Presentación de la Kunstkompass de 2017.
Lo más probable es que no conozca esta lista –nada altruista como la de Schindler– ni les suene el nombre de Willi Bongard, el autor de la misma. A no ser que sea marchante de alto nivel, reputado crítico de arte o coleccionista de postín (privado o público). De hecho, la relación de fallecimientos destacados de Wikipedia correspondiente al 6 de mayo, fecha de su muerte, ni siquiera recoge su nombre. Sin embargo, su influencia en el mundo del arte elevado –de las artes plásticas en concreto– es mayúscula.
Este economista, periodista especializado en arte y profesor, elaboró en 1970 un listado de artistas vivos, un ranking, que en la actualidad sigue publicándose en la revista alemana Capital: Wirtschaft ist Gesellschaft (Capital: economía es sociedad). Bongard llevó a cabo una clasificación de artistas (plásticos) vivos según el reconocimiento que recibían en diversos ámbitos (colecciones permanentes en museos, exposiciones individuales, exposiciones colectivas, reseñas en periódicos y televisión). Fue asignando una puntuación a cada uno, según su propia estimación. Así, le otorgaba 300 puntos a cada artista por cada obra que tuviera expuesta en un museo importante (por ejemplo, el MOMA) y 200 por cada obra que estuviera en un museo menos importante (como el Art Institut de Chicago). Si el artista era mencionado por prestigiosas revistas como Art Actual recibía 50 puntos y si figuraba en otras de menor influencia como Connaisance des Arts, 10.
De este modo estableció un ranking con los cien primeros: la Kunstkompass (brújula de arte). Acto seguido calculó el precio que en ese momento tenía una obra representativa de cada uno de ellos y lo añadió a la lista. Un análisis estadístico de sus datos mostraba que el valor estético de la obra se corresponde con su valor económico. Aunque no siempre fuese una correlación perfecta, no se podía discutir que a medida que la puntuación de un artista aumentaba en un 10%, el precio de su obra representativa lo hacía un 8%. La finalidad de Bongard era únicamente saber si el mercado tasaba de forma correcta el valor de la obra de los artistas, si algún pintor estaba infravalorado.
El mundo artístico en general acogió con frialdad la Kunstkompass por su “presunción” de medir la posición estética, pero no tardaron en rendirse a la evidencia. Bongard, que se proponía informar a los coleccionistas la forma de obtener el máximo beneficio en el arte, de sacar el máximo partido de su dinero, como economista que era, empezó ofreciendo a los coleccionistas una carta mensual, a un precio determinado, hasta su muerte en 1985. Al mismo tiempo publicaba la lista de vez en cuando en la revista financiera de Colonia antes mencionada, Capital. Cada vez más influyente, la Kunstkompass fue traducida y publicada en todas partes. La revista italiana de diseño Domus describía las mejores gangas como convenientissimo. Desde 1970, y hasta 2006, se hacía pública cada otoño coincidiendo con la inauguración de Art Cologne, la feria de arte más destacada de Alemania. También, como hemos visto, en otras revistas y desde 2017 es fija en Capital.
Mi intención al publicar este artículo no es informar acerca de la existencia de esta lista a quienes la desconozcan para que puedan invertir en esta clase de arte sacando el mayor provecho. Tampoco creo que sean muchos los lectores de este blog que estén en condición de hacerlo. Mi propósito es solo mover a reflexión sobre la estrecha relación entre arte y mercado, siendo este último el verdadero motor de ese mundillo elitista de multimillonarios, obsceno y aborrecible se mire por donde se mire.
Como señala Eric Hobsbawm (A la zaga, 1998), las artes visuales “y especialmente la pintura, no han sido capaces de adecuarse a lo que Walter Benjamin llamó la época de reproductibilidad técnica”. La creación de una revolucionaria industria del ocio destinada al mercado de masas redujo las formas tradicionales del “gran arte” a les élites. El arte se convirtió en un gran negocio, uno de los pocos a los que jamás ha afectado crisis alguna.
El mercado del arte siempre ha sido uno de los más seguros desde mediados de la década de 1950, cuando se produce el relevo de la capitalidad del arte moderno y Nueva York reemplaza a París. En unos momentos en que comenzaba una era de prosperidad económica sin precedentes, se inició un espectacular aumento de los recursos económicos, tanto públicos como privados, para la promoción del arte moderno. Pocas inversiones pueden resultar tan rentables. Sin embargo, advierte Juan Antonio Ramírez (Arte y arquitectura en la época del capitalismo triunfante), “el comercio artístico, en su conjunto, no es transparente. No se sabe lo que en realidad se paga en la mayoría de las transacciones, por no hablar del silenciamiento mismo de muchas compraventas relevantes”. Es, además, una excelente manera de blanquear dinero.
