
Agim Sulaj ©
Nunca imaginé que llegaría a manifestar, y menos por escrito, que estoy de acuerdo con una frase de Donald Trump. Eso sí, solo con una y sin entrar en más detalles, aislada pues, sin contexto alguno. La frase –que tomo de un artículo de John Carlin publicado hoy en El País– es la siguiente: “Descubrirán cuando lleguen a tener mucho éxito que la gente que les caerá mejor será aquella que es menos exitosa que ustedes. Porque cuando te sientas en una mesa les puedes contar todo tipo de historias maravillosas y te escucharán. ¿Tiene sentido lo que les digo? ¿Ok? Siempre hay que estar rodeado de gente sin éxito porque te respetarán”.
Uno mira a su alrededor y llega a la conclusión inmediata de que así es, de que la mediocridad intelectual y la miseria moral se han instalado en todas las instancias que tienen capacidad de decidir en esta sociedad que hace tiempo que ha dejado de cuestionarse a sí misma y acepta un modelo a todas luces injusto porque –dicen– otro no es posible. Da igual la instancia, da igual la escala político-administrativa, en todas encontramos quienes creen ser listos e inteligentes, letrados y eruditos, en contraposición a sus subordinados o sus administrados, ignorantes y faltos de criterio. Siempre tropezarás con alguno, con más de uno. Y cuando más desciendas en la escala más todavía. Al tiempo verás que son demasiado engreídos y presuntuosos y que jamás reconocerán este extremo. Y encontrarás a su alrededor un sinfín de gente gris que ha tenido menos éxito que ellos dispuesta a hacerles el caldo gordo para de ese modo beneficiarse de las sobras de las migajas que administran. La mediocridad viene, así, garantizada por los mecanismos del poder, se instala en él, se beneficia del mismo y lo sustenta.