No es esta la primera vez que hablo de los apaches en el blog, entre otras cosas porque aparecen en mi novela El corto tiempo de las cerezas y alguna que otra entrada para promocionarla he publicado. Mas los apaches de mi novela no son los del pueblo indio norteamericano, sino los parisinos.
¿Es que había apaches en París? Por supuesto. Y además eran los ‘dueños’ de sus bajos fondos y de Montmartre por la noche. ¿Acaso no han escuchado nunca aquel one-step de 1929 que dice “Si vas a París, papá, cuidado con los apaches”? Si ya tiene cierta edad seguro que sí, por lo que es de suponer que, como me pasó a mí, se preguntara al oírlo por primera vez qué demonios hacían los apaches en París y por qué había que ir con cuidado con ellos, y en consecuencia sepa perfectamente que los apaches a que me refiero son esos nuevos tipos que surgieron en los bajos fondos de París a principios del siglo XX, que iban vestidos con anchas camisas o camisetas de rayas, gorra y pañuelo al cuello, armados de revólver o puñal, controlaban la prostitución y no había asunto turbio que escapara de sus manos.
Para ir a Montmartre de noche se debían tomar, pues, las debidas precauciones. Era territorio apache. En este ambiente –además de los sempiternos valses– otros bailes de moda, como el cakewalk o el tango, que no hacía mucho que se conocían en París y causaban auténtico furor, sobre todo entre los jóvenes, apareció uno nuevo: el baile apache, también conocido como tango apache, pues algo de parecido tenía con el tango argentino, tan en boga en Europa. El baile apache recreaba un encuentro entre una prostituta y un proxeneta, y en él no faltaban, además de las consabidas volteretas, los empujones, las supuestas bofetadas y los puñetazos, y terminaba arrojando al suelo a la mujer y arrastrándola o cargando con ella, que fingía estar inconsciente.
A pesar de su brutalidad, este baile –surgido de las clases populares– pronto atrajo a otros sectores más pudientes de la sociedad parisina y llegó a convertirse en una especie de reclamo turístico. Movidos por la enorme popularidad de que gozaba, los protagonistas del vídeo que encabeza la entrada –un montaje de un par de secuencias del cortometraje de 1934 Art Trouble–, dos jóvenes acaudalados que no quieren ir a París a estudiar arte como habían dispuesto sus padres y contratan a dos pintores (de casas) para que se hagan pasar por ellos, acuden una noche a un cabaret de Montmartre y… ya ven lo que le sucede al más ‘lanzado’ si han visionado el vídeo o, si no, ya lo verán cuando lo hagan.
Los protagonistas de Art Trouble no son argentinos. Sí lo es el compositor del tango (El apache argentino), cuya música he superpuesto sobre las imágenes: el porteño Juan D’Arienzo (1900-1976). Así pues, he juntado ambas cosas y el resultado, que espero les haya complacido, ha sido el que han visto, o pueden ver.