
Soldados estadounidenses y muchachas de la Young Men’s Christian Association (YMCA) cantando alrededor de un piano en Aix-les-Bains (Francia) en agosto de 1918.
Cien años se cumplirán el próximo noviembre del fin de la Primera Guerra Mundial, un hecho trascendental que acabó con el orden político y económico conformado a raíz de las revoluciones burguesas decimonónicas e inició otro nuevo, lleno de tensiones sociales y conflictos, que desembocó en una segunda guerra también mundial apenas veinte años después. Significó, por tanto, nada menos que el final del largo siglo XIX y el inicio del corto siglo XX, como bien ha definido historiográficamente Eric Hobsbawm.
No será esta, desde luego, la única entrada que publique a lo largo del año sobre la Primera Guerra Mundial. En esta primera, vamos a ocuparnos de algunas de las canciones que surgieron a raíz de la contienda, canciones que se hicieron muy populares entre las tropas y la población civil –la mayoría de las cuales nada (o poco) tenían que ver con la música militar– y cuyos temas hablaban de la nostalgia, la familia, el hogar, la novia que uno había dejado, su pueblo o su ciudad… Quiero aclarar que esta entrada fue publicada originalmente en Música de Comedia y Cabaret el 27 de junio de 2014 y que, por tanto, no es nueva. Lo único que he hecho es –como con tantas otras– trasladarla aquí.
Desde la Grecia clásica, filósofos y tratadistas han analizado los efectos de la música en el ser humano. “No se pueden tocar las reglas de la música, sin alterar las leyes fundamentales de la gobernación”, escribió Platón. La música, sostenían los pensadores medievales, proporciona “diversión y descanso, es necesaria en la guerra y en los tiempos de paz, produce efectos religiosos y morales, tranquiliza la mente inquieta, ennoblece el carácter, contribuye incluso a un sistema político más adecuado, es un medio curativo y afecta hasta a los mismos animales.” [Wladyslaw Tatarkiewicz: Historia de la estética II. La estética medieval, 1970].
En líneas generales, todo el pensamiento posterior, grosso modo, está de acuerdo en que la música es esencial en la vida del hombre. La música llega más lejos que ninguna otra arte, es la más próxima a nosotros y al mundo. Su poder es innegable: “Conozco a mucha gente, yo incluido, que no hubiera sobrevivido sin la música. Yo casi muero, y la música me ayudó a sobrevivir. Es increíblemente poderosa y debemos tener cuidado de que no sea utilizada de mala manera.” [Declaraciones de Stefan Koelsch a La Vanguardia, 17 de agosto de 2011].
La música nos proporciona placer, nos deleita, estimula nuestras emociones, los sentimientos cobran soni-do. En tiempos de guerra, todo ello se acrecienta. Puede ser una válvula de escape tanto para los civiles como para los soldados, pero también una herramienta de reivindica-ción y autoafirmación, en oposición a “los otros” –marchas, himnos–, e incluso –y ya es difícil que puede utilizarse de peor manera– un instrumento de tortura [véase al respecto nuestras entradas “J’attendrai” y “El peso del pasado”].
Comenzamos con una canción francesa que se estrenó poco antes de estallar la guerra europea: Quand Madelon (1914, letra de Louis Bousquet y música de Camille Robert). Quand Madelon describe cómo coqueteaban los soldados con una joven camarera y fue un gran éxito de Charles-Joseph Pasquier, conocido como Bach. No al principio, sino ya avanzado el conflicto. Bach fue uno de tantos “cómicos troupiers” que actuaban por diversas ciudades y que al comenzar la guerra pasaron a hacerlo ante los soldados. La escuchamos por Line Renaud en una secuencia de La Madelon, película francesa dirigida en 1955 por Jean Boyer.
Muchas de estas canciones eran melodías populares que los soldados llevaban en su equipaje emocional. Tipperary es un muni-cipio irlandés que en la actualidad cuenta con unos cinco mil habi-tantes. Jack Judge, un cantante de Music-hall originario de dicha localidad, compuso en 1912, junto con Harry Williams, y como homenaje a la misma It’s A Long Way To Tipperary (Es un largo camino hasta Tipperary). Al estallar la guerra el Séptimo Batallón del Regimiento Connaught Rangers del Ejército Británico –formado sobre todo por irlandeses y estrechamente ligado a Tipperary, donde parte del regimiento estuvo acuartelado entre 1908 y 1910– la tomó como una especie de himno y la popularizó hasta el punto que otras unidades del ejército británico hicieron lo mismo. Ello fue posible, en parte, al corresponsal del Daily Mail, George Curnock, que habló de ello en el diario. Sucedía esto en agosto de 1914 y en noviembre del mismo año la canción era grabada por el tenor John McCormack, llegando así a todo el mundo y convirtiéndose en una de las canciones más populares de la época (posiblemente porque no era una típica canción de guerra). Escuchemos la versión de McCormack.
