
Detengámonos unos instantes en el cruce de Norvin con Girardon, no lejos de la place de Clichy. Allí comienza el Viaje al fin de la noche, de Louis Ferdinand Céline. Este escritor rebelde, genial y colaborador detestable, vivió en la rue Girardon entre 1941 y 1944, el tiempo de la ocupación nazi. En el sétimo izquierda de este edificio –que guarda el privilegio de ser escenario de las extravagancias de Locura para otra vez– dos ventanas dan al molino de la Galette y las otras dos dejan ver el patio interior con París de fondo. Los aviones arrasaban la ciudad y Céline contemplaba este espectáculo apocalíptico: “Es cierto, yo tenía mi “7”, ¡el aire!, ¡la vista!, ¡lejana!, ¡cien kilómetros!, ¡todas las colinas hasta Mantes! ¡Pero cuánto me odiaron por este aire! ¡Esta vista!… ¡Nadie me lo perdona todavía! … Miro a menudo por la ventana, por el día no tengo tiempo … Del otro lado del pequeño inmueble de un piso, en ruinas, es el taller de Jules … Después del en el mismo lado está el callejón sin salida que termina en el muro, y luego el palacio de Lambrecaze, digamos especie de palacio florentino rosa con frontón, tres pisos. ¡Eso es el artista con casa propia! Y ni berro ni nada de nada. ¡Ni Lambrecaze ni su mujer…!”.
Este apartamento, en el que Céline abandonó varios manuscritos, desaparecidos o destruidos después, fue saqueado en 1944. El escritor se quejó varias veces por los actos de los celosos expurgadores.
Casi no quedan huellas del barrio popular; la vida se reduce al paso de algunos turistas despistados en busca de la plaza del Tertre y del Sacré-Couer. En la pared frontera a la casa de Céline aún se puede ver la figura d un personaje que atraviesa un muro, un homenaje al pasamurallas de Marcel Aymé; pero el verdadero morador de estos lugares permanece en el ostracismo.
Es posible que algún irreductible haya pintarrajeado en su puerta. “Aquí vivió el gran escritor Céline”. Fotografiadlo rápido, que no va durar: ciertas noches aparecen pochoirs [grafitis] en blanco y negro que desaparecen al amanecer.
En 1984, un chupatintas declaró que autorizaba gustoso la colocación de una placa; a los dos meses retiró el permiso sin dar cuenta a nadie. No os extrañe, pues, que entre las conmemoraciones nacionales en 1994 no figurase la del primer centenario de su nacimiento. Es lógico pensar que para estas celebraciones no se considera la personalidad de los homenajeados y solo cuenta su obra. Pero no. Según el crítico Pierre Assouline, y así pensamos muchos de sus lectores, Céline y sus escritos forman un bloque indivisible. El panfletario antisemita fue innoble –reconocemos–. Pero ¿cuánto tiempo habrá de pagarlo el novelista?
Texto extraído del libro de Ignacio Ramonet y Ramón Chao París rebelde. Guía política y turística de una ciudad (2008).

