El hombre que estornudaba mierda (o Siempre hay un roto para un descosido)

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Juan José Morales Rojo, 40 años recién cumplidos, funcionario del ayuntamiento desde los 26, administrativo, llevaba una vida tranquila, sosegada, anodina, una vida como tantas otras, pues. Huérfano desde antes de cumplir un año, se crió con su abuela, que se desvivía por él. Juan José hizo luego lo mismo con ella, la cuidó hasta el último momento, hasta que falleció pocos meses antes de cumplir los cien años. No tenía aficiones aparte de leer y ver la televisión, y solo una vez había conocido carnalmente a una mujer, un día que acudió a un prostíbulo.

Durante los correspondientes días de permiso por el luctuoso suceso, su tranquila, sosegada y anodina vida comenzó a parecerle aburrida, muy aburrida, cansina, cada día más. La astenia y el hastío dominaban su ánimo. Decidió cambiar. Se compró ropa más a la moda y en una famosa peluquería le hicieron un corte de pelo…

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