“Hay en Asturias una costumbre tradicional que revela humanitarios sentimientos; nos referimos a la llamada en bable endecha o andecha, que consiste en reunirse la mayor parte de los individuos de una aldea para trabajar en favor del vecino cuando la tarea es superior a sus fuerzas, como roturar un terreno, descuajar un bosque, construir un cerramiento, o cuando por enfermedad o muerte del jefe de familia los que quedan no pueden verificar aquel trabajo”.
Este texto está sacado de la Memoria de la Comisión de Reformas Sociales* de la Provincia de Oviedo de 1884 y viene a cuento a que ayer por la mañana, en el mercado, en la pescadería, una señora mayor que estaba antes que yo decía que el gran problema de la sociedad actual es que cada vez hay menos amor. Pues no anda desacertada, pensé, pienso. Amor, según la Real Academia de la Lengua, es –en su primera acepción– el “conjunto de sentimientos que ligan una persona a otra, o bien a las cosas, ideas, etc.”.
Y, ciertamente, nuestros lazos con respecto a los demás, o a las ideas de los demás, o a sus cosas, a sus preocupaciones, se han ido diluyendo a favor de un individualismo cada día más desaforado. Acostumbrados a ver los problemas de la sociedad en imágenes repetitivas, hemos acabado por convertir en simple espectáculo el sufrimiento. Sentimos simpatía –no tanto empatía– hacia lo que vemos, hacia esos pobres desgraciados que se nos muestran en situaciones que jamás desearíamos para nosotros ni para nuestros allegados. Nos conmueven más situaciones prácticamente inevitables, como el desgraciado accidente aéreo de estos últimos días en los Alpes, que otras que sí dependen de nosotros (“Cada día mueren 17.000 niños menores de 5 años a causa de enfermedades, como la desnutrición aguda, que se pueden evitar y tratar”, denuncia Save the Children).
Hoy, en nuestra sociedad –o en la que nos ha tocado vivir– conductas de este tipo son impensables. Como escribió el conocido historiador y filósofo estadounidense Will Durant (A Dual Autobiography, 1977), “Mi lección final de historia (…) es semejante a la que dio Jesús (…) todo lo que hay que hacer es ponerla a prueba. El amor es la cosa más práctica del mundo.” Pues, eso, a practicar. Y ya que comenzamos la Semana Santa, que el sentimiento no se limite a estos días y vuelva a ensalzarse por Navidades. Que se transforme en acción. Por parte de todos, los creyentes y quienes no lo somos, pues el amor no es exclusivo de nadie.
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* La Comisión de Reformas Sociales fue creada en España por el gobierno de izquierda liberal de 1883 para “estudiar todas las cuestiones que directamente interesan a la mejora o bienestar de las clases obreras, tanto agrícolas como industriales” y constituyó un intento de integrar el movimiento obrero en proyecto reformista que garantizara la paz social, acortando el desfase existente entre la legislación social española y la de los países industrializados del resto de Europa. Sin embargo, al llegar al poder los conservadores en enero de 1884 se convirtió en un mero espacio para el intercambio de opiniones. En 1985, con un muy buen estudio introductorio de Santiago Castillo, se publicaron en cinco tomos las actas de la Comisión con el título Reformas Sociales: información oral y escrita publicada. La cita corresponde al tomo V, p. 377.
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