“Rata de dos patas” (de Manuel Eduardo Toscano) es una de las más famosas canciones de Paquita la del Barrio perteneciente a su álbum de 2001 Taco placero. Su letra es un iracundo mensaje contra un hombre que la engañó y se ha convertido en una especie de himno contra el machismo en México. La veracruzana Paquita la del Barrio (1947) se casó a los 15 años con un hombre de 42 y, estando embarazada del tipejo, se enteró de que este estaba también casado con otra en otro pueblo, donde además tenía familia. Una auténtica miserable rata “de dos patas” a la que, sin embargo, ella –una jovencita acuciada por la necesidad– no tuvo valor de dejar en aquel momento.
Ratas como el canalla en cuestión abundan desgraciadamente, y situaciones como la que tuvo que vivir Paquita la del Barrio también. Es lo que tiene la miseria. En este caso la económica, pues hay otra que es la que, en última instancia, hace posible la primera: la miseria moral. Hay muchas ratas de dos patas, demasiadas, de acuerdo con la acepción que da la RAE de la palabra rata: “persona despreciable”. Y hoy por hoy la rata mayor es Donald Trump y su política, especialmente la migratoria, que tanto recuerda la de Alemania en tiempos del nazismo.
Trump es la rata mayor, sin duda, pero no la única. En principio, porque es el presidente nada menos que de la primera potencia mundial y sus decisiones nos afectan a todos, unas más y otras menos, a unos más y a otros menos. Y porque no llegó a la presidencia caído del cielo, sino que fue democráticamente elegido, del mismo modo que Hitler. Muchas ratas, pues, le llevaron a ocupar el despacho oval de la Casa Blanca. Y muchas ratas, de tamaño nada despreciable, le apoyan en mayor o menor o menor medida: el presidente ruso, Vladimir Putin; la presidenta del ultraderechista Frente Nacional francés, Marine Le Pen; el ex líder del Partido de la Independencia del Reino Unido, Nigel Farage; el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu; el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan… Otras ratas mantienen una postura más tibia hacia la política de Trump –lo que no les hace menos cómplices–, como es el caso del Gobierno español.
Por fortuna, la amplia contestación social no se ha hecho esperar y proliferan las manifestaciones y actos de protesta en buena parte del mundo, sobre todo en Estados Unidos, por ser Trump su presidente y porque es un país que cuenta con una larga tradición de lucha en favor de los derechos y las libertades civiles. En España, sin embargo, la respuesta social está siendo ridícula. Parece mentira. Que pronto olvidamos que la migración ha sido, y es, parte de nuestra historia, que muchos de los defensores de la República se vieron obligados a salir de España tras la victoria de Franco por las mismas razones que ahora abandonan sus países aquellos a los que Trump, y otros, pretenden criminalizar, y que una parte importante de ellos recibieron refugio en México, que en la década de 1960 centenares de miles de españoles tuvieron que marchar a Alemania en busca de trabajo, que siguen migrando jóvenes que aquí no ven ninguna salida… Y las calles vacías. De manifestantes, quiero decir. No seamos ratas nosotros también.