Nombres de mujer

Mis amigas de juventud se llamaban Merce, Mila, Encarna, Tere, Rosa, Elvira… Hablo de hará unos cincuenta años, cuando yo tenía 15 y salíamos en pandilla. Ellas, por tanto, actualmente ya forman parte –como servidor de ustedes– de ese grupo que se denomina “tercera edad”.

¿Por qué digo esto? El otro día buscaba en la página de “Nombres y apellidos” del Instituto Nacional de Estadística (INE) el apellido Cox por un asunto relacionado con una novela que tengo entre manos. Entonces, vete a saber por qué, se me ocurrió pensar si habría alguien del sexo femenino que se llamara, por ejemplo, Shakira, o Rihanna. Me parecía, y me parece, un despropósito de moda. ¿Habrá quien haya bautizado o registrado con dichos nombres a su hija? Busqué y, sí, los hay, y no pocos. Y otros más llamativos e insólitos. A mi mente vinieron en ese momento los nombres de mis amigas y, por extensión, los que en aquella época eran comunes y habituales. Introduje en el buscador del INE nombres como los que citaba al principio y me llamó poderosamente la atención el contraste existente entre la edad media de cada grupo: los que podríamos llamar tradicionales y los “modernos”, los de las jovencitas. Extendí la búsqueda incorporando al azar nombres de uno y otro grupo y realicé dos listas con doce de cada (los nombres figuran en orden alfabético).

Nombres tradicionales

  1. Asunción: 29.585 mujeres. Edad media: 68,3 años.
  2. Concepción: 133.195 mujeres. Edad media: 67,8 años.
  3. Consuelo: 47.171 mujeres. Edad media: 68,8 años.
  4. Dolores: 175.700 mujeres. Edad media: 68,8 años.
  5. Elvira: 29.588 mujeres. Edad media: 61,3 años.
  6. Encarnación: 106.748 mujeres. Edad media: 65,4 años.
  7. Mercedes: 128.179 mujeres. Edad media: 63,2 años.
  8. Milagros: 40.885 mujeres. Edad media: 65,3 años.
  9. Pilar: 133.695 mujeres. Edad media: 65,1 años.
  10. Rosa: 93.402 mujeres. Edad media: 66,2 años.
  11. Teresa: 107.840 mujeres. Edad media: 62,9 años.
  12. Virtudes: 6.000 mujeres. Edad media: 68,6 años

Nombres recientes

  1. Alizée: 43 mujeres. Edad media: 12,8 años.
  2. Charlize: 27 mujeres. Edad media: 12,3 años.
  3. Chiara: 1.978 mujeres. Edad media: 23,7 años.
  4. Chloe: 11.420 mujeres. Edad media: 5,3 años.
  5. Daenerys: 13 mujeres. Edad media: 4 años). Este nombre es el de un personaje de Juego de tronos.
  6. Martina: 63.007 mujeres. Edad media: 15,6 años.
  7. Megan: 748 mujeres. Edad media: 10,3 años.
  8. Naomi: 3.107 mujeres. Edad media: 17,8 años.
  9. Nicole: 5.622 mujeres. Edad media: 19,2 años.
  10. Rihanna: 216 mujeres. Edad media: 7,3 años.
  11. Scarlett 258 mujeres. Edad media: 10,6 años.
  12. Shakira: 632 mujeres. Edad media:  17,7 años.

Juzguen ustedes mismos los resultados. Yo me pregunto si, en un par de décadas, los porcentajes de uno y otro grupo no se habrán invertido.

Que pasen un buen domingo.

Ellos y yo

Dicen ellos que no. Yo digo que sí.

Dicen ellos que sí. Yo digo que no.

Ellos mandan. Yo no.

Ellos disponen y establecen. Yo no.

Ellos son respetables, decentes, honorables, superiores, depositarios de la verdad absoluta. Yo no.

Dicen ellos que sí. Yo digo que no.

Dicen ellos que no. Yo digo que sí.

Ellos obedecen. Yo no.

Ellos delegan y alquilan sus vidas. Yo no.

Ellos son previsores, se metamorfosean cual camaleones y mimetizan conductas y hábitos con probada pericia. Yo no.

No me matriculé en la escuela indicada. O, insolente como puede que sea, orgulloso tal vez, no quise.

Ellos son ellos. Yo soy yo.

Ellos mienten, defraudan, son vanidosos, miserables y mezquinos. Yo no.

Ellos no saben qué es el sufrimiento. Yo sí.

Ellos acatan y se doblegan. Yo no.

Ellos niegan. Yo afirmo.

Vivimos un mismo mundo. El que ellos quieren, el que no quiero yo.

Ellos desean una existencia apacible. Yo no.

Ellos no quieren una vida de quimera. Yo sí.

Ellos son ellos. Yo soy yo.

Moriré diciendo no y ellos sí.

Ellos que sí. Yo que no.

Una anterior versión de esta entrada fue publicada el 5 de marzo de 2020.

