
“Occupying Main Street” (2012), óleo de Michael D’Antuono.
Raskólnikov pensaba que había dos clases de hombres: los que solo están en este mundo para reproducir la especie, para perpetuarla, y los que están llamados a hacer cosas extraordinarias, para los que no cuentan las normas.
Hoy abundan los Raskólnikov, los que se creen excepcionales y, en consecuencia, consideran que las reglas –que ellos mismos dictan– solo atañen a los demás. Hay, sin embargo, una notable diferencia entre el protagonista de Crimen y castigo y los actuales Raskólnikov. Al primero la conciencia le pudo cuando se dio cuenta de que no era ese ser extraordinario que creía y del sinsentido de su crimen, y se entregó.
Cuánta razón. El mundo iría mejor si los Raskólnikov de hoy en día tuvieran conciencia.
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¿Conqué? ¿Cómo dices? Antes deberían saber que es eso.
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