‘Tarde en la calle Karl Johan’. Edvard Munch.
Poco más de ciento cincuenta años separan una y otra novela (de Potter la primera, obviamente). Más allá de consideraciones literarias, ambas tienen en común un niño como protagonista, huérfano, que vive una infancia de sufrimiento y privaciones. Ambas son obviamente producto de su tiempo y, en consecuencia, portadoras de unos valores y de una manera de entender y vivir el mundo, dos expresiones diferentes de una misma realidad.
En Harry Potter coexisten pacíficamente dos mundos: el de los muggles (podríamos decir que el nuestro) y el de los magos. Hoy los hemos fusionado en uno solo y olvidado, escrupulosa y conscientemente, que el mundo de Oliver es aún nuestro mundo (por mucho que lo maquillemos, por mucho que lo creamos superado por el de Harry Potter). La crueldad, la brutalidad, la ambición, la explotación y el abuso, el desprecio por los demás e incluso la aversión contra sí mismo, siguen siendo el día a día de la inmensa mayoría de la población.
El universo de Harry Potter es un es un mundo ilusorio, irreal por tanto, nada que ver con lo que muestran las novelas de Dickens, un mundo no ha sabido mantenerse porque ni puede ni sabe ser solidario, ni ecuánime, ni flexible, y al final se ha quedado sin respuestas. Es lógico que el de Potter cuente con mayor número de adeptos. Si Oliver Twist ‘despertó’ conciencias, Harry Potter las aplaca.
La realidad se nos muestra, de este modo, ajena a nuestros designios. Nada podemos hacer para transformarla. Somos impotentes y es en la impotencia y desde la impotencia donde nos encontramos más cómodos. Así, todos bien acomodados, cualquier hecho “se vive más bien a la manera en que se experimenta una modificación inexplicable del clima o de cualquier otro equilibrio natural, modificación ante la cual la ignorancia solo sabe que no tiene nada que decir” (Guy Debord: Comentarios sobre la sociedad del espectáculo).
Dependemos de hechizos y conjuros, que en la ignorancia invocamos a través de sacerdotes, “la forma primera del animal más delicado, al que le resulta más fácil despreciar que odiar” (Nietzsche: La genealogía de la moral). Mas hasta Harry Potter llega a darse cuenta de que muchas veces el humo y las explosiones que producen algunos muy ruidosos no son señal de experiencia, sino de ineptitud (Harry Potter y el misterio del príncipe). Pero el sacerdote sabe muy bien representar el papel que le corresponde y “quitar su carga a [la] materia explosiva, de modo que no haga saltar por el aire ni al rebaño ni al pastor”; “tal es su auténtica habilidad, y también su suprema utilidad” (Nietzsche).
Vuelven, pues, a enterrar los cadáveres que ellos mismos desenterraron en un desierto cultural del que son incapaces de imaginar un más allá. Reflejan con precisión nuestro tiempo de antiguallas que se afirman nuevas, de incoherencia planificada, de aislamiento y sordera asegurados, de anulación de las defensas de la libertad individual desde la más temprana edad mediante la domesticación escolar y “de enseñanza universitaria de formas superiores analfabetismo, de mentira científicamente garantizada, y de un poder técnico decisivo a disposición de la debilidad mental de la clase dirigente.” (“El ruido y la furia”, Boletín de la Internacional Situacionista, 1, 1958). No les resulta muy difícil, pues el resto, la gran masa, parece darle toda la razón a Schopenhauer: “Cuanto más vulgar e ignorante es el hombre, menos enigmático le parece el mundo; todo lo que existe y tal como existe le parece que se explica por sí solo, porque su inteligencia no ha rebasado aún la misión primitiva de servir a la voluntad en calidad de mediadora de motivos.” (El arte de ser feliz).
Hablando de ignorancia, reconozco no haber leído un solo libro de Harry Potter ni visto ninguna de las películas de la serie cinematográfica sobre su personaje. La falta de conocimiento acerca de una materia o un asunto determinado, hoy en día, no es obstáculo para poder hablar de él.