EL CEREBRO DEL AGENTE DE POLICÍA

Sin duda se recordará este reciente y lamentable asunto: al ser practicada la autopsia, se halló la caja craneana de un agente de policía vacía de todo rastro de cerebro y rellena, en cambio, de diarios viejos. La opinión pública se conmovió y asombró por lo que fue calificado de macabra mistificación. Estamos también dolorosamente conmovidos, pero de ninguna manera asombrados.

No vemos por qué se esperaba descubrir otra cosa que lo que se ha descubierto efectivamente en el cráneo del agente de policía. La difusión de las noticias impresas es una de las glorias de este siglo de progreso; en todo caso, no queda duda que esta mercadería es menos rara que la sustancia cerebral. ¿A quién de nosotros no le ha ocurrido infinitamente más a menudo tener un diario en las manos, viejo o del día, antes que una parcela, aunque fuera pequeña, de cerebro de agente de policía? Con mayor razón, sería ocioso exigir de esas oscuras y mal remuneradas víctimas del deber que, ante el primer requerimiento, puedan presentar un cerebro entero. Y, por otra parte, el hecho está ahí: eran diarios.

El resultado de esta autopsia no dejara de provocar un saludable terror en el ánimo de los malhechores. De aquí en más, ¿cuál será el atracador o el bandido que vaya a arriesgarse a hacerse saltar la tapa de su propio cerebro por un adversario que, por su parte, se expone a un daño tan anodino como el que pueda producir una aguja de ropavejero en un cubo de basuras? Quizás, a algunos contribuyentes demasiado escrupulosos pueda parecerles en cierta manera desleal recurrir a semejantes subterfugios para defender a la sociedad. Pero deberán reflexionar que tan noble función no conoce subterfugios.

Sería un deplorable abuso acusar a la Prefectura de policía. No negamos a esta administración el derecho de munir de papel a sus agentes. Sabemos que nuestros padres marcharon contra el enemigo calzados con borceguíes también de papel y no ha de ser eso lo que nos impida clamar indomable y eternamente, si es necesario, por la Revancha. Pretendemos solamente examinar cuáles eran los diarios de que estaba confeccionado el cerebro del agente de policía.

Aquí se entristecen el moralista y el hombre culto. ¡Ah!, eran La Gaudriole, el último número de Fin de Siècle* y una cantidad de publicaciones algo más frívolas, algunas de ellas traídas de Bélgica de contrabando.

He ahí algo que aclara ciertos actos de la policía, hasta hoy inexplicables, especialmente los que causaron la muerte de héroe de este asunto. Nuestro hombre quiso, si recordamos bien, detener por exceso de velocidad al conductor de un coche que se hallaba estacionado, y el cochero, queriendo corregir su infracción, solo atinó, lógicamente, a hacer retroceder su coche. De allí la peligrosa caída del agente, que se hallaba detrás. No obstante, recobró sus fuerzas, luego de unos días de reposo, pero, al ser intimado a recobrar al mismo tiempo su puesto de servicio, murió repentinamente.

La responsabilidad de tales hechos atañe indudablemente a la incuria de la administración policial. Que en adelante controle mejor la composición de los lóbulos cerebrales de sus agentes; que la verifique, si es menester, por trepanación, previa a todo nombramiento definitivo; que la pericia médico-legal solo encuentre en sus cráneos… no digamos una colección de La Revue Blanche y de Le Cri de Paris**, lo cual sería prematuro en una primera reforma; tampoco nuestras Obras completas: a ello se opone nuestra natural modestia, tanto más que esos agentes, encargados de velar por el reposo de los ciudadanos, constituirían más bien un peligro público con la cabeza así rellenada. He aquí algunas de las obras recomendables en nuestra opinión para el uso:

1º) El Código penal; 2º) Un plano de las calles de París, con la nomenclatura de los distritos, el cual coronaría el conjunto y representaría agradablemente, con su división geográfica, un simulacro de circunvoluciones cerebrales: se lo consultaría sin peligro para su portador por medio de una lupa, fijada luego de la trepanación; 3º) un reducido número de tomos del gran diccionario, de Policía, si nos arriesgamos a prejuzgar por su nombre: La Rousse [La Poli, en argot], 4º) y sobre todo, una rigurosa selección de opúsculos de los miembros más notorios de la Liga contra el abuso de tabaco.

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Esta entrada fue publicada en este blog anteriormente el 15 de octubre de 2019.

El cerebro del agente de policía fue escrito por Alfred Jarry en 1901. El texto que aquí figura es el de la edición del libro ‘Patafísica, junto con Especulaciones, Madrid, Pepitas de calabaza, 2016.

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Notas:

La Gaudriole tenía como subtítulo “diario de relatos alegres, historias picantes y novelas ilustres”. Fin de Siècle, “periódico literario ilustrado que aparece el sábado”, tenía una tirada de más de 70.000 ejemplares y se había vuelto mucho más insustancial y anodino.

** La Revue Blanche era una revista literaria y artística cercana al anarquismo que se publicó solamente entre 1899 y 1903. Le Cri de Paris era un periódico semanal de carácter político y satírico, muy cercano a La Revue Blanche, que apareció en 1897 y dejó de publicarse en 1940.