Dejar títere sin cabeza (o cómo matar moscas a cañonazos)

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Personajes de la obra «La bruja y Don Cristóbal» / Títeres desde Abajo.

El pasado 5 de febrero, en el marco de las fiestas de Carnaval de Madrid, se representó –bueno, casi– la obra de títeres La bruja y Don Cristóbal, por la compañía Títeres desde abajo, un espectáculo en el que revive “a Don Cristóbal Polichinela, ese oscuro personaje de la tradición popular ibérica. En esta ocasión, Polichinela se presenta bajo diferentes formas para imponer su voluntad a base de cachiporra. Sin embargo, también habita en estas tierras una bruja que tiene la firme decisión de amar su libertad por encima de todo y no dejarse pisotear por ningún Don Cristóbal, por mucho poder que este se arrogue”, tal como figura el resumen de la trama en el blog de la compañía.
Como sabemos, la representación acabó como el rosario de la aurora. Los dos titiriteros que efectuaban la representación fueron detenidos por la policía a mitad de obra, acusados de enaltecimiento del terrorismo y delitos de incitación al odio, y enviados a prisión preventiva, donde permanecen todavía. Serán puestos en libertad previsiblemente en breve, ya que el fiscal ha solicitado su libertad provisional hace unas horas. Eso sí, con medidas cautelares como que comparezcan todos los días en la Audiencia Nacional o en una comisaría y la prohibición de salir del país con la retirada de sus pasaportes, medidas estas que no se han aplicado ni a Bárcenas ni a los Pujol
Ante el juez negaron que la obra estuviese destinada al público infantil y explicaron que al advertir que había un gran número de niños entre los espectadores informaron a los padres, antes de que comenzara el espectáculo, que la trama contenía escenas violentas. Estas fueron sucediéndose, algunos adultos parece que empezaron a sentirse entre desconcertados y molestos, pero la furibunda reacción de llamar a la policía no se produjo hasta que llegó la escena en que Don Cristóbal, un policía corrupto, coloca en la casa de la bruja una serie de objetos con el fin de incriminarla, entre ellos una “albóndiga bomba” y la famosa pancarta en que se leía “Gora Alka-ETA”. Curiosamente aquello que, seguro –la mayoría de los niños presentes tenía entre cinco y seis años– menos podía entender. Posiblemente muchos de esos niños, puesto que la función era a las cinco de la tarde, habían comido antes con sus padres mientras la televisión emitía el correspondiente telediario con imágenes mucho más atroces que lo que allí estaban viendo, o a igual estaban disfrutando de alguna de tantas series de dibujos animados que de pacíficas (o pacifistas) tienen más bien poco.
“Paradójicamente, la misma democracia que ahora homenajea a Federico García Lorca; que gritaba conmocionada ‘Je suis Charlie Hebdo’, sintiéndose ofendida por el brutal ataque fundamentalista a una revista satírica por atreverse a hacer una sátira de Mahoma, y reclamaba el derecho a satirizar; a realizar crítica o humor empleando para ello a Mahoma, Alá, Dios, o a la propia religión musulmana, ahora pone en marcha su maquinaria procesal, e imputa y ordena el ingreso en prisión provisional de unos autores que realizan una sátira humorística”, leo en El Plural (9 de febrero) que señalan los abogados de la defensa en el escrito presentado ayer por la mañana ante la Audiencia Nacional para recurrir el auto de prisión preventiva.
Afortunadamente, no todos los presentes se dejaron llevar por la histeria. Leo en eldiario.es hoy las declaraciones de Aitana, una madre que asistió con sus hijos al espectáculo, quien opina que su contenido “no era nada exagerado” y que se ha instrumentalizado a los niños. “Era una función de títeres a las cinco de la tarde, entendí que era para niños”, dice. “Ellos avisaron de que la obra era antipedagógica” y de que contenía “actos atroces, inmorales e irreverentes”. Reconoce –prosigue el resumen de sus declaraciones que publica eldiario.es– que había «golpes, cachiporrazos y gritos», pero no le pareció nada fuera de lo normal, que era una obra distinta y algo “psicodélica”, pero nada exagerada. “Desde el principio me imaginé que habría cachiporras y el típico muñeco muerto”. En cuanto a la pancarta de “Gora Alka-ETA”, afirma que entendió en todo momento que formaba parte de la sátira. “No se entendía bien la broma, pero no pensé que era ninguna provocación ni enaltecimiento del terrorismo. Estaba dentro de la trama”. Insiste en que los niños presentes no entendieron nada de la obra y “no podían empatizar con lo que estaba pasando”. “Los niños no se enteraron de nada, la obra de los títeres era ininteligible”, añade.
En un momento de la representación, relata, un grupo reducido de personas –de las entre 30 y 40 que la estaban presenciando– empezaron a proferir gritos de “¡fuera, fuera!” y a increpar a los titiriteros. En concreto, un hombre que se “puso como loco” e intentó ir hacia los titiriteros. El policía local que estaba allí presente se lo impidió. “A mí me resultó eso más violento que la obra en sí”.
Fue entonces cuando apareció la policía. Dos furgones de antidisturbios se personaron e identificaron a los titiriteros y acabaron deteniéndolos. Aitana cuenta que fue todo muy rápido y que no hablaron con los padres: “Nadie me preguntó nada, a nadie de los que estábamos allí. Cuando nos quisimos dar cuenta se los habían llevado”.
Aún sin recurrir a todo cuanto a favor de la libertad de expresión se ha dicho estos días aludiendo a la tradición que el títere de cachiporra tiene en España, aún admitiendo que no era una obra apropiada para el público infantil y que se programó mal, sin aclarar debidamente que era para adultos, se ha actuado como elefante en cacharrería, con una exageración rayana en lo ridículo que a un servidor le recuerda la paranoia anticomunista de los tiempos del mccarthismo u otros que vivimos los españoles hace solo unas décadas. Esto sí es dejar títere sin cabeza. Esto es matar moscas a cañonazos. Y lo que es peor, utilizar a los niños y el terrorismo con fines políticos. Una indecencia.

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