La Revolución rusa: las tareas inmediatas de la Revolución (internacionalización y centralización)

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Lenin dirigiéndose al Ejército Rojo en Moscú el 5 de mayo de 1920; a la derecha de la foto Leon Trotski.

El primer acto del Gobierno revolucionario fue dar cumplimiento al primer decreto anunciado por Lenin: “comienzo de las negociaciones en pro de una paz justa y democrática sin anexiones ni indemnizaciones”. La llamada a las partes beligerante no tuvo ningún eco y, ante la superioridad de las tropas alemanas, Lenin y Trotski acabaron firmando una paz que ellos mismos tildaron de vergonzosa: la Paz de Brest-Litovsk (marzo de 1918), por la que Rusia perdía Ucrania y la mayor parte de los territorios occidentales.

Antes de que terminara la guerra mundial, Alemania era un país exhausto con un régimen en descomposición. Surgieron entonces consejos obreros y de soldados con un claro objetivo: acabar la guerra. El movimiento se extendió rápida y espontáneamente por todo el país. En noviembre, al terminar la guerra, se presentó el siguiente dilema: el triunfo de una república soviética basada en los consejos o, por el contrario, la evolución de estos hacia la formación de una república democrática. Las dos repúblicas se proclamaron el mismo día, el 9 de noviembre, y durante un tiempo hubo una situación de doble poder. La disyuntiva se resolvió finalmente en enero de 1919 con el conflicto armado. El SPD (Partido Socialdemócrata de Alemania) –que acordó una alianza con el Comando Militar Supremo alemán– recurrió al ejército y a los freikorps para acabar con el levantamiento (Revolución de Noviembre) y sus líderes. Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo –dirigentes del KPD (Partido Comunista de Alemania)– fueron asesinados en enero de 1919. La dirección del partido pasó a manos del reformista Paul Levi y se orientó cada vez más –siguiendo así las consignas del ejecutivo de la III Internacional– hacia la táctica parlamentaria, queriendo de este modo reparar el error de la fracasada revolución de 1919 (el llamado Levantamiento Espartaquista) en Alemania, que para Lenin había consistido en considerar que “el parlamentarismo estaba pasado de moda” y no haber participado en las elecciones [Lenin (1920): El extremismo: enfermedad infantil del comunismo].

¿Qué había pasado para que los bolcheviques fueran objeto de tan acerada crítica? Los bolcheviques no abandonaban la esperanza de una revolución en Alemania, pero en 1920 habían cometido “lo que hoy se nos parece como un error fundamental, al dividir permanentemente el movimiento obrero internacional” (Hobsbawm: Historia del siglo XX). En 1919 se había formado la III Internacional (conocida también como Internacional Comunista o Komintern), concebida como un primer acto de la inminente revolución mundial. En su II Congreso Mundial (Moscú, 19 de julio al 7 de agosto de 1920) se “estructuró un nuevo movimiento comunista internacional según el modelo del partido de vanguardia de Lenin, constituido por una élite de ‘revolucionarios profesionales’ con plena dedicación”, es decir, “lo que buscaban Lenin y los bolcheviques no era un movimiento internacional de socialistas simpatizantes con la revolución de octubre, sino un cuerpo de activistas totalmente comprometido y disciplinado: una especie de fuerza de asalto para la conquista revolucionaria” (Hobsbawm cit.). ¿Hubiera tenido lugar la ansiada revolución internacional de haber sido otro el desarrollo del Levantamiento Espartaquista alemán? Nunca lo sabremos. A mi juicio, nunca el mundo estuvo tan cerca. Pero eso no importa ahora.

La colosal tarea de la que hablaba Carr [véase artículo anterior] era tan gigantesca como compleja. Establecer un control efectivo sobre el caos en que estaba sometido el territorio del difunto Imperio ruso y crear un nuevo orden social que enlazara con las aspiraciones de las masas obreras y campesinas que habían visto en los bolcheviques a sus salvadores y liberadores tropezaba con una tenaz oposición, que desembocó en un conflicto armado múltiple –la Guerra Civil Rusa (1917-1923)–entre el nuevo Gobierno bolchevique y su Ejército Rojo y los militares del ex ejército zarista y opositores al bolchevismo, agrupados en el denominado Movimiento Blanco, compuesto por conservadores y liberales favorables a la monarquía y socialistas contrarios a la revolución bolchevique y relacionados estrechamente a la Iglesia ortodoxa rusa. En 1920 era evidente que la revolución bolchevique no era algo que fuera a suceder de manera inminente en Occidente, menos aun cuando igual de evidente era que los bolcheviques no había conseguido asentarse por completo en Rusia. Apenas recién constituido el Ejército Rojo bajo la dirección de Trotski –a finales de 1919 contaba con 30.000 oficiales y 5 millones de hombres– tuvo que entrar en acción contra los ejércitos de rusos blancos, dirigidos por generales zaristas, que querían derrocar el gobierno revolucionario.

