
Graffiti en un muro de Sallent de Llobregat rememorando a los maquis españoles.
El pasado 10 de marzo se cumplieron 50 años de la muerte del guerrillero español José Castro Veiga Piloto (O Corgo, Galicia, 1915) a manos de la Guardia Civil en un enfrentamiento armado tras ser reconocido por un antiguo compañero del servicio militar y denunciado. Fue el último de una larga lista de maquis que murieron con las armas en la mano y uno de los casi veinte mil combatientes de la guerrilla antifranquista durante la posguerra civil española, como los catalanes Ramon Vila Caracremada (1908-1963) –fallecido también en una emboscada que le tendió la Guardia Civil–, Josep Lluís Facerías Face (década 1920-1957) –por la policía en una calle de Barcelona– y Quico Sabaté (1915-1960) –en un tiroteo tras una espectacular persecución–; los gallegos Manuel Bello (1926-1946) –ejecutado mediante garrote vil– y Manuel Ponte (1911-1947) –abatido a tiros–, o el leonés Manuel Girón (1910-1951), en un extraño incidente. Entre otros muchos.
El Maquis fue un movimiento de guerrillas antifranquistas activo, sobre todo, entre 1944 y 1950 en diversos puntos del Estado español. La palabra deriva del vocablo francés maquissard (el que se mueve por el monte bajo). Finalizada la Guerra Civil, los grupos políticos en el exilio –en Francia especialmente, pero no solo– no se resignaban a admitir la derrota de la República, sobre todo en una situación internacional aparentemente propicia. Partidos y centrales sindicales –el Partido Comunista de España (PCE) a la cabeza– estaban convencidos de que una vez que terminara la guerra que asolaba a Europa los aliados no consentirían en ella un reducto fascista. La lógica de la historia les conducía a creer que, una vez derrotado el nazismo, el régimen de Franco tenía los días contados. No fue así, evidentemente. Otros intereses se antepusieron a los verdaderamente democráticos.
Ello condujo al Partido Comunista –y a otros sectores de la oposición; anarquistas especialmente– a constituir grupos armados que se introdujeran en España y prosiguieran la lucha contra el dictador, constituyendo grupos armados ya dentro de España. Estos grupos –formados en su mayor parte por militantes comunistas– atravesaron la frontera por Vall d’Aran –que se convertiría en uno de los principales focos de la resistencia guerrillera– y se internaron hacia Barcelona, Zaragoza, Valencia e, incluso, Madrid. Por el sur entraron algunos militantes comunistas: desde Argelia –donde se encontraba Santiago Carrillo– salieron 60 militantes del PC, que constituirían la Agrupación Guerrillera de Granada. También el Valle de Roncal (Navarra) fue un importante foco guerrillero.

Maquis atravesando los Pirineos.
La guerrilla se organizó en cinco agrupaciones:
Levante-Aragón (Agrupación Guerrillera de Levante), Centro, Galicia-León, Asturias y Santander. Solo en 1945 el Maquis protagonizó 345 acciones.
La agrupación más efectiva fue la de Levante, cuyo protagonismo fue indiscutible entre 1946 y 1947, actuando especialmente por las comarcas castellonenses, cuya orografía montañosa suponía una importante ayuda. Aquí, proliferaron las partidas que pusieron en graves aprietos a las fuerzas de la Guardia Civil.

Agrupación Guerrillera de Granada (1948).
En la década de 1950 el Maquis inició su declive. Era evidente que la realidad de la guerrilla española no respondía a los planteamientos que, en un principio, se hicieron desde el exilio y que eran muy pocas –más bien ninguna– las posibilidades de realizar acciones lo suficientemente eficaces como para que estallara esa revolución interior que ansiaba la oposición. El PC decidió cambiar de táctica. Ahora se debería trabajar dentro de los sindicatos oficiales para concienciar de la situación a la clase obrera. La nueva táctica exigía, pues, la incorporación de los antiguos guerrilleros a la lucha política. Así y todo, los supervivientes continuaron resistiendo hasta que se perdió por completo la esperanza de conseguir el soñado objetivo. Entonces se inició una huida, llena de dificultades, por las montañas hasta alcanzar los Pirineos y poder refugiarse en Francia. Pero la guerrilla estaba completamente rodeada y huir era cada vez más difícil. La mayoría no consiguió llegar a los Pirineos y dejaron sus vidas en aquellas montañas, para ellos más que inhóspitas, del Maestrat (Castellón) y en las sierras de Cuenca y Teruel. Con ellos, desparecían unos hombres que no habían podido hacerse a la idea de que la igualdad y la libertad también estaban exiliadas y que no dudaron entregar incluso sus vidas en nombre de tan nobles valores.
UN TEMA EN EL QUE ESTOY INTERESADO YA QUE HACE ALGUN TIEMPO EMPECE A ESCRIBIR UNA HISTORIA SOBRER LOS MAQUIS DE LEÓN Y ASTURIAS, YA QUE DE ALGUNA MANERA ME TOCABA MUY CERCA, PERSONALMENTE. QUIZAS ALGUN DIA LO TERMINE DE ESCRIBIR. UN SALUDO AMIGO
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Con lo que he tardado en responder, igual has terminado ya. Si no, estaría muy bien que lo hicieras. Nunca se les honrará lo suficiente. Saludos.
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