La nostalgia es también el motivo central de Avec Bidasse, canción compuesta en 1914 por Henri Mailfait (música) y Louis Bousquet (letra) que evidencia la frustración ante una guerra que nadie creía que pudiera llegar, pero para la que todos se preparaban. ¿Te acuerdas Bidasse de los buenos tiempos?, pregunta el protagonista del tema desde el frente de batalla. Es de nuevo el cantante cómico y actor popular Bach, para quien fue creada, a quien escuchamos en esta versión (grabación de 1931).

Batalla del Somme: hombres del 11 Batallón del Regimiento de Cheshire en las cercanías de Ovillers-la-Boisselle (julio de 1916).
La guerra avanzaba y mostraba ser la más brutal y mortífera de cuentas habían tenido lugar a lo largo de la historia. Los desastres de la guerra hacían mella, cada día más, entre los soldados y la población civil. Una de las batallas más sangrientas y de mayor duración (julio-noviembre de 1916) fue la del Somme (Picardía, Francia), en la que las tropas anglo-francesas derrotaron a las alemanas tras sufrir el ejército británico una de sus mayores pérdidas de hombres. Solo el primer día, el 1 de julio, este tuvo que contabilizar nada menos que 57.740 bajas (19.240 de ellas mortales).
En este contexto, Dòmhnall Ruadh Chorùna, un soldado escocés que combatía en ejército británico compuso en el mismo frente de batalla, para su novia, una de las canciones más populares en gaélico escocés: An Eala Bhàn (El cisne blanco), una canción de amor en la que le dice que no deja de pensar en ella a pesar de la brutalidad del momento (“Estoy cegado por el humo, / mis oídos están ensordecidos / por el sonoro rugir del cañón”). Dòmhnall Ruadh Chorùna –también conocido como Donald MacDonald– resultó malherido en la batalla del Somme, pero sobrevivió a la guerra. La versión que incluimos corre a cargo de Julie Fowlis, intérprete de música celta originaria de Escocia que canta principalmente en gaélico escocés.
El horror de la guerra acrecentó el antimilitarismo, activo desde el inicio de la conflagración incluso en países que, en un principio, no participaban en ella, como es el caso de Estados Unidos. Aquí –y en Gran Bretaña y Australia, que ya estaban en guerra– se hizo muy popular la canción I Didn’t Raise My Son to be a Soldier (No crié a mi hijo para ser un soldado): “No crié a mi chico para ser soldado, / lo traje al mundo para mi orgullo y alegría. / ¿Quién es nadie para ponerle un fusil al hombro / para disparar contra el querido hijo de otra madre? / (…) / No habrían guerras hoy en día / si todas las madres dijesen: / Yo no crié a mi chico para ser soldado”. Roosevelt dijo que la gente que aplaudía la canción es la misma que en su corazón aplaude otra se debería titular no crié a mi chica para ser madre. I Didn’t Raise My Son to be a Soldier sonó de nuevo con fuerza entre los movimientos de oposición a la guerra del Vietnam en Estados Unidos. Compuesta por Al Piantadosi (música) y Alfred Bryan (letra), fue grabada por los Peerless Quartet a finales de 1914. Esta es su versión.
En 1917 los estragos de la guerra se dejaban sentir en la población como nunca antes. El conflicto parecía no tener fin; la barbarie tampoco. La chanson de Craonne, un hermoso vals, es posiblemente el más claro ejemplo del antimilitarismo reinante en amplios sectores de la sociedad. Canción anónima escrita basándose en la música de Bonsoir m’amour, fue censurada por las autoridades militares, que llegaron a ofrecer una sustanciosa recompensa a quien informara acerca de su autor. “Adiós vida, adiós amor. / Adiós a todas la mujeres. / Todo ha acabado, para siempre, / en esta guerra infame”. El vídeo que sigue pertenece a la secuencia de la película Oh! What a Lovely War (¡Oh, qué guerra tan bonita!) –un filme musical británico de 1969 dirigido por Richard Attenborough– en el que se interpreta la canción.