Es en esta atmósfera de guerra civil y aislamiento internacional que hay que encuadrar tanto la política internacional bolchevique, que a grandes rasgos acabamos de ver, como la organización económica del nuevo Estado, que se dividió en tres periodos y políticas económicas definidas:

El capitalismo dirigido de los primeros ocho meses

Según Lenin, el nuevo régimen es el que debía poner las bases para la transición al socialismo, por lo que el objetivo inmediato no era la confiscación o nacionalización de los bienes, sino establecer un régimen de capitalismo dirigido que le permitiera apoderarse de ciertos puntos claves de la economía para consolidar el poder político que ya se había conseguido y ejercer ciertas medidas de control sobre la industria destinadas a que esta siguiera funcionando y a proteger al nuevo régimen tanto de la desintegración económica como de una posible ‘huelga de capitales’. Desde esta perspectiva hay que entender las siguientes disposiciones económicas:

a) Decreto del Control de los Trabajadores de 15 de noviembre que daba a los comités de trabajadores de cada fabrica el derecho a supervisar la dirección, señalar un mínimo de producción y tener acceso a correspondencia y cuentas, pero se reservaba expresamente al propietario el derecho a dar órdenes para la gerencia de la empresa, excepto si se contaba con la sanción de las autoridades competentes.

b) Nacionalización de los bancos y su fusión en un solo Banco Central.

c) Monopolio estatal del comercio de granos (medida ya aprobada por el Gobierno provisional).

d) Nacionalización de la industria bélica y las consideradas claves para la economía, así como aquellas en las que su dueño se negaba a cumplir el decreto de control de los trabajadores y las que habían sido cerradas o abandonadas por sus dueños.

Este capitalismo de Estado –esta ‘etapa de transición’– se desenvolvió en una situación, como veíamos, inestable y no sobrevivió al verano de 1918 por la actitud de los comités de fábrica y el estallido pleno de la guerra civil, pues la burguesía en masa se pasó a las zonas de rusos blancos. La necesidad de las autoridades de ejercer un control directo sobre la producción llevó a promulgar el Decreto de General de Nacionalización (28 de julio) por el que se procedía a la nacionalización de todas las empresas de cierta importancia sin distinción. Mil se nacionalizaron en 1918 y entre tres y cuatro mil en el otoño de 1919. Comenzaba lo que se ha dado en llamar comunismo de guerra.

El comunismo de guerra

Tercera Internacional ComunistaLa falta de combustibles, materias primas y alimentos hicieron disminuir la producción industrial, aumentando el absentismo y cerrando muchas empresas. Las ciudades perdieron entre la tercera y cuarta parte de la población por la inmigración al campo, al tiempo que aumentaba la inflación y se depreciaba la moneda. La escasez de bienes del mercado conllevó la ocultación de parte de las cosechas y el florecimiento del mercado negro. Así las cosas, ¿cómo alimentar al Ejército Rojo y a los trabajadores de las industrias de guerra? Se optó por la requisa de productos agrícolas y la asignación centralizada de víveres tanto para la industria como para el comunismo de guerra. El excedente de cada granja –una vez cubiertas las necesidades mínimas de subsistencia y asegurado el grano para la siembra– era confiscado y el Comisariado de Abastos (Narcomprod) se encargaba de organizar la recogida del producto y su distribución entre el ejército, la industria y los principales puntos de abastecimiento para el racionamiento de los trabajadores.

La nacionalización de las industrias continuó hasta abarcar no solamente la gran industria y la de tamaño medio, sino también la pequeña industria, pues en noviembre de 1920 se decretó la nacionalización de todas las empresas mecanizadas con más de cinco empleados. Las condiciones de trabajo se parecían cada vez más a las del ejército y debido a la escasez de materia prima y combustible se primó las industrias de choque, relacionadas directamente con la guerra, sobre las industrias de consumo. Ello acarreó el alejamiento de las masas campesinas de la política bolchevique. La alianza que forjó la Revolución de Octubre amenazaba resquebrajarse, se produjeron levantamientos campesinos en 1921 en las regiones del Volga, Siberia Occidental, Norte del Cáucaso y Rusia Central. También se abrió una importante brecha entre los trabajadores industriales y el Estado: en la segunda mitad de 1920 las huelgas eran algo habitual y aumentaba el absentismo. A ello se sumó la revuelta de los marineros de Kronstadt, la última gran rebelión en contra de los bolcheviques durante la guerra civil (marzo de 1921).

La Nueva Política Económica (NEP)

La situación, que hemos descrito a grandes líneas, llevó a Lenin a plantear la abolición de la práctica de requisas y a iniciar los principios de una Nueva Política Económica. “El antídoto [del comunismo de guerra], familiarmente conocido como la NEP, consistió en (…) una serie de medidas que no fueron concebidas de una sola vez, sino que fueron desarrollándose gradualmente una después de la otra. Primero empezó enfrentando el punto de mayor peligro, como una política agrícola para aumentar el suministro de alimentos ofreciendo nuevos incentivos a los campesinos; luego evolucionó hacia una política comercial para la promoción del comercio y el intercambio, incluyendo una política financiera para una moneda estatal; y finalmente, enfrentando el problema más profundo de todos, se transformó en una política industrial tendiente al aumento de la productividad industrial, condición para la construcción de un sistema socialista. La característica principal de la NEP fue la negación o revocación de las políticas del comunismo de guerra” (Carr: Historia de la Rusia de la Rusia Soviética).

Y aquí lo dejo por hoy. Continuaremos mañana con el quinto artículo de esta de serie de seis sobre la Revolución rusa con motivo de conmemorarse su primer aniversario, el último sobre su evolución histórica, pues en el sexto nos ocuparemos de su legado y repercusión actual. En él abordaremos la evolución de la Nueva Política Económica y la transición al régimen de partido único, que daría paso al afianzamiento del dominio de Stalin sobre el Partido Comunista de la Unión Soviética y sobre la III Internacional. La Revolución rusa desde entones fue otra cosa que nada tenía a ver con los principios y valores que la germinaron. Mañana lo veremos.

Gracias por su visita. Que les vaya bien (o lo mejor posible).

 

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