Gitanos

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“Juerga gitana en Montjuic” (1963). Fotografía de Colita (Isabel Steva Hernández) ©

La cultura gitana sigue siendo la gran desconocida. Los pocos datos que maneja al respecto la opinión pública están llenos de tópicos, falsos la mayoría de las veces, y las noticias que aparecen en los medios de comunicación, cuando aparecen, nunca obedecen a nada que tenga que ver únicamente con ellos mismos sino que están motivadas por las formas de convivencia con la sociedad dominante. El gitano suele ser noticia por algo asociado a reyertas, desalojos, expulsiones, delincuencia, marginación, etc. Sin embargo, en el mundo gitano hace décadas que se produce un debate cultural de gran calado. La preocupación de los gitanos por su lengua y sus costumbres no es nueva, como tampoco lo son las cuestiones derivadas de la naturaleza del cambio social y su devenir cultural.

Cuando el pueblo gitano, al que se siempre se le ha conminado a que dejara de ser diferente, empezó a exigir respeto y derechos, esta exigencia se vio, y se sigue viendo, como una amenaza. No obstante, conviene aclarar que el pueblo gitano no demanda un mayor nivel de riqueza; los principios de convivencia y solidaridad en que se fundamenta la Liri Kali (Ley Gitana) impiden una excesiva acumulación de capital. Lo que demandan es dignidad, respeto a sus leyes, a su libertad o su participación en la vida política, económica, social y cultural.

El pueblo gitano se encuentra inmerso en una difícil problemática que afecta tanto a sus condiciones de bienestar ―precarias― y desarrollo deseable como a su identidad cultural. Paradójicamente, las posibles soluciones que han venido proponiéndose desde la Administración y que la sociedad quiere imponer afectan de forma sustancial a su cultura, y por tanto a su identificación como pueblo. La generalizada no admisión por parte de la sociedad dominante de ritos, leyes y un ‘modus vivendi’ propio y diferente han llevado a una indefensión legal para buena parte de los miembros de este pueblo.

En estos momentos, el estado de crisis coyuntural se ve agravado en este colectivo por la situación carencial a la que se ha llegado como consecuencia del proceso emprendido de forma secular por las culturas mayoritarias para arrancar a esta comunidad sus rasgos distintivos, ya que desde el momento en que entran en contacto ambas sociedades se produce una negación sistemática hacia el colectivo gitano que se manifiesta en un deseo de eliminación física ―en los momentos de mayor virulencia xenófoba― o de aculturación en aquellas épocas en las que las condiciones facilitan una actitud más tolerante hacia ellos y hacia las minorías en general. El resultado de esta relación ha desembocado en una “subcultura de la pobreza”: los mecanismos de adaptación de la cultura gitana han conducido a sus miembros a la inmersión generalizada en estratos sociales marginales.

En este estado de cosas, el pueblo gitano se halla ante una dolorosa disyuntiva. O progresa dejando de ser gitano o no progresa para continuar siendo gitano. Lo decía V. Suárez Saavedra, quien fuera secretario general de la Unión Romaní Española, que añadía: “En el mundo actual el gitano ha de ponerse la máscara de ‘gachó’, es decir, utilizar las mismas armas ante la vida que él, y para eso ha de aceptar valores y formas de comportamiento de la sociedad mayoritaria. Entonces, el gitano se va dando cuenta que va dejando de serlo”. Asimilación, pues, o desaparición. Mal dilema.

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  1. Pingback: El camino hacia la xenofobia – EL BLOG DE MANUEL CERDÀ

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