5Pointz (5Pointz Aerosol Art Center) era un sitio ciertamente singular que llegó a ser conocido como “La meca del grafiti”. Nada menos que 19.000 metros cuadrados conformaban un gran espacio en el que todas las paredes estaban decoradas con grafitis. Mirases donde mirases, solo veías color –toda la gama de colores imaginables–, tags –de todo tipo y procedencia– y muros con todas las clases de composiciones posibles. Se encontraba en Nueva York, en Queens. Para llegar hasta 5Pointz lo más habitual –si uno estaba en la ciudad, obviamente– era coger la línea 7 del metro, un ferrocarril elevado que se inauguró en 1915. Desde la estación se contemplaba una vista magnífica del conjunto, pero su verdadera dimensión, sin embargo, no se apreciaba en toda la su amplitud hasta que te metías allí. Era entonces cuando la mirada no sabía dónde detenerse, perdida al principio ante tanta imaginación desbordada, tanta creatividad y colorido.
Escribo esto basándome en unas notas sobre 5Pointz que escribí hace unos años, unos diez calculo, tal vez unos pocos más. Dichas notas están escritas en presente y voy cambiándolas a pasado a medida que redacto el artículo. Y es que 5Pointz, desgraciadamente, hace un par de años que dejó de existir. ¿La razón? La especulación inmobiliaria. Mas antes de entrar en detalles repasemos que fue 5Pointz.
Desde 1994, grafiteros de todo el mundo fueron dejando en los muros de 5Pointz su huella con total libertad. No es que cualquiera con un espray se pusiera a pintarrajar una pared como le viniera en gana. Previamente debía obtener la correspondiente autorización de los responsables del centro. Con ello se quería garantizar un mínimo de calidad. Así, más de trescientos cincuenta murales justificaban por qué se llamaba “La meca del grafiti”. Por el día, la zona estaba siempre llena de animación. Además de los grafiteros, curiosos y turistas, era habitual la presencia de bailadores de break–dance, raperos, fotógrafos, alguien que filmaba un documental… Había vida, mucha vida en 5Pointz.
La historia del lugar es tan sorprendente como era el mismo. Finalizada la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos conoció una época de prosperidad económica sin precedente. Eran los famosos felices años 20, que tendrían un triste final: la Gran Depresión de 1929. Queens experimentó una notable transformación a raíz del establecimiento de fábricas y servicios coincidiendo con el auge de la industria automovilística y aeronáutica. La zona se industrializó rápidamente y su número de residentes experimentó un extraordinario aumento, pasando de 469.042 habitantes que tenía en 1920 a 1.079.129 diez años después.
En este contexto, en 1921 se construyó el complejo industrial que acogía 5Pointz. Aunque Queens no abandonó nunca del todo su carácter industrial, este, poco a poco, fue perdiendo protagonismo y se transformó en zona residencial. Con la crisis de 1960-1970, muchas fábricas cerraron y quedaron abandonadas.
Un par de décadas después, Pat DiLillo –encargado de mantener limpias las fachadas de los edificios– consideró que aquel enorme espacio podría ser más útil si se permitía que quienes se dedicaban al mundo del grafiti pudieran expresarse libremente en sus muros. Consiguió el permiso del propietario del complejo industrial y empezó a difundir el proyecto entre los grafiteros de Nueva York. Así nació The Phun Factory.
A medida que la noticia de tan original iniciativa fue propagándose, a los primeros grafiteros neoyorkinos se sumaron otros de Estados Unidos y, poco después, de más países americanos y europeos. A principios del actual siglo una media semanal de veinte grafiteros en invierno y de ciento cincuenta en verano trabajaba su arte en las paredes de la vieja factoría. El 2001 DiLillo abandonó el proyecto, que pasó a ser gestionado por el veterano artista grafitero Jonathan Cohen, más conocido como Meres. The Phun Factory pasó entonces a llamarse 5Pointz, denominación que hace referencia a los cinco municipios que conforman Nueva York: Manhattan, Brooklyn, Queens, Bronx y State Island.
Meres logró que el dueño del inmueble, Jerry Wolkoff, le diera permiso para poder utilizar la totalidad de les fachadas del complejo. Aumentó entonces el número de grafiteros, de propuestas y de actividades, hasta conseguir ser, en palabras de Cohen, “el MoMA o el Guggenheim del arte de calle”.
Pero tanto espacio, y en Queens, resultó ser demasiado apetitoso para la gran cantidad de buitres carroñeros de la especulación, siempre al acecho. Así, altos representantes del poder económico neoyorkino consiguieron que el ayuntamiento de la ciudad revaluara la zona y permitiera la construcción de unos cuantos rascacielos. Y las autoridades municipales presionaron al dueño, Wolkoff, para que dejase en sus manos el futuro del viejo complejo industrial, declarándolo en estado ruinoso.
Llegó noviembre de 2013 y todas las paredes aparecieron un buen día pintadas de blanco. Un grupo de activistas peleaba porque 5Pointz fuese declarado lugar histórico, lo que habría impedido su demolición. Pero había en juego la nada despreciable cifra de 400 millones de dólares. Fue su fin. Se acabó “La meca del grafiti” y se dio carta blanca para que se levantara un complejo de apartamentos de lujo.