¿A quién coño voy a mirar? Al que tengo delante.

─ Aquí casi todos estamos sin trabajo ─explicaba Robin─. No hay y muchos ya no cobran nada del paro. Hay que vivir de lo que se pueda, como se pueda, si se puede. Cosas materiales, compañero, que hay que pagar con pasta, todos los meses, el alquiler, el butano, la luz, el agua, los impuestos, las multas… y otras cosas que parece mentira que cobren lo que cobran. ¡Menudos hijos de puta! ¿Sabes qué nos costó el otro día vacunar a mi hermanita de la triple no sé qué? Más de setenta euracos, setenta y algo, casi ochenta, ¿qué te parece? ¿Qué hacemos?, ¿no la vacunamos? Pues no hay guita no hay vacuna. ¿Qué te parece, Prude? Y no me vengas con el rollo de los humanos y toda la polla. Hay que buscarse la vida. ¿Cómo? Como sea. ¿Tú qué harías en mi caso? Lo intentamos por lo que ellos dicen que es legal y nos dicen que no puede ser, que no hay trabajo, que nos jodamos y nos conformemos, que la cosa está mal. ¡Y tan mal! Hace un rato lo vi en Parrots y en la mansión esa. Muy mal, muy mal está. Dinero, dinero. Si los tienes comes, si no que te den. ¿Qué haces? ¿Pedir limosna? Si pides no sabes cómo te miran algunos, las comehostias sobre todo. ¿Y esos me dicen a mí que no pase? Si no fuera por la maría y el costo ¿de dónde hubiera salido la pasta para la vacuna?

─ Esto es una mierda, tío, una puta mierda. Mira los de allá ─Johnny se refería a los altos y vistosos edificios que mostraba la imagen y se distinguían por encima de las viejas casas de Voramar, al otro lado, donde habían empezado a proliferar las viviendas de lujo ante la posibilidad, cada vez más cercana, de ejecutar el plan de reforma urbana─. Solo porque sus padres un buen día echaron un polvo tienen de todo, van a buenos colegios, visten ropa cara y hacen lo que les sale de los huevos. ¡Hostia!, ¿qué nosotros de dónde nacimos? Se ve que la leche de las pollas de sus padres debe ser de mejor calidad.

─ Y los putos munipas ─siguió Robin─, a ellos no les dan pol saco como a nosotros. Y los maderos ¿a qué van allí? A cuidarlos, que no molesten a los pijos unos pringaos como nosotros.

─ Observo que odiáis mucho a la policía, la hacéis causa de todos vuestros infortunios.

─ Son unos cabrones, Prude, unos hijos de puta, el recetario en una mano y la porra en la otra. No hacen más que joder.  Ellos y los maderos.  Documentación, venga. Papeles, rápido. No saben otra. Vacía los bolsillos, quítate las zapatillas, las manos sobre el capó, te registran como si fueras del ISIS ese, te empujan, y si te sueltan una hostia pues ya sabes, jódete. El otro día trescientos pavos me clavaron por una china de mierda que me encontraron en el bolsillo, tan mierda que si siquiera me había dado cuenta que la llevaba. Se la quedaron, claro. Se lo quedan todo, costo, maría, farlopa, jaco, ellos también se ponen, y pasan.  Van por ahí, multan a los coches mal aparcados, paran a uno, paran a otro, según la pinta que te vean. Si les pareces un fumeta cuando lo que pasa es que vienes de currar y estás que echas el bofe, como le pasó a un colega que currela en una panadería, si llevas el pelo demasiado largo o demasiado corto, sudadera con capucha, aunque no la lleves puesta, y pantalones anchos y caídos, si están aburridos o no han cumplido su cupo diario de multas y detenciones, te dan la receta, te canean o te enchironan, depende. Si eres gitano, o negro o un machupichu, lo llevas claro. Y si es por la noche peor aún, por la noche vienen los maderos, y a nadie le gusta trabajar de noche ─explicaba Robin.

[…]

─ Entiendo vuestra animadversión. No cuestiono vuestra forma de ser ni valoro vuestra opinión. Si hacía el comentario es porque me sorprenden las continuas referencias que hacéis a ellos, las ganas que les tenéis, casi me atrevería a decir que más que a los que están por encima de ellos, los que, como decís, manejan el cotarro. Sin objetar vuestras razones, ¿no pensáis qué deberías también mirar más alto?

─ Yo miro al que tengo delante, Prude ─respondió Robin─. ¿Qué voy a mirar si no? Y el que tengo enfrente es el puto madero. ¿Quiénes han echado hoy a Edu y a sus padres de casa? Ellos. ¿Que se lo habían ordenado otro? Ya lo sé, ¿y qué? A mí qué hostias.  Quienes han dado esa orden y a los que han hecho para que se diera, jueces o banqueros, o quienes cojones sean, los que mandan, vamos, no estaban allí. Allí estaban sus esbirros, ellos estaban en sus despachos o en sus casonas. ¿Qué? ¿Vamos a por ellos? ¿Les echamos nosotros de sus casas? ¡Los cojones! Están bien protegidos, a ellos no podemos nosotros echarlos, ellos a nosotros sí. Nos plantamos allí muchos, mil, dos mil, los que sean, yo qué sé de cantidades, ante la casa de uno de estos. ¿Qué pasaría? ¿Qué harían los robocops? Ni acercarnos podríamos. Hostias y más hostias. Como esta mañana cuando lo de Edu. Siempre hostias. O aguanta y calla. ¿Dónde quieres que mire?, ¿a quién coño voy a mirar?

Manuel Cerdà: fragmento de mi novela Prudencio Calamidad (2017).

10 pensamientos en “¿A quién coño voy a mirar? Al que tengo delante.

  1. Me recuerda aquella época del romanticismo socialista en …, y en muuuchos otros lugares.

    Jamas ví que los «líderes» que nos arengaban a protestar, atesorase peinillazo o perdigòn, como los que recibimos los participantes.

    Claro, mea culpa, nunca dijeron que ellos estarían al frente con nosotros.

    Pero hoy día si que están al frente, de las oficinas que mandan a quienes tiene al frente Robin.

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  2. Hello,

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