Suelo llevar siempre conmigo este mechero desde que las pasadas Navidades me lo regalaron unas encantadoras trillizas a las que adoro, las cuales han tenido a bien ‘adoptarme’ como una especie de ‘padrino postizo’ o ‘tío añadido’. Tenían entonces seis añitos cada una y ni siquiera sabían qué era un mechero. Lo vieron en una tienda con su madre, ella les dijo que a mí me gustaría y fue así que llegó a mis manos y me sigue acompañando y encendiendo la mayoría de cigarrillos que fumo.
Hace unos días, estaba en una terraza tomándome una cerveza con un amigo y saqué el paquete de cigarrillos y el mechero. Mi amigo dijo al verlo: ‘Muy adecuado para este tiempo, ya lo creo’, más o menos. Pues mira por dónde, lo es, dije yo. Y le conté la historia de cómo y cuándo fue compuesta esta canción que pasa por ser una de las mejores canciones navideñas de todos los tiempos pero que, como verán, nada tiene que ver con las Navidades.
Sucedió un día de julio de 1945, uno de los días más calurosos que se recuerdan en California desde que se tienen registros, un día, pues, tan bochornoso como los que estamos pasando ahora los españoles con la puñetera ola de calor que nos invade, nos agota y abate. No son, obviamente, estos días los más propicios para dar rienda suelta a la creatividad, pues sabido es que el calor excesivo embota los sentidos, nos aturde y dificulta pensar con claridad. Mas no a todos. ¿Verdad que los niños no dejan de jugar por mucho calor que haga? Algo parecido sucede con las personas hiperactivas, y Jule Styne –el compositor de la melodía de Let is Snow! (Deja que nieve)– lo era: a lo largo de su trayectoria profesional compuso más de dos mil canciones y –como suele ser habitual entre quienes tienen, o tenemos, tal carácter, y es un rasgo característico– hablaba en un tono muy bajo y con una vocalización muy mala, por lo que muchas veces lo que decía resultaba ininteligible.
Pues bien, a Jule Styne y a su amigo el letrista Sammy Cahn –que residían en Hollywood por motivos profesionales– les dio por imaginar que se encontraban en un frío lugar en el que estaba nevando. Los niños y los adultos hiperactivos suelen tener algo en común: la imaginación y la fantasía siempre están activas, lo que fomenta la creatividad. La imaginación, la fantasía, pueden ser una fuga de la realidad, pero en interacción con ella pueden, por esto mismo, crear cosas geniales, como la canción que nos ocupa.
Bien, esta es la letra traducida:
Hace un tiempo espantoso fuera,
pero el fuego de la chimenea es delicioso,
y puesto que no tenemos dónde ir,
deja que nieve, deja que nieve, deja que nieve.
No parece que vaya a parar
y he comprado maíz para hacer palomitas.
Las luces se van apagando.
Deja que nieve, deja que nieve, deja que nieve.
Cuando finalmente nos demos el beso de buenas noches,
¡qué horror volver salir con esa tormenta!
Mas si me abrazas fuertemente
todo el camino a casa será cálido.
El fuego se apaga lentamente
y, querida mía, aún nos estamos despidiendo,
pero mientras me ames tanto,
deja que nieve, deja que nieve, deja que nieve.
Decía antes que yo también soy hiperactivo –o eso me han dicho que soy–, pero quiero dejar claro que al afirmar esto no me estoy comparando con Jule Styne. Seguro que a él –y a Cahn– les costó menos componer la canción que a mi confeccionar el vídeo que aquí figura. Espero que les guste y les sirva para combatir la ola de calor. La imaginación lo puede todo, pues todo es cuestión de la mente, se dice. A mí me ha funcionado. Eso sí, he de confesar que tengo puesto el aire acondicionado.
Que les vaya bien (o lo mejor posible).
¡¡Qué bonito!! Nunca lo hubiera imaginado
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Muyyyy lindoooo!!!! No conocia la historia. Una vez mas,me admira tu inteligencia!!! Abrazo cariñoso Manuel!!!!
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Curiosidad, amiga Juana, curiosidad diría que desde siempre, y ya son muchos años.
Celebro que te haya gustado la historia y el vídeo. Gracias. Un fuerte abrazo.
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