeñecimiento y la nivelación del hombre europeo encierran nuestro máximo peligro, ya que esa visión cansa… Hoy no vemos nada que aspire a ser más grande, barruntamos que descendemos cada vez más abajo, más abajo, hacia algo más débil, más manso, más prudente, más plácido, más mediocre, más indiferente, más chino, más cristiano –el hombre, no hay duda, se vuelve cada vez ‘mejor’… Justo en esto reside la fatalidad de Europa– al perder el miedo al hombre hemos perdido también el amor a él, el respeto a él, la esperanza en él, más aún, la voluntad de él. Actualmente la visión del hombre cansa –¿qué es hoy el nihilismo si no es eso?… Estamos cansados de el hombre…

Friedrich Nietzsche: La genealogía de la moral (1887). Edición en español de 1972, traducción de Andrés Sánchez Pascual.

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Entrada publicada anteriormente en este blog el 16 de enero de 2020.

La patria de los mil colores

‘Esta es, sin duda, la patria de los mil colores’, me dije. […] No hubierais podido elegir, hombres del presente, una careta mejor que vuestra propia cara. ¿Quién os hubiera podido reconocer? Estáis pintarrajeados con los signos del pasado, y sobre ellos han trazado otros, a su vez. ¡Ni los que descifran signos podrían reconoceros! Aunque los augures examinaran vuestras entrañas, ¿quién iba a decir que las tenéis? Parecéis un amasijo de colorines y de papeles encolados. Todos los tiempos y todos los países miran a través de vuestros velos en total confusión; todas las costumbres y todas las creencias hablan en total confusión a través de vuestros abigarrados gestos. Quien os quitara todos esos velos, adornos, colorines y gestos tendría suficiente material para hacer un espantapájaros. Realmente, yo mismo soy el pájaro espantado que un día os vio desnudos y sin colorines, y alcé el vuelo en cuanto vislumbré que vuestro esqueleto me hacía señas amorosas. Preferiría ser jornalero en el mundo subterráneo y entre las sombras del pasado, puesto que las sombras de quienes habitan en el infierno son más gruesas y más rollizas que vosotros. […] Todo lo que hay de siniestro en el futuro, cuanto ha podido espantar a los pájaros extraviados, resulta, sin duda, más tranquilizador y más familiar que vuestra ‘realidad’. Pero vosotros os decís: ‘Somos reales, no tenemos fe ni supersticiones; y os quedáis tan ufanos, sacando mucho el pecho; aunque, a decir verdad, ni siquiera tenéis pecho. ¿Cómo podrías vosotros creer, gente pintarrajeada, si no sois más que pinturas de todo lo que se ha creído en otros tiempos? Sois la refutación andante de la propia fe, quebrantahuesos de todos los pensamientos. Considero que no sois dignos de fe, hombres reales. En vuestro espíritu parlotean todas las épocas, pero todos los sueños y el parloteo de todas las épocas han sido más reales aún que vuestro estar despiertos. Sois estériles, y esta es la razón de que os falte la fe; pero el que tuvo que crear tuvo también sus sueños proféticos y sus signos estelares; creía en la fe. Sois puertas entornadas detrás de las cuales esperan los sepultureros, y vuestra realidad consiste en que todo merece perecer. […] Me hacéis reír, hombres del presente; sobre todo cuando os admiráis de vosotros mismos. ¡Pobre de mí si no pudiese reírme de vuestro asombro y hubiera de tragarme toda la bazofia de vuestras escudillas! Pero prefiero tomaros a broma, porque ya tengo bastantes cosas graves con las que cargar. ¡Que más me da que se posen sobre mi carga algún escarabajo o algún gusano con alas! ¿Es que por eso va a ser mi carga más pesada? No sois vosotros, hombres del presente, quienes me vais a fatigar hasta el extremo. […] soy un nómada por todas las ciudades; en todas las puertas me despiden. Los hombres del presente, hacia los cuales no hace mucho me impulsaba mi corazón, me son extraños y burlescos; de este modo estoy desterrado de la tierra de mis padres y mis madres. Por eso solo amo ya a la tierra de mis hijos; la tierra ignota, allende los mares; y gobierno las velas de mi barco para que busque sin cesar.

Friedrich Nietzsche: “El país de la cultura”, Así habló Zaratustra (1893). Traducción de Francisco Javier Carretero Moreno (ed. 1999).

¡Soledad, patria mía!

¡Soledad, patria mía, soledad! […] Una cosa es estar abandonado y otra estar solo. Ahora ya lo sabes. Y también sabes que serás siempre un extraño y un salvaje entre los hombres; sí, un extraño y un salvaje, aun cuando te amen. Porque lo que ellos quieren por encima de todo es que se les trate con indulgencia. […] Cuando estabas en tu isla, como un torrente de vino entre cántaros vacíos, dando y repartiendo, escanciando a los sedientos, hasta que acabaste siendo tú el único que tenía sed en medio de tanto borracho, entonces te lamentabas por la noche: ¿No es más dichoso el que roba que el que toma? […]

¡Soledad, patria mía, soledad! […] Nada nos preguntamos y nada nos echamos en cara, nos abrimos el uno al otro, y juntos atravesamos puertas abiertas. […] El que quiera saberlo todo de los hombres habrá de arremeter contra todo; mas para eso yo tengo las manos demasiado limpias. Yo ya no quiero respirar donde respiran ellos. ¡Cómo habré podido vivir durante tanto tiempo en medio de su estrépito y de su mal aliento! […] Si alguien pregona su saber con toques de campanas, los tenderos ahogan su sonido con el tintineo de las monedas. Entre ellos, todo es hablar, pero ya nadie entiende. Todo cae en el agua; nada cala en un pozo profundo. Entre ellos, todo es hablar: nada es llevado a término; a nada se pone fin. […] Entre ellos, todo habla, todo es pulverizado a fuerza de palabras […] Y lo que en otro tiempo se consideraba como un misterio y un arcano de las almas profundas, hoy se encuentra a merced de cualquier pregonero y de otros charlatanes callejeros. […] La indulgencia y la compasión han sido siempre mis peligros mayores: no hay ser humano que no quiera ser tratado con benevolencia y que le compadezcan. […] Cuando se vive entre los hombres se acaba por no saberlos conocer. ¡Hay tanto de apariencia en sus semblantes! […] A sus anquilosados sabios yo los llamaba investigadores, y así aprendí a decir unas palabras por otras.

Friedrich Nietzsche: “El retorno a casa”, Así habló Zaratustra (1893). Traducción de Francisco Javier Carretero Moreno (ed. 1999).

Nota bene: La soledad nada tiene que ver con estar solo, ni con el aburrimiento, ni con pasarlo mal. De ahí la foto que ilustra en la entrada. Yo, en el Hotel Plaza de Nueva York, hace unos añitos.