Los problemas económicos que convulsionaron las bolsas en 1987 no tuvieron efecto alguno en el arte. Es más, al haber cierta confusión sobre donde era mejor invertir para obtener beneficios seguros, el mercado del arte aumentó sus transacciones. Parecida situación vuelve a repetirse con la crisis de 2008 y no me cabe duda de que así será con la actual crisis social.
¿Arte?, ¿valor estético?, ¿mecenas?, ¿patrocinadores y protectores de las artes? ¡Mis cojones treinta y tres! Negocio y nada más que negocio, mero espectáculo al que se suman ignorantes almas cándidas que, como en tantas otras cosas, siguen las pautas marcadas por las élites. En fin, si así se sienten más cultos… Aunque a mí me parece que si en vez de tanto onanismo mental practicaran el onanismo a secas igual les iba mejor, a ellos y a todos.
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Si quiere consultar la Kunstkompass entre 2001 y 2019 clique aquí.
Reblogueó esto en El Noticiero de Alvarez Galloso.
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Uno, como ciudadano a pie, desconoce como se maneja este negocio del arte. Con tu artículo nos da una idea general de este mundo donde se manejan grandes cantidad de dinero con afán de cubrirse las espaldas ante una crisis. o blanquear dinero o satisfacer unos gustos del que tiene tanto dinero que no sabe en que gastarlo.
Me parece muy instructiva la lectura y de paso, recibí una clase magistral de este negocio que de arte no tiene nada. Sino que es el gran negocio del arte.
Un abrazo y gracias por hacerme leer algo interesante y esclarecedor.
Manuel
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Es que hablar de»arte» ante tal cúmulo de despropósitos es para mear y no echar gota. Además, ¿que arte este al que solo pueden tener acceso unos pocos privilegiados? Los demás han de conformarse con contemplar las supuestas «obras de arte» a través de reproducciones. ¿Qué ven?, ¿de qué se maravillan? No lo entiendo,
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Hola Manuel , siempre que te leo me haces un conflicto( siendo justa no siempre ), quizá hasta a veces dirás basta con esta mujer , más te platico, en dos ocaciones visite lo Museos de NY , los principales y los que no ,y el MOMA me sorprendió por no haber tenido antes acceso físicamente a lo que llaman Exprecionismo Abstracto , quiero preguntarte tu opinión sobre la Obra de Lucien Freud que es un Pintor que a mi me gusta mucho , por impaciencia no me borres me gusta saber y no soy Universitaria , he aprendido por el gusto de , gracias
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Aquí no me deja insertar una fotografía, sino te mostraría una mía en el MoMA ante la obra de Pollock.
Entre Pollock (cuya obra nome dice nada) y Lucien Freud, me quedo con el segundo, al menos Freud no abandona la referencia humana.
No te considero una plasta, mujer, en absoluto. De hecho, me tomo en serio tus comentarios, y este me ha hecho recordar una entrada que publiqué hace tiempo y buena parte de la cual reproduzco hoy. En ella, creo que respondo mejor a tu pregunta.
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… Yo soy más de Galeano. A ese tipo de gente no he llegado.. Algún día con paciencia y tacita a tacita podré adquirir como inversión un cuadrito. Bromas aparte resulta interesante ver como se mueven los de las nubes. Salud y saludos.
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Yo tampoco he llegado ni llegaré, ni ganas que tengo. Si sé estas cosas es porque cuando daba clases en la Universidad no tuve más remedio que lidiar con una asignatura que se llamaba «Últimas tendencias artísticas», asunto del que no tenía ni pajolera idea. Tuve que prepararme el temario y de ahí que conserve estas anotaciones.
Saludos y salud, Iñaki.
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Completamente de acuerdo con tu artículo. Nada tiene que ver el mercado de obras de arte con la calidad de la obra, es pura especulación. Piero Manzoni ya se río de todo esto con su obra «Mierda de artista» vendiendo latas presumiblemente llenas de sus excrementos, a precio de oro, literalmente.
Salut i força, Manuel!
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Celebro que cites a Manzoni, pues hablé del caso de sus codiciadas latitas en una entrada más o menos en los términos que tú.
Salut i força, Charly!
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