Pingback: De Oliver Twist a Harry Potter: un gran trecho de ignorancia — A MI MANERA – El Noticiero de Alvarez Galloso
Con Harry Potter, la esupidez paternal-hispana está llegando a unos límites increíbles. No digo «difícil de superar», pues la estupidez tiene unos límites muy amplios.
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Sin leer ninguna novela de Harry Potter, sin haber visto ninguna de las películas, sin el más mínimo interés por el personaje, se cuela por donde menos lo esperas. Terrible.
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mira esto
https://www.eldiario.es/tecnologia/confirma-YouTube-usuarios-contenidos-radicales_0_990401439.html
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Acojonante, pero no me extraña. Mas creo que el problema viene de nuestra manera de concebir la sociedad. Si YouTube decidiera establecer su sede en España, el actual gobierno (se supone que el más ‘izquierdista’ de los últimos tiempos) le harían la ola y le darían un montón de ventajas fiscales de las que los demás no disfruramos. ¡Malditos bastardos acomplejados!
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En mi cabeza sigue dando vueltas la idea de que YouTube empuja a los usuarios hacia vídeos radicales y de extrema derecha. Con la ‘excusa’ de la incitación al odio, los vídeos con contenido sobre el genocidio nazi son eliminados sin más.¿Hasta que no quede rastro y evitar comparaciones con el presente? Por ahí creo que van los tiros.
Agradezco sinceramente que con tus comentarios me lleves a reflexionar.
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El estilo fantástico de Harry Potter es por decirlo una metáfora de las habilidades y potenciales de cada personalidad creciendo, lo de siempre, una lucha entre el bien y el mal. A mi me gusta. Pero claro, no se compara el impacto social que ejerce Charles Dickens por narrar la vida de los de abajo, cosa que hasta él nadie más había hecho en Gran Bretaña. Estaban acostumbrados a los personajes importantes, es decir, con un lugar en la sociedad. En H.P no es tan marcada la diferencia de clases sociales, aunque sí las hay, no ocupan el tema principal, sin embargo, las diferencias donde quiera existen y para mi son bienvenidas, no son motivo de lucha. Sobre todo cuando se trata de géneros literarios bien distintos. Supongo que habla el sociólogo en tí.
Saludos.
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Poco puedo decir, pues como inidcaba al final de la entrada no leído un solo libro de Harry Potter ni visto ninguna de las películas de la serie cinematográfica sobre su personaje. Y no, no habla el sociólogo. Para mí, la sociología no es otra cosa que una hija bastarda de la historia. Es, pues, posible, y probable, que tengas toda la razón.
Afectuosos saludos, Beatriz. Feliz fin de semana.
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Estoy de acuerdo con lo que dices, Manuel, aunque me gustaría matizar algo. Yo no he leído Harry Potter aunque sí he visto alguna de sus películas. Dickens me parece literariamente superior a Rowling, y no solo por Oliver Twist.
Mi matización va en la idea de que Harry Potter es una historia dirigida a niños y niñas, mientras que Oliver Twist era una historia que se publicó, si no me equivoco, en los periódicos británicos dirigida a un público adulto. Yo solo usaría ambas obras como base para comparar ambas sociedades si considero que el público adulto contemporáneo es un público infantilizado y, hasta cierto punto creo que lo es. Señales de ello las hay y muchas, sobre todo la deficiente educación de muchas personas y el regodeo satisfecho en la propia ignoranc ia. Saludos.
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Pues creo que tienes toda la razón. Efetivamente: el público adulto contemporáneo es un público infantilizado. Probablemente, los niños de entonces eran más adultos que los mayores de ahora.
Saludos, Santiago.
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Ja, ja qué verdad la frase con la que terminas: «La falta de conocimiento acerca de una materia o un asunto determinado, hoy en día, no es obstáculo para poder hablar de él».
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¡Eduardo! Me alegra saber de ti. Veo que el telón sigue bajado.
La frase a la que aludes me parece una verdad empírica. Solo hay que leer la prensa o ver la televisión.
Confío y deseo que todo te vaya estupendamente. Un abrazo.
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