Hubo, naturalmente, infinidad de marchas patrióticas que, ante todo, pretendían enaltecer el ánimo de las tropas. Algunas de ellas fueron compuestas por músicos militares. Es el caso de la conocida Marcha del coronel Bogey, famosa por ser parte de la banda sonora de El puente sobre el río Kwai. Se compuso en 1914 por el entonces teniente F. J. Ricketts (bajo el seudónimo de Kenneth J. Alford), director de banda del ejército británico. Vamos con la versión original y con una secuencia de la película que dirigió en 1957 el gran David Lean.
Otra marcha patriótica de gran ascendencia entre los soldados y la población civil rusa es El adiós de Slavianka (Slavianka significa ‘mujer eslava’). Aunque escrita con anterioridad al inicio de la guerra, en 1912, por el compositor Vasily Agapkin (militar director de orquesta) en honor a las mujeres búlgaras cuyos maridos partieron al frente en la Primera Guerra de los Balcanes, fue durante el conflicto cuando alcanzó enorme notoriedad al ser la canción con que los soldados rusos solían despedirse de los suyos para marchar al frente. En el siguiente vídeo –con imágenes de la contienda– es interpretada por los cantantes rusos Zara y Dmitri Pevzov.
Las marchas de las potencias centrales presentaban un carácter mucho más marcial. Prueba de ello es esta Die blauen Dragoner, marcha compuesta por Hans Hertel (música) y G.W. Harmssen (letra) en los momentos inciales de la contienda para el regimiento “dragones azules” del ejército alemán, que posteriormente sería utilizada y popularizada por las SS. “Los dragones azules cabalgan. / (…) las bandas tocan / marchas con fanfarrias / cuyo sonido sube hasta las pálidas colinas”.
Finalizamos con un tema del último país que entró en la guerra, Estados Unidos. Lo hicieron en abril de 1917 y su intervención resultó decisiva. Una de las melodías más populares de aquel año fue Over here, over there, canción de propaganda pensada para animar a los jóvenes estadounidenses a alistarse en el ejército y luchar contra el “Hun” (el Huno), como despectiva-mente llamaban a los alemanes. Fue compuesta por George M. Cohan, actor, cantante, bailarín, autor, compositor, productor, empresario teatral, director y coreógrafo conocido como ‘El amo de Broadway’. En el vídeo que sigue escuchamos a Nora Bayes, popular cantante y actriz de la década de 1930, en la versión original de 1917.
La canción fue un éxito y en 1936 Roosevelt condecoró a Cohan con la Medalla de Oro del Congreso. La canción se utilizó también durante la Segunda Guerra Mundial. Así, por ejemplo, aparece en la película estrenada en 1942 sobre la vida de Cohan que dirigió Michael Curtiz Yankee Doodle Dandy (Yanqui Dandy en la versión española). En ella James Cagney encarna a Cohan.
Que disfruten de un buen fin de semana.
Que gran entrada, desde hace un tiempo tenía curiosidad por la música que se oía en esos años en Europa. Cada vez que busco información sobre la música popular del periodo 1914-194 me aparece el jazz, el swing y otras cosas típicas de Estados Unidos, ya estaba por rendirme cuando encontré esta entrada ¡Gracias por esto!
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Gracias por tan amable comentario. Es un placer que guste a los demás aquello que uno hace.
Afectuosos saludos.
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Que maravilla, Manuel. Gracias por tu generosidad y tu gran hacer
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Ante todo, mis disculpas por no responder a tu comentario ni visitar tu blog. Lo anunciaba en la entrada “En obras”, que figura como destacada en mi blog desde el 3 de febrero, pero con todo este trasiego de la mudanza de las entradas de un blog a otro, han sido muchos a quienes les ha pasado inadvertida. Si este es tu caso, lamento la confusión que haya causado. Nada más lejos de mi intención que desatender a nadie.
También ruego me disculpes que este comentario sea prácticamente el mismo para todos. No doy abasto y no quiero inaugurar el blog sin antes responder a los comentarios.
Mis más afectuosos saludos, mis mejores deseos, y mil gracias por haber contribuido a que este blog cuente ya con un importante número de visitas sin haber sido ‘inaugurado oficialmente’.
Una abrazo, Marina.
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Genial! Qué análisis tan oportuno de la Primera Guerra Mundial en canciones, muchas gracias, abrazos.
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